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Cultura

La Pompeya de Álava que quedó en “fake news”, en el banquillo

Una pequeña Pompeya. Así se vendió el hallazgo arqueológico que en 2006 situó en el mapa –o resituó– a Álava, concretamente a un yacimiento arqueológico a 10 kilómetros al oeste de Vitoria llamado Iruña-Veleia.

Una de las piezas rayada para hacerla pasar por un «hallazgo histórico» y que presentaba el dibujo de un calvario
Una de las piezas rayada para hacerla pasar por un «hallazgo histórico» y que presentaba el dibujo de un calvariolarazon

Una pequeña Pompeya. Así se vendió el hallazgo arqueológico que en 2006 situó en el mapa –o resituó– a Álava, concretamente a un yacimiento arqueológico a 10 kilómetros al oeste de Vitoria llamado Iruña-Veleia. Las noticias y las imágenes que llegaron hicieron que se tambalearan los cimientos de la Historia. ¿Había que reescribirla, pues? ¿Qué podía revolucionar y poner patas arriba lo estudiado en los libros? Casi medio millar de piezas fueron catalogadas como hallazgos únicos que adelantaban en varios siglos el origen del euskera, alterando de manera consiguiente la historia del cristianismo al presentar algunos de los restos extraídos cruces con el dibujo del que sería el calvario más antiguo del mundo. El más antiguo del mundo. No faltaban tampoco jeroglíficos egipcios.

Demasiado fuerte para asumirlo sin un trago largo... de agua. Los artífices y responsables de las excavaciones históricas, con Eliseo Gil a la cabeza, se frotaban las manos y empezaban a fabular con un cuento de la lechera escrito por ellos a su medida. Porque de histórico, la verdad que aquellos restos de cerámica poco tenían. Habían vendido al mundo una burra. Era una “fake news” en toda regla. Y eso que en aquellos años las redes no tenían la velocidad del rayo que gastan hoy. Llegaron las primeras sospechas cuando una comisión de expertos se sentó a estudiar con detenimiento aquellos tesoros que estaban sobre la mesa. Una chapuza, más o menos, vinieron a decir los entendidos. Un embuste casi de colegio. “Tercer Milenio” se llamaba el proyecto, lo que no deja de tener su gracia y su guasa. Porque la historia parecía sacada del más allá. Unos cuantos años después toca que los responsables de la trola se sienten en el banquillo, cumplan las penas si se juzga menester y paguen lo que estime quien dicte la sentencia por pintarrajear donde no debían cruces con el letrero “RIP” (del latín “Requiescat In Pace”: ¿No debería de haberse leído “INRI”, que traducido al español sería «Jesús de Nazareth, rey de los judíos») o cerdos que algo (aunque después se demostró que nada) tenían que ver con el dios Júpiter, así, escrito con "J", grafía que llegó mucho tiempo después de la datada por equipo de Gil. El ministerio fiscal ha cifrado en 476 las obras a las que se quisieron hacer pasar por poseedoras de un valor histórico, cultural y religioso único, obras tardorromanas que, debido a la manipulación a que fueron sometidas, han sufrido daños ya imposibles de reparar. Los ayudantes que estuvieron al lado del citado Gil contaron que las piezas salieron sin una sola inscripción de las excavaciones y que fue durante el posterior proceso de lavado cuando se alertó de lo que se tenía entre manos. El mayúsculo teatro reportó unas subvenciones millonarias al actor principal y a su equipo, que hoy se sienta en el banquillo de los acusados y se enfrenta a un delito continuado sobre el patrimonio histórico, falsedad en documento privado, así como a una multa de 7.200 euros, sin olvidar los cinco años y medio de prisión que pide la Fiscalía para el cerebro de la operación.