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Francia reniega de Polanski

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  • Pedro Alberto Cruz Sánchez

    Pedro Alberto Cruz Sánchez

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La estructura institucional del cine francés ha saltado por los aires. La dirección de la Academia de Cine ha dimitido en bloque a falta de 15 días para que se celebre la gala de los premios César. Las razones que han llevado a esta súbita decisión han sido fundamentalmente dos: de un lado, las acusaciones de opacidad dirigidas contra la Academia, a la cual se tacha de guiarse por un comportamiento elitista y cerrado que vuelve a la espalda a la vitalidad del actual cine francés; y, de otro, la polémica generada por las 12 nominaciones que ha cosechado la última película de Roman Polanski, «El oficial y el espía», las cuales han soliviantado a numerosos colectivos feministas como consecuencia de las nuevas acusaciones de violación vertidas sobre el director franco-polaco. El «caso Polanski» vuelve a reabrir uno de los debates más enconados y envenenados del panorama actual: ¿cómo abordar la obra de un artista acusado de un delito sexual, máxime cuando ésta es de una contrastada calidad? La docena de nominaciones para los César de su película no parecen fruto del comportamiento caprichoso de la Academia. Previamente a ellas, la cinta fue reconocida con el Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia, y nominada a mejor película europea.
Además, cumple con un requisito esencial para ser nominada a los César: se trata de una producción francesa. Mientras no se diga lo contrario, los premios del cine francés tienen como objeto reconocer la excelencia artística de las películas realizadas dentro de un año natural. Quiere esto decir que, en ningún reglamento, se refleja la idoneidad o exigencia de valorar la vida personal de los profesionales en tanto que factor determinante a la hora de premiarlos o no. Es decir, se juzga un producto final, y si éste posee una calidad notable –como sucede con «El oficial y el espía»–, se lo reconoce en los términos en que así se estimen. Otra cosa sería que, de ahora en adelante, los César y cualquier otra convocatoria de carácter artístico incorporasen el factor ético y la demanda de una intachable vida personal como elemento de valoración determinante. En este caso, nada habría que objetar a que, aun a pesar de sus contrastados méritos artísticos, un determinado trabajo fuera vetado y repudiado. Pero, como ese supuesto no se da en la actualidad, las 12 nominaciones recibidas por el nuevo filme de Polanski deben ser consideradas como legítimas e inobjetables. Puede que el artífice de «La semilla del diablo» sea un depravado sexual, pero en los César solo se juzgan sus cualidades cinematográficas. Y es innegable que éstas son abundantes.

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