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Recycled J: el “Bambino” que se hizo mayor

El artista madrileño cuelga el “Sold Out” en su segunda fecha en la emblemática Plaza de Toros de Las Ventas con un show por y para la gente
@silent_signals
La Razón

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Recycled J o Jorge Escorial o el chico de Carabanchel es el grito de una generación de chavales que o no han llegado a disfrutar del boom del hip hop tradicional o se han sentido más identificados con el pop urbano, directamente. Él mismo lo dice y lo sabe: “Es un orgullo ser la voz de mi generación”. Y puede ser verdad: sus letras identifican a la chavalada de hoy en día pero de una manera diferente a como lo hacen la radiofórmula o el reguetón, con algún regustillo, sí, pero diferente. A través de la pérdida, el amor (romántico o pasional), las luces, los gritos, el autotune descarado o su personalidad igual o más exagerada que el arreglo de la voz, el “Bambino” se hizo mayor en Las Ventas.
Su rap, dice él mismo, es “para cantar y para bailar”, pero no como el de Bad Bunny (mucho más regguetonero), Juancho Marqués (algo más melódico y de letras más cargadas de emoción) o Don Patricio (ligeramente más comercial). Y eso así: en un momento puede estar hablando los que se quedan por el camino, del amor que se acaba o que no llega o que directamente no existe, de puñaladas o de dolor con una sonrisa en la boca y al segundo Selecta (su DJ y escudero más fiel) apunta una canción bailonga y todo el mundo enloquece porque sabe lo que se viene: una sonrisa en la boca más pícara que la anterior, más atrevida, porque ahora toca mover el esqueleto.
Recycled J canta por y para la gente. Siempre agradecido, no dudó en hacerlo constantemente a su ciudad. No quiso dejar pasar la ocasión de celebrar la segunda fecha en su casa con los más cercanos, con One Path, con Lisa, con Juancho Marqués y Don Patricio (en la distancia ambos), con Cruz Cafuné (en la distancia corta; se encontraba disfrutando del concierto, pero no cantó), con Sule B, con sus abuelas y sus padres, o con Natos y Waor. Porque no hay que olvidar quién es “el niño bueno de los hijos de la ruina”...
... Y quiénes son los malos. Gonzalo y Fer, Natos y Waor (así se conoce al, perdónenme por la osadía, grupo más notorio y crudo del hip hop actualmente) se pasaron a saludar y Las Ventas se cayó. Dos canciones, “Carretera” y “Speed”, fueron necesarias para poner a todo el mundo a chillar, a saltar y a vivir. Porque Jorge lo decía, que su música se cantaba y se bailaba. Y los Hijos de la Ruina se encargaron de que ambas combinasen a la perfección.
No se dejó nada. Repasó sus etapas más primitivas, cuando aún se le conocía como COOL; acudió a su anterior trabajo, Oro Rosa (“Fuego”, “Amor” o “Propagando”), el cual le consagró a un lugar respetado dentro de la música urbana; repasó los singles individuales que tanto alcance han logrado (“Jugando”, “Bacon y Queso” o “Por ti me olvido"); y se coronó con los sonidos de su último disco, que estrenó hace justo un año, City Pop (“Aunque digan que yo”, “Tiempo”, “Bambino”, “Por la pasta” o “Cadena”). Para este 2020 ha prometido otros dos proyectos y pretende “llenar Las Ventas” tres veces en lugar de dos. “Vi las orejas al lobo, cogí por los cuernos al toro”, canta en “Caballo de Troya”. Se lo quiere tomar al pie de la letra.
Con un espectáculo de bailarines, con las luces haciendo unas veces de concierto “al uso” y otras de discoteca ochentera, con sus cambios de vestuario (hasta tres), sus acapellas o sus guitarras eléctricas y, sobre todo, con su excéntrica personalidad de joven ligoncete, Recycled J se lleva a Madrid en el bolsillo. Su Madrid, el más humilde y cercano, el de una generación de chavales aferrada a la precariedad y, en ocasiones, al fracaso. Sus orígenes no le permiten olvidarse de la gente. “Gracias, capital de capitales”, clamó. “A ti, Jorge”, reflejaron los rostros del público.

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