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Música

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Al borde del temblor

Luis Eduardo Aute en un concierto de 2001
Luis Eduardo Aute en un concierto de 2001Luis Díaz

Dos composiciones propias convirtieron a Luis Eduardo Aute en el autor de moda a finales de los años 60: «Aleluya nº 1» y «Rosas en el mar». Ambas lograron un éxito inusitado en la voz de Massiel antes de sustituir a Joan Manuel Serrat en el Festival de Eurovision y ganar por primera vez para España el primer premio con «La, la, la». El año del triunfo de Massiel con «Rosas en el mar», 1967, supuso un cambio fundamental en la música española, que pasó de los balbuceos del roncanrol y los grupos que tratan de adaptar los ritmos modernos americanos a la consolidación de los cantautores, representados por aquellos que iniciaron la canción protesta en catalán y en español, unos más próximos a la chanson y otros al beat anglosajón. 1967 es el año en que Los Brincos y Juan y Junior se separaron y compusieron «La caza»; de Los Bravos y «Los chicos con las chicas» y «Black is Black»; de Joan Manuel Serrat y «Cançó de matinada» y «Paraules d’amor»; de Massiel y de Luis Eduardo Aute, que grabó «Aleluya nº 1» y Ed Ames la cantó en inglés con el título de «Who Will Answer?» y alcanzó el puesto 19 del Bilboard norteamericano.

Las primeras canciones de Aute llevan el influjo de Procol Harum, Jacques Brel y Bob Dylan y esos tiempos que estaban cambiando para lo jóvenes pacifistas que se oponían a la guerra del Vietnam y al holocausto nuclear. Entre los «beatniks» disfrazados como Donovan y los hippies, cuyos temas marcarían la impronta de los cantautores españoles de protesta: Barry MaGuire y su «Eve of Destruction» y «San Francisco», de Scott McKenzie.

El estilo enfático de sus primeras canciones, con pareados como este: «Una madre que amamanta, tengo seca la garganta», de «Aleluya nº 1», dará paso a unas letras más elaboradas, menos pretenciosas. Por un lado, composiciones poéticas y amorosas en las que lo cotidiano se funde con un lenguaje popular desencantado y doliente. Por otro, composiciones pop, de un lirismo sutil, entre Los Carpenter y Vainica Doble; entre la Nueva Troba Cubana y Jacques Brel: «Slowly», «Imán de mujer», «La belleza» y «Jacques».

Es cierto que Aute es uno de los más discretos representantes de la cultura progre española, pues incluso cuando se pone trascendente resulta de una entrañable simplicidad pop, como «De paso». Incluso «Al alba», canción dedicada a los últimos fusilados del franquismo, tiene una apariencia de canción de amor transformada por las alusiones simbólicas a la conmoción por el fusilamiento de cinco terroristas de ETA y GRAPO en 1975. Compárese con «Què volen aquesta gent?», de María del Mar Bonet y Lluís Serrahima, mucho más explícita y panfletaria en la denuncia de la muerte de un estudiante en 1969.

Sin duda, una de los mejores temas de Aute es «Cine, cine», un homenaje sentido y melancólico al cine de autor, a Truffaut, Antoine Doinel, «Cahiers du Cinéma» y las visitas al cine Mac Mahon parisién, donde Jean Seberg entra a ver una película de Otto Preminger en «A bout de souffle». Hay referencias al cine en «Annie Hall» y en esa divertida tragicomedia de celos que es «Una de dos» y el pueril homenaje a John Lennon en «Imaginación».

Las melodías de Aute son suaves, de un lirismo melancólico. Sus metáforas delicadas son perfectas para entonarlas con su voz breve, recitativa, al borde del temblor. La mejor expresión es esa nostálgica canción de un amor fugaz de juventud que es «Las cuatro y diez»: «Fue en ese cine, ¿te acuerdas?, en una mañana al este de Edén, James Dean tiraba piedras a una casa blanca, entonces te besé». Resumen de un cantautor que se debatía entre la progresía utópica y la música pop.