¿Por qué Kurt Cobain odiaba a Axl Rose?
El manager de Nirvana y ejecutivo musical Danny Goldberg narra los años de ascensión fulgurante y caída del grupo
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Una de las virtudes de la narración de Danny Goldberg es que uno se ahorra los tediosos capítulos de la infancia y el veraneo de los músicos en sus autobiografías. Por eso, entramos de golpe en la vida de Kurt Cobain justo en las puertas del éxito, tal y como los dibuja el manager de Nirvana entre los años 1991 y 1994, un retrato que escapa a la caricatura depresiva que dominó sus últimos tiempos de vida. Era simpático y era amable y quizá se preocupaba demasiado, pero Cobain redefinió la idea de masculinidad en el rock and roll, rechazó el estereotipo de macho y se enfrentó a quienes destilaban una actitud rancia. Una de sus grandes fobias fue Axl Rose (Guns’N Roses) con quien tuvo más que un enfrentamiento que, en cierta medida, explica las ideas artísticas del líder de Nirvana. Nadie como él pudo expresar la angustia adolescente. Se dice que el rock and roll inventó la adolescencia, la tomó como energía de su discurso, pero en los Estados Unidos de Ronald Reagan muchos aprendían lo que era deprimirse antes de tener edad para beber. «Kurt dio dignidad a los desamparados», dice Goldberg. Fue el vengador de los bichos raros, el listillo triste que se convierte en estrella del rock como venganza. Así lo cuenta Danny Goldberg en “Serving The Servant. Recordando a Kurt Cobain” (Alianza).
Cobain era admirador del «underground» de la Costa Oeste estadounidense. En los punks originales, The Clash o los Sex Pistols buscaban infiltrarse en el poder y subvertirlo. Sin embargo, los líderes del «hardcore» como Ian McKaye pensaban que cualquier relación con el sistema corrompía y que la única solución era construir una alternativa fuera. La fascinante cultura que se contruyó en torno a fanzines y la colaboración entre iguales (músicos y su público) estableció un «nosotros». Grupos militantes en sus principios como Black Flag o Fugazi. «Ellos», en cambio, era el mundo de las corporaciones, de las radios, la compañías. Ahí nació la ética del «indie» y a ese contexto pertenecía Cobain. Sin embargo, sus experiencias en ese entorno le parecían otra forma de esnobismo. «Ojalá la gente no se lo tomara tan en serio –decía Cobain–. Parece que todo el mundo en la escena ‘‘underground’’ esté luchando por utopías. Si la gente sigue riñendo por pequeñeces, ¿cómo vamos a conseguir cambiar algo en las masas?», se lamentaba. Cobain «se identificaba con los marginados pero hablaba a las masas», explica el mánager tras la decisión de Nirvana de abandonar el sello independiente Sub Pop en favor de la gran compañía que era Geffen, un paso que justo antes que ellos habían dado Sonic Youth, tótems del indie. Irónicamente, Sub Pop jamás firmaba contratos con sus artistas porque no tenían dinero para pagar abogados. Sólo lo hicieron una vez, por la insoportable insistencia del grupo: con Nirvana. Y gracias a eso, se embolsaron millones de dólares.
La traición
“Kurt consideró su vida pública en toda su amplitud como arte, incluyendo cada interpretación en vivo, cada entrevista y cada foto”, según el manager, hasta llegar a ser, una especie de estrella con conciencia y con conocimiento. Pero siempre fue claro a la hora de expresar su deseo por fichar por un gran sello que les diese más dimensión. Ahí fue cuando contrató a Goldberg. Para algunos, aquella decisión fue una herejía similar a la de Bob Dylan dejando el folk por la electricidad, pero Cobain realmente tenía ambición de éxito, aunque de una clase muy determinada. Un éxito que fuera aceptable para su adolescente interior. Ni se trataba de gustarle solo a alguien como él y a cuatro de sus amigos, ni tampoco de que el más cretino del instituto acabe tarareando tus canciones. Para su congoja, «Nevermind» desbordó sus sueños más excesivos y a buen seguro que le gustó, por estadística, a un buen número de seres despreciables: vendió 10 millones de copias en su momento y después alcanzó los 30 millones.
Cobain era punk, pero le gustaban las melodías, y cuando grabó “Nevermind” estaba preocupado de que se le percibiera como alguien que trataba de ser más comercial. No lo era, sino que dejaba aflorar las canciones que antes estaban enterradas en el ruido. Estaba infraproducido, era sencillo, tenía el encanto de las canciones bien hechas y nada más. Cuando se editó, la MTV estaba en su momento de mayor poder sobre la cultura popular estadounidense. El propio Cobain la veía a menudo y una joven ejecutiva de la cadena anticipó el pelotazo. 18 días después de ser lanzado, era disco de oro. La explosión fue tan desmesurada que la atención mediática se dirigió a Seattle. Los vuelos y los hoteles en la ciudad estaban agotados por ejecutivos a la búsqueda de un nuevo mesías. Nació la palabra “grunge” para definir una escena en la que estaban Pearl Jam y Soundgarden entre otros y que dio lugar a un episodio delirante de codicia por encontrar al nuevo grupo de moda.
El cisma que generó en la escena «indie» persiguió siempre a Cobain. Y es un debate que no habría existido de no haber tenido éxito. Sin embargo, pese a las dos obras mayúsculas que fueron «Nevermind» e «In Utero», en ambos casos tuvo que sacudirse las acusaciones de dulcificarse para agradar al mercado. Siempre fue parte de su preocupación pero Cobain antepuso la verdad de sus canciones y llegar al público con ellas antes que gustarle a la grada radical del «indie», pero bajo el permanente escrutinio de quienes veían en él un traidor y los que, peor aún, buscaban un profeta.
Feminismo
Cobain fue un feminista sincero y convencido. Y despreciaba la actitud machista del rock. Se negó en varias ocasiones a ir de gira con Guns ‘N Roses porque ellos despreciaban a «negratas y maricas» en la letra de «One in a Million». Axl Rose deseó un día que el hijo de Cobain y Kourtney Love «naciera deforme y ellos terminasen en la cárcel, por yonquis». Cobain dijo en un escenario durante un concierto contra una ley que trataba de limitar los derechos de los homosexuales: «No te puede gustar una estrella del rock que le gusta maltratar y controlar a las mujeres y que es obvio que es un racista homófobo. Él puede decir lo que quiera, pero nosotros también». Cobain era admirador de The Raincoats y de Bikini Kill (Kathleen Hanna escribió un día en su cuaderno la frase «Smells like teen spirit»), que a su vez eran irreconciliables rivales de Courtney Love, la esposa de Cobain. Era un antimisógino: “No me gustan los ‘’rednecks’'; no me gustan los hombres machos, no me gusta la gente abusona”, dijo en una entrevista. “In Bloom”, según sus palabras, trata de apreciar a las mujeres. “Estoy de su lado porque odio la violencia que sufren, las injusticias diarias que vienen dadas por su género”. El disco “In Utero” estaba atravesado en su lírica por por la convicción que tenía Cobain de que la negatividad dirigida contra Courtney estaba motivada por la misoginia.
Para Goldberg, Love no era la presencia perniciosa que muchos trataron de pintar. Tenía una personalidad incendiaria y la verdad es que apareció en el momento en que Cobain ascendía a rey del Olimpo. Ella era una cínica y Kurt un idealista, pero de la heroína que se chutaron tuvieron la culpa los dos. Eso y las mentiras de la prensa amarilla terminaron por desestabilizarle. Un reportaje en “Vanity Fair” acusaba a Love de ser la causante de las adicciones de Cobain y de inyectarse estando embarazada. No fue poca cosa, porque se abrió un expediente para retirarles la custodia de la pequeña Frances, hija de ambos, que fue muy doloroso.
En Wal Mart
En “In Utero”, Cobain trató de volver al sonido más crudo y rabioso de sus orígenes y buscó para ello a un productor que pudiese captarlo. Steve Albini, que procedía de la escena “underground” (Big Black) siempre será recordado por la producción de este álbum, pero sus mezclas, en las que la voz del cantante estaba ahogada, fueron descartadas. Y de nuevo volvió el fantasma de Nirvana como Caballo de Troya comercial cuando las canciones se remezclaron para que fueran audibles. Sin embargo, para entender la postura de Cobain al respecto de la industria y el consumo de masas, la anécdota de lo que sucedió con el disco en los grandes almacenes es perfecta: la contraportada incluía imágenes que los Wal Mart encontraron inaceptables. La compañía de discos, Geffen, apoyaría a Cobain en su cruzada contra la censura de la cadena, que acababa de vetar también el álbum de N.W.A. por considerar su contenido inapropiado. En cambio, Cobain le dijo a su compañía que en su ciudad no había tiendas de discos y que él de niño sólo podía comprarlos en el WalMart y que prefería que se cambiasen los embalajes. El músico era un obseso del arte de sus videoclips y de las portadas de los álbumes, pero accedió a cambiarlos no por una cuestión comercial, sino para que la gente tuviera acceso a sus canciones, que era justo lo que había querido desde el principio, al abandonar Sub Pop.
Sin embargo, al terminar ese álbum, sus problemas con las drogas no hacían más que empeorar. Tuvo la ocasión de producir un disco de los Melvins, sus ídolos de la infancia, pero no lo terminó porque estaba bastante colocado y también por la hostilidad del líder del grupo, Buzz Osborne. En la gira siguiente, sufrió una sobredosis en Roma. Decidió que quería hacer algo más íntimo y grabó el “Unplugged” para MTV varios meses antes de su muerte. Una vez más, no era una imposición de la cadena, sino una iniciativa del músico. Pidió lirios y velas en el escenario. “¿Como en un funeral?”, le preguntó el productor. “Sí, como en un funeral”. Aquella mana se chutó. Estuvo muchas semanas errático y deprimido. Discutió con Courtney Love y se encerró en una habitación con muchas armas. El incidente terminó en una denuncia por malos tratos y le quitaron todo su arsenal. Preocupado, Goldberg fue a verle para convencerle de que se desintoxicase. Él se acababa de drogar con Dylan Carlson (del grupo Earth) y se defendió diciendo que William Burroughs, personalidad por la que tenía devoción, se había pasado la vida siendo un yonqui. Nadie lo sabía, pero Cobain había convencido a Carlson de que le comprase un rifle de calibre pequeño. Él no podía hacerlo debido a la denuncia doméstica. “Resulta imposible reflexionar sobre estos episodios dramáticos sin reconocer el papel que tuvieron las drogas. Los yonquis hacen locuras y los yonquis inteligentes, todavía más”, se lamenta Goldberg. Cobain se identificó con los zarandeados, pero nadie supo parar lo que podía suceder. Al final pudo más todo el peso de sus demonios. Cobain se suicidó el 5 de abril de 1994.