Mina: el confinamiento soy yo
Sus más de cuarenta años alejada de los escenarios la han convertido en un emblema del encierro en Italia. Además, acaba de cumplir 80 y nadie la ha olvidado, aunque no pise la calle. Sus discos la avalan
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Mina se ha convertido en la reclusa voluntaria más famosa del mundo, superando al maníaco Howard Hughes. Pero ella no vive aislada en su finca de Lugano, ante el espacioso lago, sino con su familia, con un moderno estudio de grabación y su propia casa discográfica PDU, donde graba todos sus discos. Desde su retiro en 1978 suele sacar un recopilatorio al año, «Del mío meglio», y álbumes que recogen las preferencias musicales de la cantante de Cremona, con unas portadas que han fijado artísticamente su imagen de gran diva. Estos 42 años de historia musical de Mina en su reclusión voluntaria de Lugano han quedado reflejados gráficamente en las portadas de esos álbumes. Cada una es una obra de arte. Un insólito muestrario de su construcción como mito. Una forma de comunicarse con su público, al que nunca dio de lado y quien la sostuvo en los momentos más duros de sus dramas vitales y en los enfrentamientos con la Prensa desde el primer boicot en el Festival de San Remo hasta su decisión de retirarse del mundo del espectáculo en 1978, en la sala de fiestas la Bussola de Viareggio, donde se atrevió a cantar, por una apuesta, en 1958.
Comenzó como pionera del rock & roll en Italia, junto a Adriano Celentano. Se consagró como «urlatori», cantantes chillones como Elvis Presley, Little Richard y Brenda Lee. Y triunfó con «Tintarella di luna» (1959) en medio mundo. Su fama de díscola la enfrentó a la tradición melódica «a la napolitana» con desplantes e indolente sensualidad que conmocionaron al público joven. En San Remo, contrapusieron a Mina con una convencional Milva, una alianza entre la Prensa y el jurado, y boicotearon a «la Tigresa de Cremona». Nunca volvió. La Mina «urlatrice» escandalizaba por su estilo vitalista y gritón de cantar. Desquiciaba a la gente bien pensante del boom económico italiano, pero se convirtió un fenómeno musical. Su fama de cantante transgresora la acompañará a lo largo de su carrera.
Tras el escándalo en San Remo, en 1963 dio a luz a su primer hijo, Massimiliano, como madre soltera, de su unión con el actor Corrado Pani. La Prensa se indignó al verla sonriendo embarazada junto a su amante. Fue vetada en la RAI durante años. Pero volvería con varios programas como la cantante más querida y la diva más admirada de Italia, pero perseguida por los paparazzi, que convirtieron su vida privada en un infierno, razón por la que decidió fundar con su padre su casa discográfica en Lugano, donde se aisló al abrigo del fisco italiano, y abandonar las actuaciones. Con «Il cielo in una stanza», escrita por Gino Paoli, llegó a la cima de la popularidad: dos millones de copias vendidas con un tema que insinuaba el amor en un burdel. Volvió a escandalizar en los 70 con «L’importante e finire y convirtió «Non giocco piu» en el tema de su despedida.
Por otro camino
En una entrevista de Simone Intermite al hijo de Mina, Massimiliano Pani, confesó que su exilio artístico fue debido a que captó que la televisión de variedades como «Studio 1» y «Milleluci» tocaba a su fin y prefirió tomar otros caminos artísticos. En «Un anno d’amore» el público descubrió su portentosa voz que durante sus primeros años intentaba esconder para imitar a roqueros gritones y cantantes con voces rasposas como Piaf y Aznavour. Mina posee una extensión vocal por encima de las dos octavas, capaz de modular desde los tonos más bajos al grito más agudo. Y con una capacidad insólita para emocionar.
La década prodigiosa será la de Mina como gran estrella internacional, admirada por Frank Sinatra, que la quiso integrar en su grupo, y los elogios de Louis Armstrong. Vincente Minnelli le propuso protagonizar su último filme, «Nina», y con Fellini nunca llevó a cabo su proyecto.
Mina es una mujer tímida y solitaria, que nunca quiso ser actriz de cine, ni le gustaba viajar en avión. Maduró como cantante hasta la perfección con baladas pop de amores sublimes entre la locura y la soledad y se consagró como la diva de la «torch song» italiana, himnos de desamor y tristeza más grandes que la vida. Convirtió en éxitos las canciones de Lucio Battisti, rememoró su etapa inicial como «Baby Gate» (1974) y vendió millones de álbumes con sus tres discos de comienzos de los 70. A partir de 1971 decidió todo el proceso de creación musical, dedicando especial atención a las portadas. Su imagen siempre fue estrafalaria, desde que se borró las cejas para realzar sus ojos de tigresa hasta trasformar su rostro en la máscara de una diva de una belleza irreal, entre sofisticada e irónica. Fue la primera estrella que hizo de su rostro una sucesión continua de máscaras fascinantes en continua transformación. El icono gay por antonomasia: «Nuestra Señora Mina».