Una “traviata” confinada en dos metros cuadrados
El Teatro Real reabre sus puertas e inicia una nueva normalidad con un versión en concierto semiescenificada del título de Verdi para el que se alternarán cuatro repartos
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Desinfección de manos, limpieza de suelas de zapatos, toma de temperatura y una distancia entre asientos preceptiva, parece que lo que vivimos ayer durante al presentación de «La traviata», de Verdi, en el Teatro Real es lo más parecido a lo que conocíamos de la normalidad de principios de marzo, ya saben, la antigua, la de siempre y que añoramos. Ni un solo abrazo, solo el arqueo de cejas al reconocer con la mascarilla un rostro amigo.
En el escenario, todos los Alfredos y las Violetas, salvo Lisette Oropesa, que se alternarán en las 27 representaciones que reabren esta nueva andadura el 1 de julio, director de orquesta, responsable de la dirección de escena, director artístico y director general. Y un espacio bastante más amplio para alojar a la orquesta. Y es que el foso del Real tiene tres tamaños: pequeño, mediano y grande y tras la pandemia, y para poner en pie la representación, se ha optado por el tercer tamaño, con el objetivo de cumplir las medidas sanitarias y de seguridad.
El aforo quedará reducido en el estreno y, en principio, hasta el 6 de julio, a la mitad, es decir, a 869 localidades, y si las condiciones lo permiten ya a partir del día 7 se ampliará al 75%. Si en septiembre, con el arranque de temporada, no fuera posible disfrutar de una puesta en escena completa, el director artístico, Joan Matabosch, asegura que «reaccionaremos con imaginación, agilidad y cintura para evitar por todos los medios tener que suspender si no se permiten las representaciones totalmente escénicas. Si no podemos, se readaptará. Cancelar puede ser cómodo, pero nosotros no lo vamos a hacer».
El director de orquesta, en este caso, Nicola Luisotti, estará debidamente protegido con un escudo de cinco pantallas. Un total de 140 m2. Cincuenta y seis de los músicos tocarán con mascarilla, atril individual y una separación de 1,5 metros entre ellos, mientras que la familia de viento tendrán paneles de metacrilato colocados delante de sus instrumentos. ¿Y el coro, dónde se colocará? los 51 integrantes interpretarán la obra sobre tarimas y ocuparán un área de 260 m2. La clave, lo que todos nos preguntábamos, es cómo sería la escena y cómo se iba a dividir el espacio para guardar la distancia de seguridad.
La respuesta estaba en el suelo. Lo explicamos: sobre la madera negra se extendían unas marcas que formaban cuadrados en color rojo. De ahí que el escenógrafo, Leo Castaldi, haya optado, dada la excepcional situación, por una retícula de cuadrados de 2 x 2 metros que están dibujados en el suelo y proyectados sobre los muros del escenario para dar así sensación de «aprisionar» psicológicamente a los personajes en sus ya de por sí limitados espacios. El cantante canta en su cuadrado y puede interactuar en las escenas en las que haya varias personas, pero siempre guardando las distancias. Ni Violeta ni Alfredo se van a abrazar. El espacio para moverse de los artistas es de 100 m2.
El alfa y omega de Luisotti
Luisotti, que es un gran conocedor de la obra verdiana, fue el primer director que canceló, un 11 de marzo, poco antes del estreno en La Scala de «Norma» con medio patio de butacas ya lleno. El teatro se cerraba por precaución. Fue el principio del fin. Hoy se alegra de ser el primero que subirá a escena en esta nueva reapertura. Es la manera, dice, de ver el alfa y el omega. Con él acabó y con él también vuelve ahora a empezar. En el escenario serán la descarriada Violeta Ruth Iniesta, Marina Rebeka, Ekaterina Bakanova, Lana Kos y Lisette Oropesa. Los sufridores Alfredos los interpretarán Michael Fabiano, Ivan Magrì, Mathew Polenzani e Ismael Jordi, y darán vida a Giorgio Germont Artur Rucinski, Nicola Alaimo, Luis Cansino y Javier Franco.
Todos ellos se mostraron agradecidos, felices al recibir la llamada de Joan Matabosch que les sacaba de esa situación de confinamiento y les ofrecía una nueva oportunidad. Hubo, confesaron, hasta saltos de alegría. «La traviata» estaba prevista en el calendario, en dos tandas de representaciones en mayo y julio. Diecinueve en total. Ahora, con apenas diez días de ensayos, se verán en julio a lo largo de 27 días. Adaptarse a esta situación excepcional ha supuesto un esfuerzo enorme para el coliseo, según declaró ayer el director general, Ignacio Belenguer, que se traduce, además de en un importante esfuerzo humano, en una inversión económica de 340.000 euros (por ejemplo, se ha cambiado la grifería de lo aseos por una que evita el contacto físico) con el objetivo de «adaptarnos y crear el producto adecuado», apoyó Joan Matabosch.