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Colapsología, el neologismo que vaticina el fin del mundo

El término nació a principios del siglo XXI y se ha extendido gracias a la última pandemia
PlatónLa Razón

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Esto del fin del mundo ha recibido diferentes denominaciones a lo largo de la Historia: Armagedón, apocalipsis, parusía, milenarismo, Ragnarok... nombres diferentes que aluden a momentos históricos, movimientos, batallas o vaticinios que auguran la llegada de un nuevo tiempo o la extinción de la humanidad como consecuencia de la lucha contra la Bestia bíblica, la segunda llegada de Jesús o una lucha final como pensaban los vikingos. Al cambiar de centuria, de 1999 a 2000, los alarmistas y portavoces asiduos de las catástrofes aventaron un cataclismo informático inmediato que nunca se cumplió. Pero sus palabras propiciaron que la población tomara precauciones más propias del miedo que del sentido común, y, así, más de uno optó por no tomar vuelos porque, como se sugería, los ordenadores no estaban preparados y los aviones acabarían desplomándose desde las alturas entre el día 31 de diciembre y el 1 de enero. El siglo XXI ha inaugurado un término nuevo, «colapsología», neologismo francés desprovisto de connotaciones religiosas, que parece converger mejor con nuestros tiempos modernos y que preconiza la destrucción de la civilización de un modo inminente. Su argumentación parte de lo que puede acontecerle al hombre con el derrumbe de la sociedad industrial y capitalista actual, cuando los servicios básicos (agua, comida, vivienda, ropa) no pueda proveerse de manera eficiente.
En esta ocasión, este derrumbe no se producirá por motivos religiosos, sino por guerras nucleares, cambio climático, un cataclismo económico o bien la deriva de la tecnología y la inteligencia artificial (las películas de «Terminator» son un ejemplo bastante evidente de esto). Todos ellos son argumentos muy actuales y presentes en la conciencia de los ciudadanos de nuestras sociedades. Las redes sociales han contribuido a la difusión de conspiraciones y, gracias a su influencia, también han propagado algunas tesis de la colapsología. La actual pandemia ha multiplicado las conjuras: unos hablan de la Covid-19 como de un virus de laboratorio para reducir la población mundial; otros, que está diseñado para reducir el número de personas sin recursos, y los de más allá, lo consideran como un intento de reducir el número de ancianos para aliviar el sistema económico. También hay quienes elucubran que el virus no existe y que se trata de una estrategia para controlarnos y que la vacuna que se está diseñando en estos meses persigue inocularnos un chip a cada uno de nosotros para tenernos dominados.
En este ambiente tan paranoico, con series como «Utopía», que pronto emitirá Amazon, y otras que ya se han estrenado, ha hecho que el número de los colapsólogos haya aumentado. Lo demuestra el éxito en Francia del libro «Cómo todo puede colapsar», de Pablo Servigne y Raphaël Stevens, y eso que el término, como quien dice, acaba de ser descubierto. Pero quizá haya que tener cuidado. Para que las cosas existan primero deben tener un nombre.