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Virilidad a prueba de triquinis

Ursula Andress y Seann Connery en «Dr. No», la primera cinta de la saga del agente 007
Ursula Andress y Seann Connery en «Dr. No», la primera cinta de la saga del agente 007RP©RADIALPRESS

Llegó tarde al Hollywood que se hundía en los años 50, pero aún le dio tiempo a interpretar al tipo de galán joven, fuerte y viril que encarnaban John Saxon, Edmund Purdom y John Gavin frente a «beefcakes» como Rock Hudson, Troy Donahue y Roger Moore. Sean Connery tuvo su gran oportunidad en 1962, al ser escogido para interpretar al agente secreto James Bond. Ian Fleming, que siempre había pensado en Gary Grant, se opuso a su elección, porque lo consideraba rudo y vulgar, incapaz de representar a su sofisticado y elegante espía con licencia para matar y amar con una copa de Martini en una mano y una pistola en la otra.

El éxito de la saga fue de tales dimensiones que le impidió escapar del cínico y mujeriego personaje por dos razones: no era todavía un gran actor y su impresionante presencia y apostura, lo incapacitaban para salir del papel de aventurero. Ni Hitchcock en «Marnie, la ladrona» (1964) pudo enderezarlo, ni sus papeles de tipo duro con Brigitte Bardot, Ursula Andres y Gina Lollobrigida le hicieron salir de la mediocridad del cine de aventuras de los 70. Una carrera errática que acabó con el fiasco de «Zardoz» (1974), de John Boorman, junto a Charlotte Rampling, donde aparecía envejecido, calvo, con un triquini a lo Borat y una trenza ridícula.

Sorprendentemente, su carrera despegó a partir de sus papeles como hombre maduro, sin el peluquín que llevaba desde los 17 años y alejado de su masculinidad. Junto a un Michael Caine envejecido, triunfaron en «El hombre que pudo reinar» (1975), y con el amor crepuscular entre Robin Hood y Marian en «Robin y Marian» (1976), de Richard Lester, con una Audrey Hepburn ya mayor, se convirtió en un nuevo tipo de maduro tierno. Ambos papeles le dieron una hondura como actor que reforzaron su apostura sexy. Desde entonces todo fueron éxitos, primero con «El nombre de la rosa» (1986), donde alcanzaba de nuevo el estrellato como monje detective, y ese mismo año gracias a «Los inmortales» (1986) era aclamado por la generación más joven.

Con ambos filmes entraba finalmente en la categoría de los grandes actores del cine. Los años siguientes se remataron con «Los intocables de Eliot Ness» (1987), por la que obtuvo el Oscar al mejor secundario, e «Indiana Jones y la última cruzada» (1989), donde interpretaba al padre del protagonista. Es curioso que fuese a la edad en la que los galanes se retiran del cine cuando Sean Connery adquiría el estatus de mito, y en 1989 la revista «People Magazine» lo consideraba como el hombre más sexy vivo. Diez años después, a la edad de 69 años, de nuevo era votado el más erótico del siglo XX. Qué lejano queda todo de aquel joven escocés alto, musculado y guapísimo que posaba desnudo como modelo para los estudiantes de arte de Edimburgo y había quedado finalista de Mister Universo a los veintitrés.