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Ned Kelly, el criminal por el que Mick Jagger dejó el rock y recibió un disparo

Ha quedado en la historia australiana como el bandolero más famoso (y querido) del siglo XIX, pero lo que no podía sospechar es que su figura inspiraría el “Brown Sugar” de los Rolling Stones
.La Razón

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Hubo un siglo, de finales del XVIII a finales del XIX, en el que en Australia se extendió una “curiosa” profesión que hacía frente a los extraños: los “bushranger”, algo así como “los soldados de los bosques remotos”. Su lucha en la sombra contra los colonos británicos ha querido ser vista por algunos como una especie de Robin Hood que robaban y asaltaban a los intrusos de aquellos lares. Sin embargo, encontramos “bushrangers” por todo el mundo y en todas las épocas, de los piratas de los mares a los bandoleros de la España del XVI, sin ir más lejos.
Y es que, al final, estos “Robin Hood” oceánicos no eran más que criminales que subsistían como buenamente podían en las tierras australianas, alejados de la ley, con el único fin de dar un “palo” a colonos y viajeros que les permitiera continuar con sus penurias una temporada más. Pero entre todos estos “bushrangers” hay uno que ha sobresalido por encima de todos en la historia “aussie”, ese es Ned Kelly (1854-1880), una leyenda local que ha sobrevivido a los años y que todavía hoy se recuerda, en algunos sitios, como una “leyenda nacional” (aunque también es verdad que no es un sentimiento unánime). Calles, centros y estatuas dan buena fe de ello (qué pensaría nuestra Ley de Memoria Histórica sobre el tema...).
Debates al margen, la figura del señor Kelly, que cumple 140 años de su muerte, tiene su punto. Además de ese ideal romántico de defender sus tierras ante el “malvado invasor” (aspecto en el que habría que ahondar sobre sus verdaderos intereses y sobre los avances que llevaron los “extranjeros” hasta el otro lado del mundo), se le pueden resaltar varios aspectos. Lo primero, su imagen, la de un tipo que hoy pasaría desapercibido paseando por la calle Fuencarral o como seña de una de esas renacidas barberías que han proliferado durante los últimos años en barrios y centros comerciales. Su tupé y su barba frondosa y larga harían las delicias de cualquiera de ellas.
Pero su fama no vino por su imagen, sino por sus quehaceres. Dicen que “de casta le viene al galgo” y Kelly heredó de su padre ese afán por vivir al margen de la ley. Si John “Red” Kelly, su progenitor, a los 21 ya había sido acusado de robar dos cerdos (afición, la del hurto, que no abandonaría nunca), Ned, con 14 años ya estaba enrolado en la banda de Harry Powell, uno de los “bushrangers” más reputado de entonces. Aunque también conviene alzar la voz por una buena obra del muchacho, que tres años antes, a los 11, salvó a un niño de morir ahogado en un arroyo. Le condecorarían “por su valentía” con una bufanda verde que le acompañaría hasta el final de sus días,
El mismo año que se asoció con Powell conocería de cerca a las fuerzas del orden. Tras robarle diez chelines a un comerciante chino de cerdos y aves, el señor Fook, el sargento James Whelan, viejo “amigo” de su padre, terminaría apresándole. Solo sería la primera de muchas. Entre robos, asaltos y asesinatos pasaría su vida hasta que se produjo el altercado de Glenrowan en 1880. La banda de los Kelly intentó descarrilar un tren, pero fallaron. El tiroteo terminaría con la vida de todos menos de uno, la de Ned Kelly. Vestido con un primitivo, y pionero, chaleco antibalas que más bien se parecía a la armadura del Hombre de Hojalata del “Mago de Oz”, sobrevivió. Aun así, fue gravemente herido. Debajo de todo ese aparataje llevaba su bufanda verde “a la valentía”. Fue capturado, declarado culpable y condenado a la horca.
Por entonces, las masas ya estaban de su parte. La “Carta Jerilderie” que había firmado un año antes y en la que Kelly intenta justificar sus acciones, incluido el asesinato de tres policías en Stringybark Creek, le hizo ganarse el favor del público tras describir una presunta corrupción policial y donde pedía “justicia” para las familias pobres. “(...) Acate las consecuencias, que serán peores que la sequía de una estación seca para los saltamontes en Nueva Gales del Sur. No deseo dar la orden con toda su fuerza sin dar una advertencia oportuna, pero soy un hijo de viuda proscrito y mis órdenes deben ser obedecidas”, advertía al final del texto de 1879.
La presión del pueblo hizo que en abril de 1880 el gobierno retirara el aviso de recompensa de 8.000 libras (1,5 millones de dólares australianos actuales). Después llegó Glenrowan, su detención y su posterior ejecución: “Así es la vida”, dijo antes de morir en la cárcel de Old Melbourne el 11 de noviembre de 1880.
Y dentro de toda esta historia, Mick Jagger encuentra su hueco en la película que rodó sobre el forajido en 1969. Cansado del rock y de los Rolling Stones, se fue hasta las antípodas para convertirse en el propio Ned Kelly en la cinta que lleva su nombre y dirigió Tony Richardson. Su novia Marianne sería su hermana en la ficción, pero la relación ya estaba rota y la joven terminó en un hospital de monjas tras una sobredosis de pastillas para dormir.
Poco le importó a Jagger, que se dedicó a sí mismo y a sus vicios. Cada día que iba a rodar lo hacía previo paso por los pubs locales, donde el vino de jengibre verde le tenía obnubilado. No intentó mimetizarse con las costumbres locales y eso provocó las risas de los vecinos de Braidwood: un muchacho delgado que no sabía montar a caballo. Pronto solucionarían el problema, pues Kelly de montar caballos sabía un rato y eso era un fijo en la producción, contratando al basurero del pueblo como doble del cantante.
De lo que no se libró Jagger es de un disparó en la mano durante una de las sesiones de rodaje. Para la rehabilitación le recomendaron ejercicio y, entonces, se refugió en su guitarra. Nació “Brown Sugar”. Respecto a la experiencia australiana, el músico no tuvo dudas: “Fue una mierda. No tenía nada más que hacer. Ahora todo lo que puedo decir es que me aseguraré de no volver a hacer algo así”.

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