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MADRID, 24/11/2020.- El cantante Raphael durante la entrevista con EFE para hablar de su nuevo disco "6.0" (Universal Music), que se publica este viernes y que se ha llamado así por sus 60 años de carrera. EFE/ Zipi

Raphael: “No saber cuando retirarme sería el mayor fracaso de mi vida”

El icono de la canción celebra seis décadas en los escenarios con un nuevo disco plagado de colaboraciones con artistas como Pablo Alborán, Mon Laferte o Vanesa Martín

Cuando, a mediados de los ochenta, José Luis Perales escribió la canción «Frente al espejo» sin saber todavía quién le daría el matiz correcto a su interpretación, tampoco imaginaba que la primera puesta en escena de la misma incluiría darle una patada a una superficie reflectante para hacerla añicos. La idea, tan rompedora como genuinamente dramática, no podía tener detrás a nadie más que a Raphael (Linares, 1943). Con menos vehemencia que entonces, pero con el mismo aura de icono que le precede mientras se abre paso entre su séquito, el intérprete presenta ahora «Raphael 6.0», un disco de celebración de sus seis décadas subido al escenario.

«Me gusta ser así e improvisar, pero cosas como la del espejo no esperaba que se quedaran y al final la gente las acababa pidiendo cuando tocábamos la canción. Si algo funciona no hay para qué que tocarlo», explica sobre la anécdota un Raphael que se ha rodeado de voces tan conocidas como las de Pablo Alborán, Mon Laferte o Luis Fonsi para su nuevo trabajo. El broche a la celebración, más allá de un álbum que sale hoy a la venta y en el que hace suyos temas de Rocío Jurado, Camilo Sesto o Enrique Bunbury, llegará el 19 de diciembre en Madrid, con un concierto en el Wizink Center y la continuación de una gira que se paró en seco por la pandemia: «Ha sido un año un poquito agrio, pero conservo la esperanza», explica.

Quizá por la longevidad de su carrera, quizá por el estado al que nos abocó el confinamiento, el responsable de «Qué sabe nadie» o «Digan lo que digan» confiesa que llegó a contemplar su retirada: «Uno de esos días, que parecían todos iguales, me dio por pensar. Y me dije: “¿De qué te puedes quejar? Has hecho sesenta años, que nadie ha hecho, en perfectas condiciones, buenas críticas, un público fiel y hasta en aumento. ¿Estoy preparado para dejarlo?” Llegará un día en el que diga que sí, pero llegué a la conclusión que todavía no». Y ahonda en ello: «Estoy bastante conforme con lo que ha sido mi carrera, mi trabajo y mi vida en esto, pero no me puedo descuidar. Llegaré hasta cuando y donde Dios me deje, siempre que sea en perfecta condición. No me gustaría llegar al final como un desecho de mí mismo».

La sombra del tiempo, esa que le elevó como prodigio en los sesenta y le vio sufrir por su salud a principios de siglo, es una de las grandes preocupaciones de un Raphael que ya solo compite contra sí mismo: «Yo soy muy crítico con lo que hago y no llegará el día en el que mi hijo me tenga que decir que ya es hora. No saber retirarme sería el mayor fracaso de mi vida. Tengo que irme como he vivido y como he hecho toda mi carrera», matiza.

 

Referente y diferente

Esa carrera, corta palabra en la que hay que forzar espacio para el controvertido disco de uranio o los llenos en el mítico Carnegie Hall o el Madison Square Garden, también ha servido de inspiración a muchas voces con las que comparte su nuevo disco: «Vanesa Martín, cuando estábamos grabando, me llamaba constantemente “maestro” antes de preguntarme cualquier cosa, y me cuesta entenderlo», explica.

Sobre esa conversión y esa transformación periódica del chico jienense al que decían que estaba «loco» por Edith Piaf pero que ahora es guía viva para varias generaciones, el artista no lo tiene tan claro: «¿Tú crees que yo soy un referente?», pregunta totalmente en serio antes de añadir: «Yo no lo sé. Creo que soy más diferente que referente, eso sí». Adjetivos grandilocuentes aparte, la explicación de su durabilidad y de sus constantes reinvenciones hay que buscarla, según Raphael, en su «capacidad para adaptarse y resistir», aunque añade contra el negacionismo: «Vivimos en una época en la que la gente se niega a cambiar sus hábitos, incluso cuando está en riesgo su vida. Si los que saben de esto nos dicen que hay que ponerse mascarilla o hay que vacunarse, yo estaré el primero. Y me aseguraré de que mi entorno también lo esté».

Precisamente sobre el virus que todo lo cruza, el cantante se muestra crítico con la gestión política de la situación y denuncia lo que el considera un «abandono institucional» de la cultura a su suerte: «Es terrible, porque se ha dado de lado a un sector en el que no ha habido apenas contagios. Ni en el cine, ni en el teatro, ni en los conciertos. Debería haber un poquito más de ayuda. Y te lo dice alguien que precisamente no la necesita pero sabe de mucha gente que sí, que está viendo como no será posible dedicarse a esto en un futuro ya muy cercano». Antes de despedirse, sin romper magia que desprende incluso en el ambiente industrial que acoge la charla, Raphael deja una genialidad más preguntado sobre su nuevo show: «Quien va a mis conciertos ya sabe qué es lo que puede esperar».