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Todo sobre ETA: el cine español reescribe el guion más sangriento

Una nueva ola en ficción y documental intenta establecer un relato definitivo
Matías G. Rebolledo
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Impresa a sangre y fuego en la memoria colectiva española, la huella de ETA es un denominador común de todos aquellos que alcanzaron a nacer antes de que acabara el siglo pasado. Para quien escribe, el primer recuerdo del impacto terrorista fue ver la fachada hecha añicos del Hotel Bahía, en Alicante, en el atentado del 22 de julio de 2003 en el que resultaron heridas ocho personas; para los todavía más jóvenes, puede ser el gráfico atentado de Barajas que mató a dos jóvenes ecuatorianos en 2006; para generaciones venideras, bien podría ser «Patria». La serie de Aitor Gabilondo, basada en el súper ventas de Fernando Aramburu y que produce HBO, es la punta de lanza de una nueva ola de narraciones, desde la ficción y lo documental, que intenta explicar el impacto del terrorismo en España.
Si bien la polémica por la cartelería de la serie que llenó la Gran Vía madrileña ya puso en aviso a la sociedad sobre lo abierto de unas heridas que, quizá, no lleguen a sanar nunca del todo, lo cierto es que el presente año ha estado lleno de producciones que han acercado la historia de la banda terrorista, sus causas, macabras justificaciones y consecuencias para con la propia historia del poder en España. Desde el punto de vista de dos madres ficcionalizadas, el de las decenas de miembros de la Guardia Civil que fueron asesinados, o desde la lucha por ser hegemónico en eso que hemos convenido en llamar “relato”, los hijos e hijas de la tragedia han intentado buscar respuesta a la pregunta con la que se escribe todo el dolor: ¿Por qué?
De pulsión documental, pero valiéndose de los resortes de la ficción, Movistar+ estrenó a principios de año «La línea invisible», de Mariano Barroso, sobre la fundación de la banda y el asesinato de José Pardines, el primero de su sangriento historial. La serie de Barroso, que por momentos se dejaba engatusar por los manierismos propios del cine heroico que nos toca experimentar y que también incorporaba una trama romántica, inauguró un año 2020 que, casualidad o no, será el año de ETA en la ficción española.
Junto a él, el gigante audiovisual de Telefónica puso a disposición de sus abonados una serie de entrevistas de gran calidad de producción del periodista Jon Sistiaga en «ETA, el final del silencio». Con su “raza” habitual y su habilidad para la edición de silencios que invitan al espectador a darle una segunda vuelta a lo que está contando el entrevistado, el ex corresponsal de guerra hablaba con etarras arrepentidos y familiares conciliadores, pero también había hueco para la sal en las heridas de aquellos que justifican todo por “la lucha” y quienes quieren que los hijos paguen los pecados de los padres.
Hace poco, contando con una gran premiere en el Festival de Cine de San Sebastián, Amazon Prime Video contó con los testimonios de todos los ex presidentes para tejer «El desafío: ETA», desde la perspectiva de la Guardia Civil. A través de una serie de ocho capítulos que no alcanzan la hora de duración, la producción del gigante de Bezos se centraba más en lo didáctico: esto es, se podía entender el esfuerzo documental por registrar los hechos como si se tratara de un documental incluso aunque algún adjetivo calificativo quedará totalmente fuera de lugar. De hecho, no fueron pocos los miembros de la izquierda abertzale que veían en el documental orquestado por José Antonio Zarzalejos ciertas “manipulaciones” cinematográficas. A la sazón, colaboradores activos con la banda mostrados en planos lúgubres y aberrantes o justificaciones del inexcusable terrorismo de Estado que llevó a cabo del GAL.
¿Y qué opinan los que lo vivieron de cerca?
Para Miguel Folguera, consejero de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), lo importante es “no equiparar el dolor” y recalcar que “no hubo dos bandos, sino un terrorismo asesino y sistémico que se combatió desde el Estado”. De hecho, para Folguera, esta ola no puede ser sino “beneficiosa” para que se entienda el dolor por el que pasaron los familiares y las víctimas del terrorismo de ETA: “Por supuesto, es más fácil que un chaval vea “Patria” antes de que se quede con lo que está en su libro de texto, pero se trata de acciones complementarias”. Asociaciones de familiares de presos de la banda terrorista como Etxerat han declinado amablemente participar en el presente reportaje por no poder ofrecer “una opinión común” ante todas las nuevas producciones.
De entre aquellos que han aportado su grano de arena este año, pero que llevan años enfrentándose a eso que unos llaman “conflicto” y otros, más acertadamente, “baño de sangre”, destaca la inconfundible voz fílmica de Iñaki Arteta. El realizador vasco, que lleva casi dos décadas abordando el tema, cree que la ingente cantidad de producciones es una “coincidencia”, pero remarca su importancia: “Hay prisa por cerrar heridas y hay interés, por parte de los terroristas, en que no se les recuerde lo que han hecho”. Y añade: “El audiovisual tiene un poder enorme y nos ha explicado el Holocausto o la Guerra Civil, pero al final cada uno recuerda su propia verdad. No podemos cargar con toda la responsabilidad de la memoria”.
Arteta acaba de estrenar “Bajo el silencio”, un documental reportajeado en el que un joven periodista viaja a las cenizas del terrorismo para intentar hablar con supervivientes y con quien todavía justifica los 864 asesinatos de la banda. De hecho, su filme fue noticia por las sorprendentes declaraciones del cura de Lemona, en las que afirmaba, gesticulando: “No sabes a qué atenerte, por una parte te alegras porque piensas que su merecido se llevan y, por otro lado, jo, pero no está bien”.
La última producción en estrenarse en nuestro país ha sido “Bajada de bandera”, un documental y mediometraje de Felipe Hernández Cava, en colaboración con la Fundación Miguel Ángel Blanco, sobre los 13 taxistas a los que ETA asesinó entre 1969 y 1985, haciendo de este colectivo el civil más golpeado solo después de los políticos.