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Led Zeppelin I: los dioses hacen rock y viceversa

Se cumplen 52 años del debut de la banda británica, una obra maestra sobre la que pesaron acusaciones de plagio a Jimmy Page pero que definió el alfabeto de un nuevo lenguaje musical

Portada del álbum de debut de Led Zeppelin, publicado el 12 de enero de 1969.
Portada del álbum de debut de Led Zeppelin, publicado el 12 de enero de 1969.Archive

Solo tres semanas después de su primer ensayo, The New Yardbirds dieron su primer concierto con un nombre prestado o reciclado, como todo lo que se cuenta en esta historia, aunque algunos utilizasen directamente la palabra robo. Antes de ser Led Zeppelin, el nuevo grupo de Jimmy Page se llamaba casi como su anterior banda. Los primeros dioses del rock a punto estuvieron de grabar su disco de debut con el viejo nombre y no se bautizaron definitivamente hasta que llegó una demanda pidiendo que cesaran de utilizarlo. Led Zeppelin publicaron su primer trabajo el 12 de enero de 1969, una obra maestra que surgió de aplicar energía nuclear a material de raíz en algunos casos ajeno que sin duda dio lugar a un alfabeto nuevo, casi un nuevo culto.

Sobre el disco pesaron múltiples acusaciones de plagio a medida que, con su éxito, la prensa iba descubriendo “inspiraciones” no acreditadas. Sin embargo, ni los propios autores del trabajo, acostumbrados a darse codazos en el entorno secundario del blues, podían imaginarse que el álbum iba a convertirse en un clásico. El 27 de septiembre, en Londres, con apenas unos cuantos conciertos a sus espaldas y tres meses de existencia, el grupo de Jimmy Page, que ya era más reconocido que Plant, Bonham y Jones, entraban al estudio a grabar.

Todos los costes del disco, de unas 1.782 libras, corrieron a cargo de Page. Era su proyecto personal, su visión. No iba a permitir ceder el control artístico del trabajo y tampoco del repertorio, que estaba formado por versiones que los nuevos Yardbirds tocaban en directo. Apenas habían tenido tiempo de ponerse a componer mientras buscaban acoplarse unos a otros. Page, en aquel momento, libraba una guerra de egos con Jeff Beck, al que había sustituido como guitarrista en The Yardbirds y al que ansiaba superar y buscaba por ello el éxito con avidez.

Tras solo treinta horas en el estudio, los cuatro músicos terminaron de grabar el disco, que ya estaba listo para ser masterizado. Eran cuatro maestros, jóvenes pero experimentados, y encajaban a la perfección. Todavía no tenían nombre pero ya habían grabado el disco que marcaría toda una década, la de los setenta, y sería el embrión de un género, el heavy metal. Era un disco que, al escucharlo por primera vez, podría tragarte entero. Solo que de momento no tenían discográfica donde publicarlo y no la consiguieron en Inglaterra, país de origen de los Zeppelin: fue en la emblemática Atlantic gracias a Peter Grant, uno de los mánagers más habilidosos de la historia, precisamente la persona que sacó a colación la broma con la que Keith Moon (batería de The Who que estuvo a punto de ser reclutado por Jimmy Page) se había reído del grupo: “Caeréis como un zepelín de plomo (lead zeppelin)”, dijo. Grant fue quien le quitó la a para facilitar la pronunciación en Estados Unidos.

En directo, el grupo iba probando sus credenciales a un volumen ensordecedor, casi indigerible en aquellos años. Sus interpretaciones salvajes y no tenían precedente y los seguidores del blues no comprendían nada, salían incluso espantados. La crítica puso el acento en otras cosas, como en el hecho de que las dos versiones reconocidas del disco, “I Can’t Quit You, Baby” y “You Shook Me” apareciesen sin citar al autor, en ambos casos Willie Dixon. Incluso, la segunda de ellas era un doble robo, porque acababa de ser publicada por Jeff Beck, pero se ve que Page, que había recibido una copia de aquel disco, “Truth”, no llegó a escucharlo. Más difícil de entender resultó que John Paul Jones no recordase que él mismo había tocado el Hammond para aquella versión junto a Beck. Claramente, había una lucha de egos porque la versión de Zeppelin es pura proteína y con ella querían lanzarle un mensaje a su viejo competidor.

Sin embargo, los críticos percibieron esto como una señal de envidia de Page hacia Beck y no hicieron más que insistir en que era un mero copista. Y la cosa quedaba más clara cuando se demostró que “Dazed And Confused”, que en el disco Page firmaba en solitario había sido en realidad escrita por un joven cantautor de 28 años llamado Jake Holmes, que había sido telonero de los Yardbirds y cuya balada “Dazed And Confused” ya habían versionado al final de la etapa de la banda. Aunque la canción era esencialmente la misma, el ambiente perturbador, los efectos de guitarra (con el arco del violín en la guitarra eléctrica), los chillidos y gemidos son creación de la visión que tenía Jimmy Page de lo que los Zeppelin iban a transmitir. Pero Page se atribuía la canción de manera muy poco ética, como cuenta Mike Wall en “Cuando los gigantes caminaban sobre la tierra” (Alianza), quizá la biografía más completa del grupo. Tampoco aparecía en el original, pero Page tuvo que corregir la autoría de “Baby, I’m Gonna Leave You”, que se atribuía exclusivamente, para incluir a Anne Bredon, una cantante folk americana, aunque es cierto que la banda pensó que se trataba de un tema “tradicional”.

Más críticas recibieron por no acreditar que “How Many More Times” era una composición basada en “How Many More Years” de Howlin’ Wolf y el caso de “Black Mountain Side” no fue tanto una cuestión de prensa como de tribunales: Bert Jansch logró ser reconocido como co-autor de una canción que se atribuía en exclusiva Page, que había estado obsesionado con su música y disimuló poco al al adaptar “Black Water Side” sin reconocerlo. El resultado es que, andando el tiempo, ni una sola de las canciones del álbum de debut ha quedado reconocida como obra de Page en exclusiva pero qué importa eso ante semejante trasanlántico sonoro. Nadie puede dudar de la inmensa originalidad de un trabajo que, paradójicamente, parte del préstamo, exactamente el proceso de la cultura popular.

El disco fue elegido en el puesto 29 de la lista de la lista de los 500 mejores discos según la revista “Rolling Stone” y seguramente ha sido uno de los más castigados por el nuevo canon editado en 2020, al descender cruelmente hasta el puesto 201.