¿Aguantaría siete días de aislamiento, silencio y cine en una isla remota de Suecia?
Pater Noster es el escenario insular elegido por los organizadores del Festival de Cine de Gotemburgo para llevar a cabo un experimento extremo solo apto para cinéfilos
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Enigmático atraque de sueños y sombras, brújula continental de homéricos anhelos, contenedor rocoso de horas imaginadas. Desde el Ulises de Joyce, hasta la Trilogía de Corfú de Gerald Durrell o la troupé de niños asalvajados de William Golding, la isla como elemento natural y fuente de inspiración cultural siempre ha funcionado como ese “gran ojo mirando hacia fuera” que mencionaba Komunyakaa. Pero la literatura no ha sido la única disciplina artística que se ha mostrado permeable al embrujo de los archipiélagos.
Fue el silencio onírico y solitario que con fidelidad ha acompañado a los paisajes insulares lo que curiosamente atrajo de inmediato a un cineasta como Ingmar Bergman: “Si quisiera ser solemne, diría que encontré mi verdadero hogar, si quisiera ser divertido podría afirmar que fue un flechazo”, confesó al poco de pisar la isla sueca de Farö en 1960 para rodar entre agua, viento y raukars –esas piedras monolíticas lunares de extraordinaria rareza que parecen sacadas de cualquier planeta menos del nuestro– los conflictivos devenires de esa familia compleja y aislada que protagoniza “Como en un espejo”.
Tras su primer contacto con el sugerente enclave, el creador de “Persona” (también rodada allí) lo convierte en su retiro soñado y construye, además de una pequeña casa en la costa, una sala de cine en un antiguo establo reformado a la que poder acudir religiosamente todos los días para ver una película. Lo cierto es que no podemos señalar con exactitud el número de veces que el director del Festival de Cine de Gotemburgo habrá visto “La isla de Bergman”, –el documental realizado por la periodista televisiva Marie Nyreröd que profundiza sobre el estrecho vínculo del autor con Farö– para poner en marcha el experimento “Cine aislado”. Pero en vista del evidente parecido de la actividad con la peripecia vital del realizador sueco, intuimos que unas cuantas.
Una semana entera en la remota isla de Pater Nostre (ubicada en la costa oeste de Suecia) sin móvil, sin ordenador, sin compañía, sin libros, sin intercambios verbales, sin el ruido contaminado de la ciudad, disponiendo de la única compañía del silencio, el abrazo del mar y la belleza de 60 películas que compiten en el festival. En estos tiempos pandémicos lastrados por el hastío y la extenuante monotonía la verdad es que la propuesta suena ciertamente idílica. Después de competir con más de 12.000 candidaturas, la enfermera y devota cinéfila Lisa Enroth ha sido la elegida, la bendita afortunada.
Su perfil se ajusta a la perfección a las exigencias de los organizadores del certamen, quienes publicaban en la web oficial del festival que el candidato o candidata debía ser “un entusiasta del cine, acceder a grabar un videoblog diario sobre el experimento y estar preparado emocional y psicológicamente para pasar una semana en este tipo de aislamiento” y justificaban la idea aludiendo a la resignificación que el cine puede adquirir en estos momentos. “Ahora ya hemos visto películas aislados y esto cambia nuestra relación y percepción con las películas. Pueden llegar a tener un significado distinto, también causarnos unas sensaciones más extrañas”, ha subrayado Jonas Holmberg, director artístico del festival.
Acostumbrada a lidiar con un volumen de estrés considerable como consecuencia directa de su profesión y de la evidente gravedad de la situación sanitaria mundial que sigue inundando nuestra realidad, para Lisa esta oportunidad supone una recompensa, un regalo de tiempo. Mientras se dirigía al excepcional escenario, la joven confesaba: “¡Dios mío, esto va a ser muy divertido! Como enfermera, tengo la sensación de que he pasado siglos escuchando, probando y consolando. Siento que me quedo sin energía. Y ahora el viento, el mar, la posibilidad de ser parte de una realidad totalmente diferente durante una semana... todo esto es realmente atractivo“.
Por el momento Lisa lleva dos días en este particular y apabullante remanso de paz solo apto para amantes del séptimo arte sin indicios de talasofobia y por la sensación que transmite en su segundo videoblog, parece estar anímicamente encantada. Ha visto dos películas; “Tigers”, un drama de Ronnie Sandahl con pretensión revitalizante de las clásicas películas deportivas sobre las condiciones inhumanas de la industria del fútbol y la evocadora y celebrada “Ondina”, dirigida por Christian Petzold. Sobre esta segunda reconoce haber echado en falta la presencia de gente de su entorno para poder comentar la multitud de reflexiones e interrogantes que su cabeza perfilaba a medida que la contemplaba.
Paradójicamente exigimos silencio en la sala de cine a nuestros acompañantes habituales y cuando no tenemos a nadie al lado importunándonos con apreciaciones innecesarias, añoramos y deseamos su presencia para compartir aquello que nos quema. La soledad a veces es igual de caprichosa que la pasión y parece que por ahora Lisa está aprendiendo a disfrutar de ambas. Esperemos, eso sí, que no comience a invadirla el espíritu de Bergman al quinto día de experiencia y le dé por revestir la felicidad de drama. Pater Nostre es un lugar demasiado pequeño para las tormentas.