Josep Maria Pou: “Las noticias de la covid me han provocado ataques de ansiedad”
El actor visita Madrid convertido en Cicerón dentro de un espectáculo en el que se trazan múltiples paralelismos con la actualidad de las noticias
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Utilizando un lenguaje más propio de Broadway diremos que en “Viejo amigo Cicerón” se junta uno de esos “Big Three” de las tablas españolas: Ernesto Caballero, Mario Gas y Josep Maria Pou; autor, director y actor, respectivamente. Así que es este último el que, acompañado de Alejandro Bordanove y Maria Cirici, actualiza sobre el escenario la historia del orador romano para lograr que cada función se parezca a aquello que hemos escuchado ese mismo día en las noticias: “Se adapta al momento del espectador”, asegura un actor “afortunado”, dice, por volver con una gira “casi completa” que ya ocupa el Teatro La Latina.
–No todo el mundo tiene esa suerte de poder girar...
–El tejido teatral ha sufrido mucho. Igual que le ocurre a la sociedad en general, los que lo están pasando peor suelen ser los más débiles: las productoras de tipo medio o pequeño, a los que los teatros públicos tienen que dar cancha. Lo pagan los jóvenes, los emprendedores de este oficio, pequeñas producciones que se defendían con mucho trabajo y muchos bolos. Yo he de decir que en todas partes veo teatros llenos dentro de las posibilidades de los aforos reducidos.
–Ya sabe, “la cultura es segura”, dice el lema.
–Pues no sé si es por eso, por la empatía de la gente, por las ganas o qué, pero hemos conseguido llenar los teatros, que, al principio, con todo cerrado, era demasiado anómalo.
–Así están en toda Europa.
–Somos privilegiados. En Inglaterra y Francia van a hacer un año con todo cerrado... La cultura en general debe apuntarse el tanto porque, por ejemplo, los libros también han aguantado el envite.
–Se vende más por internet, pero no se puede perder el contacto con el librero.
–¡No! Yo tengo ese vicio. Lo primero que hago en las giras es ir a la librería de la ciudad.
–También los vinilos viven un buen momento: una de cada cinco ventas de la música.
–Tendré que sacar rendimiento a mi colección.
–¿Se le ha perdido el miedo a la Covid?
–Yo le tengo más miedo que hace un año. Tenemos, por supuesto, la esperanza de la vacuna, aunque toco madera porque, hasta ahora, no he tenido ningún problema. Tomando medidas uno puede llegar a librarse, pero últimamente, con la crecida de la tercera ola y la multiplicación exponencial de los casos, le tengo más respeto. Esa cifra de fallecidos da miedo. Voy por el mundo trabajando como si fuera un chaval, pero estoy en el punto máximo de riesgo. Soy de los que practica el auto confinamiento: salgo solo por los motivos imprescindibles de trabajo. No tengo ningún tipo de vida social.
–¿Cómo ve el panorama?
–Noto mucha sobreactuación en las informaciones. No creo que la gente sea feliz dando malas noticias, pero se le da un tono excesivamente dramático.
–¿Ve presentadores con vocación de intérpretes?
–Sí y yo creo que convendría tranquilizar a la población porque me ponen nerviosísimo. Me alteran. Han llegado a provocarme ataques de ansiedad.
–¿Se le ha pasado la adicción a las noticias, siempre se ha confesado un fiel lector de la Prensa?
–Sigue siendo una obsesión. Mi frustración es no haber sido periodista de grandes reportajes.
–Vayamos con la obra: se estrenó en Mérida en 2019, ¿tiene ahora otra lectura?
–Se adapta al momento del espectador, cada uno encuentra lo que le es útil. Parece que la función cambia de actitud con el paso de las épocas. En Barcelona encajó dentro de los disturbios de octubre de 2019: se hablaba de elecciones, de cómo salvar la democracia...
–Entonces, también tendrá una lectura “trumpista” después del asalto al Capitolio.
–Por supuesto, aquel día estábamos en Málaga y se vivió con un estado de ánimo distinto. No olvidemos que en la ingente obra de Cicerón hay textos como “Cómo gobernar un país” u otro, escrito con su hermano, que es “Cómo ganar las elecciones”.
–¿Cree que Sánchez e Illa se han leído este último?
–Quiero pensar que lo ha hecho más de uno. Son libros que siguen en las librerías. Pero más allá de esto, los políticos deberían leer a Cicerón por una cuestión de oratoria y no tanto de ideas. Tienen que expresarse mejor. Hay sesiones parlamentarias que parecen batallas de patio de colegio. Parecen adolescentes tirándose avioncitos. Sueño con ver debates como los del siglo XIX o los de Azaña. Está muy deteriorado. No sé si estas nuevas generaciones de políticos han leído menos, pero noto una gran pobreza de lenguaje y de construcción de argumentos. Debe ser una deformación de mi oficio que me guste fijarme en los discursos.
–¿Tenemos las élites menos preparadas de los últimos tiempos?
–Quizá. Hay algo de política-espectáculo que es nefasto. Están más pendientes de estar en los periódicos de la manera más agresiva que de ocuparse de los temas importantes. Hay una cosa muy curiosa en Cicerón: cuando le cortaron la cabeza la pusieron en su tribuna y el público fue en mayor número que cuando iban a escucharle, que eran unos pocos. Ya entonces, como ahora, se impuso el morbo.
–Esos son los orígenes de “Gran Hermano” y compañía...
–Con lo que tenemos, es posible imaginar que alguno de estos políticos participe en esos “realities”.
–Presenta a Cicerón como un político excepcional, ¿fue así?
–No me gusta engañar. No decimos que es el mejor ni respondemos a qué político actual se parece, porque no hay ninguno. Pero tampoco fue perfecto: instigó al asesinato de César. Era un intelectual que se metió en política porque cree que su obligación es colaborar con el bien común, participar en la conversación pública. Eso es lo que echo en falta hoy. Me gustaría que hubiera un mayor nivel en la clase política.
–¿Es el interés partidista, por encima del general, el problema actual?
–Estamos viviendo un momento peligroso y raro porque los dirigentes están al servicio del partido y no del pueblo. Es una pequeña perversión de la democracia. No sé dónde lo han aprendido.
–¿Falta la coherencia de Cicerón?
–Precisamente por ser coherente no dudó en enfrentarse a su íntimo amigo Julio César, que quería ser dictador vitalicio.
–Ahí es cuando dice aquello de “soy un ciudadano romano; no puedo aceptar ningún poder que pretenda estar por encima de las leyes”.
–Justo. Una de sus miles de frases. También se adelantó a las “fake news” cuando dice: “El buen orador, como el político, deben comprometerse con la verdad”. Y añade: “Y no siempre ha sido así”.
–También es suyo eso de que “no necesitamos héroes; sino es escoger a los mejores para que nos representen”. Eso está difícil hoy.
–Parece escrito para ahora.
–Aprovechando las dotes lingüistas de su personaje, ¿el castellano está amenazado en Cataluña?
–No lo he creído nunca. Es más, como lengua minoritaria que es el catalán, como otras, hay que apoyarla. Pero no hay síntomas de que el español vaya a desaparecer.
- Dónde: Teatro La Latina, Madrid. Cuánto: desde 24 euros.