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Juan Echanove vuelve a subirse al escenario del Infanta Isabel con "La fiesta del Chivo"

Juan Echanove: “La solidaridad terminó en el momento en el que la gente se fue de veraneo”

Reconoce el actor que esto de la pandemia se le está haciendo largo, pero tiene la esperanza puesta en sus dos salvavidas: la vacuna y, por supuesto, su Atleti. Vuelve a Madrid por tercera vez con “La fiesta del Chivo”

El 9 de abril de 2020 Juan Echanove daba “ánimos” en las redes sociales. “Ya queda menos” para pasar el rollo este de la covid, decía. Sin embargo, “no lo imaginábamos tan largo”, responde ahora. Un momento en el que asegura que se abraza a la vacuna como “la salvación absoluta”, aunque le queda otro clavo al que agarrarse para que las penas sean más llevaderas: su Atleti. “Ahora es peor ser del Madrid y del Barça, pero esto es como si te toca el Euromillón y el mundo está destruido. Vamos a ganarlo todo y nos va a tocar celebrarlo en casa en silencio”. Aun así, lo primero que hace cuando entra en el camerino es mirar el resultado de su equipo. Solo el teatro, el trabajo, está por delante. Manda “La fiesta del Chivo”. Intentó huir del uniforme del dictador Trujillo –”pero entendí que debía ponérmelo durante la obra”– y ya es la tercera vez que pisa Madrid con él (en el Teatro Infanta Isabel).

–¿Qué tal lleva estos tiempos?

–Depende. Paso por todos los estados de ánimo: optimista, deprimido, eufórico, decepcionado... Supongo que igual que todos. Pero me agarro a que soy un privilegiado porque tengo un espectáculo con el que girar. Simplemente tener un trabajo está cobrando una importancia enorme.

–Más en este sector, que solo unos pocos podéis decir eso.

–Soy consciente de que no somos muchos girando.

–Solo los top...

–Es un momento en el que cada uno hace la aportación que puede. Por eso no me gusta medir a todo el mundo con el mismo baremo. No se le puede pedir lo mismo a un cabeza de cartel que a otro del equipo. No es la misma responsabilidad, pero igualmente todos somos más imprescindibles que nunca. O arrimamos todos el hombro o no se produce el teatro. También el público, por supuesto, solo el hecho de verlo llenar los patios nos enorgullece a los del escenario.

–¿A qué ha renunciado en estos meses?

–A todas las comunidades. El ejemplo es el del otro día en Pamplona: después de la función encargamos un par de pizzas y nos las comimos en el hall del hotel con un par de cervezas. Ya no tenemos más que eso, la función y dormir. Ya no nos quedan comodidades.

–Ya ni la copa “digestiva” de después de cenar.

–Es inútil pretender que este país cambie de la noche a la mañana y deje de entender los bares como puntos de vida. Para eso se necesitan meses, años. En esta compañía le damos la vuelta a eso y cuando nos reunimos hacemos puesta en común de las cosas que nos pasan y vemos cómo afrontarlas.

–A ver si de esto va a salir un libro de autoayuda.

–Tanto no, pero sí se está grabando en mí un libro que titularía “La gira más bonita y dura que jamás soñé”.

–Tercera vez que pisa Madrid con “La fiesta del chivo”, ¿tiene una nueva lectura?

–La obra no ha cambiado nada, pero la sociedad sí, así que sí. Se modifica el contexto. Aquí hablamos de humillaciones, de violencia, del robo del capital de un país a mano armada, de la corrupción... Todo son cosas que ves en el telediario. Cuando empezamos no le daba importancia a algunas cosas de la obra como cuando se dice “todo el mundo hace negocios a mi costa”... Y luego ves que un laboratorio pone en jaque a toda la Unión Europea... Si torean así a la unión, cómo no van a torear a España en los mercados internacionales. El sistema en el que vivimos hace aguas por todos lados. No quiero discursos de que todo es una mierda, pero hay que reconocer que esta casa es una ruina, que diría Tom Hanks. Hay que hacer reformas totales, y pensando en la vida, no en ideologías.

–¿Cuándo se acabó la buena fe en esta crisis?

–Pensábamos que estábamos en Disney y no, ¡esto es el mercado! La solidaridad terminó en el momento en el que la gente se fue de veraneo. Es una cosa que repetimos en Navidad y volveremos a hacer en Semana Santa, en verano otra vez... Yo ya no quiero pensar en cosas que no pueden ocurrir. No pienso más allá del finde que viene.

–Y, más allá de la vacuna, ¿cuál es el antídoto contra ese sistema?

–Solo nos queda la responsabilidad individual y que cunda el ejemplo. La gente necesita dejar de observar incongruencias. Todos tenemos contradicciones, pero no se puede prometer una cosa y la contraria al mismo tiempo. Los ciudadanos necesitamos estabilidad emotiva porque la situación afecta al espíritu de todos. Yo, que estoy de gira por todas las comunidades, veo que la gente no entiende por qué en Madrid se pueden hacer actividades que en sus ciudades no... Todo eso lo meto en un glosario que llamo “Las cosas que no entiendo”, que, con todo lo que tengo acumulado, cada día es más gordo.

–En Madrid, por lo menos, se han mantenido los teatros abiertos y libres de virus.

–Por eso reclamábamos al principio de la pandemia que la cultura es un bien de primera necesidad. Es una actividad esencial.

–¿Se le pasó el enfado con el ministro Uribes?

–Se me fue a las 24 horas. Trabajo en la empresa privada y no tengo relación con el Ministerio, salvo cuando he actuado en el Centro Dramático Nacional y la Compañía Nacional, pero entiendo que, de la misma manera que la Sanidad está transferida a las comunidades autónomas, el Ministerio de Cultura tampoco puede hacer mucho. Al final dependemos más de lo que hace la consejería de un municipio o comunidad que del Ministerio.

–El otro día usted decía que solo el 5% de la población se preocupa por la cultura...

–No lo digo yo, es un dato del INE.

–…¿Por qué la gente no es consciente del valor de lo que usa (porque todos nos refugiamos en la música, el cine, los libros... y más durante el confinamiento)?

–Claro que la hemos usado todos, pero esa percepción tiene que ver más con la educación, la escuela y más cosas donde hemos perdido el tren hace tiempo. Llevamos mucho retraso. Debería acometerse una transformación social importante en tecnología, cultura, medio ambiente, educación...

–No sé yo si veo a nuestros mandatarios muy capaces de lograr ese consenso.

–Desde luego que no, pero también te digo que en España mantenemos abiertos los teatros y en otros lados no porque fuera destinan unos recursos para mantener ese sector que los tiene protegidos y nadie lo discute porque consideran que es muy importante.

–¿Aquí son cosas de “titiriteros”?

–Pues sí, como decía la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, son “mamandurrias”. Y esa es la dialéctica de alguien que considera que la cultura no es esencial.

  • Dónde: Teatro Infanta Isabel. Cuándo: hasta el 28 de febrero. Cuánto: desde 20 euros.
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