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«“Dos ciudades”, de Adam Zagajewski, hace que valoremos más nuestra cultura»

Con esta obra del poeta polaco, el director de teatro ha aprendido a explorar la propia tradición, que peligra de perderse por «tanto mirar la pantalla»
Academia de las Artes Escénicas

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Hasta el 28 de febrero, Eduardo Vasco dirige en el Teatro de La Abadía (Madrid) «Carsi», una obra que, en tono de comedia, pretende ser un grito a favor del tiempo y en contra de la velocidad. Para el director, esa pausa que examina el pasado es fundamental para entender qué nos rodea. Es necesario «valorar la propia existencia cultural», sostiene. Por ello, recomienda un libro que le sirve de evasión y lección para evitar la ignorancia de la fugacidad:
–«Dos ciudades», del polaco Adam Zagajewski.
–¿Por qué?
Leo mucha poesía y no conocía a este autor. Me dedicaba más a la poesía castellana, hasta que cayó en mis manos. En el libro cuenta la peripecia de su familia cuando, tras la guerra, su ciudad natal polaca se incorporó a la Unión Soviética y se vieron obligados a mudarse a una ciudad alemana que Polonia acababa de anexionarse. Narra esa transfusión de gente que se hizo al acabar la contienda. La obra es maravillosa por cómo lo cuenta, por esa manera impresionista de hablar de su familia y de la desolación de sentirse siempre en un lugar extranjero.
–¿Es un libro de poesía?
–No exactamente. Zagajewski es un poeta y esta obra está entre la narrativa y la poesía. Se compone de dos partes. Primero, una serie de reflexiones y pequeñas ficciones sobre su vida y, luego, otro apartado que es una micelánea de ideas. Realmente todo está escrito en prosa, pero en una muy poética, típica de él. Es una obra fascinante.
–¿Qué reflexión destaca?
–El desarraigo. La sensación de no pertenecer a ninguna parte y cómo la analiza a través de los personajes. Por otro lado, otro gran tema es sobre el hombre que está bajo un sistema, en este caso el de las últimas décadas de los regímenes soviéticos en Polonia. Habla sobre las relaciones humanas dentro de un sistema tan deshumanizado como ese.
–¿Qué ha aprendido?
–Los españoles somos muy locales. Estamos muy enraizados en nuestra cultura y, de repente, la idea de poder perder esos referentes... Yo procedo de Alcalá de Henares, una ciudad con un casco histórico muy definido. Estoy muy impregnado de mi cultura y la idea de quedarme sin eso es algo que me inquieta mucho. Me hizo explorar más mi idea sobre la tradición, la cultura, sobre eso que va más allá de los seres humanos y que está en las piedras, en las bibliotecas o en los jardines.
¿Nos alejamos de nuestras raíces?
–Tanto mirar la pantalla nos está haciendo perder esa perspectiva y eso es un desarraigo. El entorno marca tanto que, por mucho que intentemos escapar por lo virtual, es inevitable que acabemos perteneciendo al mismo sitio.
¿A quién le serviría leer «Dos ciudades»?
–A cualquiera que tenga ganas de leer algo sensible, bello y muy entretenido. También a quien quiera asomarse de manera ficcional, evidentemente, a una ciudad entera que pierde sus raíces para aprender a valorar más su cultura.
Más allá del argumento, ¿qué destaca de Zagajewski?
–Del autor lo que me fascina es cómo, con un lenguaje sencillísimo, con una simplicidad abrumadora, logra construir mundos y transmitir emociones tan complejas y profundas. Al leer una frase piensas que cómo es posible que haya llegado hasta ahí, sin usar palabras rebuscadas... Es un hombre que consigue que la sencillez sea un arma poética muy contundente.