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Paloma Sánchez-Garnica, en la Plaza Nueva de Sevilla /Foto: Manuel Olmedo

«“El mundo de ayer”, de Stefan Zweig, es un aprendizaje, un tortazo en la cara»

La escritora asegura que la literatura de Zweig en general y esta obra en particular sirven «para entender los tiempos que vivimos y lo que somos»

Me pide pocos minutos para revisar su biblioteca y, «tras dejar muchas otras a un lado», elige una obra «que me estoy releyendo». Paloma Sánchez-Garnica es escritora, licenciada en Derecho y Geografía e Historia y, ante todo, una enamorada de la literatura. Asegura que es lectora «desde que tengo uso de razón» y que el tiempo le ha enseñado a ser más analítica, pero no por ello menos entusiasta. Autora de «La sonata del silencio» y del Premio Fernando Lara 2016 «Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido» (Planeta), se decanta por un libro «imprescindible» de un autor «con una sensibilidad extraordinaria»:

–«El mundo de ayer», de Stefan Zweig. Cualquier obra suya me parece necesaria, pero en los tiempos en los que estamos, este libro es absolutamente acertado. Se lo debería leer todo el mundo.

–¿Qué le ha hecho decidirse finalmente por Zweig?

–Hace 6 o 7 años, un librero me descubrió a este autor y empecé leyendo este libro. Ahora tengo toda su obra. Este volumen, concretamente, es indispensable para entender los acontecimientos que precipitaron a la Vieja Europa, la de la Belle Époque, en el desastre de la Primera Guerra Mundial y, como consecuencia, en el ascenso de los totalitarismos y la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial. Lo retrata tan bien, lo expresa tan bien, tan clarividente, que hay muchas cosas que podemos comparar con estos tiempos.

Stefan Zweig, en un barco, con su aspecto cosmopolita
Stefan Zweig, en un barco, con su aspecto cosmopolitalarazon

–¿Cómo qué?

–A la segunda parte del siglo XIX la llamaron Belle Époque porque era un tiempo de seguridad, libertad, avances tecnológicos, descubrimientos... Se comenzaba una especie de globalización pero, por culpa del egoísmo de los nacionalismos se rompió la paz. Es la misma situación que hemos tenido desde 1945 en toda Europa y, a veces, temo que estemos en una ruptura similar. Por eso el libro es un aprendizaje, un tortazo en la cara.

–¿Vivimos en una burbuja que está estallando?

–Espero que no. Zweig vivía en otras circunstancias, se fue decepcionando y fue muy pesimista. Pero yo soy optimista, creo en la política, no tanto en los políticos, creo en Europa, en el sistema que tenemos y espero que no cometamos errores. Las guerras, como las hemos estudiado, son las que estamos viviendo ahora por culpa de un virus que nos tiene totalmente predeterminados y condicionados. Pero yo espero que no caigamos en ese desmoronamiento.

–¿La experiencia nos puede ayudar a evitarlo?

–La experiencia no es un grado en este caso. Seguramente mis abuelos eran muy conscientes de lo que era una guerra, porque la vivieron, pero nosotros no. La sociedad occidental en la que vivimos es muy acomodada, afortunada, por eso nos descoloca tanto lo que nos está pasando. La historia demuestra que con la experiencia no aprendemos.

¿Y cómo aprendemos?

–Con la literatura, en forma de novela, de ficción o ensayo. Te hace más crítico, ayuda a estar más alerta. Este libro de Zweig lo lees como un paseo. Me fascinó la comparativa que hace cuando va contando los primeros días de la Primera Guerra Mundial, cómo la sociedad iba a la contienda como a una fiesta. Luego, en la Segunda, ya no había tanta alegría. Todo lo que ha escrito Zweig es gloria bendita, sirve para entender lo que somos. Por eso es imprescindible, además que su lectura y narrativa son deliciosas.