La Legión: cuando morir en el combate es el mayor honor
María Luz Martín publica “Nace la Legión”, un ensayo que profundiza en los antecedentes y creación de la unidad más carismática y gloriosa del Ejército español
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Aunque fue el 28 de enero de 1920 cuando por R.D. se creaba el Tercio de Extranjeros, es septiembre de ese año cuando se considera que nació La Legión porque fue cuando el teniente coronel Millán-Astray la puso en marcha y cuando se alistó en ella el primer legionario, Marcelo Villeval Gaitán. A partir de este momento existe una abundante bibliografía publicada sobre su gloriosa historia, pero no tanta sobre sus antecedentes y sobre la génesis de su fundación. Y es en este punto donde quiso poner el foco María Luz Martín Gómez, licenciada en Matemáticas e Historia, para realizar su tesis doctoral, que inició en 2015 dirigida por el profesor y académico Emilio de Diego. “La importancia del tema y la escasez de publicaciones al respecto me animaron a investigar los posibles antecedentes del fenómeno del voluntariado militar en el Ejército español, el marco legal que lo permitió y la identificación de sus principales autores”, explica. Fruto de ello, acaba de publicar “Nace la Legión. Antecedentes y creación del Tercio de Extranjeros” (ACTAS), dentro del contexto de celebración de su centenario, aunque éste haya quedado deslucido por la pandemia. “Un trabajo que resume cinco años de investigación exhaustiva con más de 50.000 documentos consultados y multitud de libros leídos”.
Como afirma De Diego, este es un libro “oportuno y conveniente”, porque llega con el centenario y porque profundiza en aspectos menos conocidos del Cuerpo más carismático de nuestras Fuerzas Armadas, porque “trata de dar respuesta al cuándo, al cómo y al porqué de su fundación, así como al papel jugado por quienes la hicieron posible”. Martín Gómez localiza las raíces del Tercio de Extranjeros a finales del siglo XIX, concretamente en los Cazadores de Valmaseda, batallón de voluntarios formado por Valeriano Weyler en Cuba al estilo de la Legión Extranjera francesa, que participó en la Guerra de los Diez Años entre 1868 y 1873. “Hago una comparativa entre ambas unidades para poner de manifiesto sus similitudes a través de aspectos como el entorno, el tipo de unidad y de soldados, su organización, tácticas militares, disciplina y espíritu de combate”.
En cuanto al marco geográfico, hay que trasladarse al norte de África y al régimen del protectorado hispano-francés de 1912. La presencia española en Marruecos se había intensificado después del 98, a pesar de que “España salía destrozada del siglo XIX por la pérdida de los territorios de ultramar y con un ejército enfadado y dividido (Distinguían entre soldados, guerreros destinados en África y uniformados, que eran los de la península). Francia, Alemania, Inglaterra o Italia tenían ejército colonial, pero España no, tenía parte de su ejército en el territorio de influencia española en África, lo que acabará siendo el protectorado. En él se crean los Regulares, otro antecedente de La Legión, que son tropas nativas mandadas por oficiales españoles, pero no son un ejército colonial. Según la ley de reclutamiento y reemplazo de 1912, nuestro ejército no admitía aún extranjeros ni voluntarios profesionales, los que admitía tenían que hacer el servicio militar obligatorio, que podían hacerlo voluntariamente y los únicos extranjeros en los Regulares eran nativos de Marruecos”. Esto cambió en 1918, “por la Ley de Reforma del Ejército se pide que haya un ejército colonial de África y se recomienda que esté formado por voluntarios, lo que da fundamento legal para montar un tercio o compañía con extranjeros como mejor se considerase”, explica la autora.
Los soldados de reemplazo, siempre de clase humilde, iban a la guerra de África mal instruidos y mal equipados. “Desde el año 1916, el Ministerio estaba preocupado por formar un ejército más profesional, con tropas entrenadas, formadas, conocedoras del terreno y de la gente. Con Weyler al frente del Estado Mayor -significa Martín Gómez-, José Doménech Vidal se encarga de estudiar los diferentes ejércitos coloniales europeos y recomienda la formación de una unidad de legionarios al estilo de la Legión francesa”. Millán-Astray tiene el mérito de haberlo organizado y puesto en pie, pero hubo otros actores importantes. A los ya mencionados hay que unir Antonio Tovar y Marcoleta, ministro de la Guerra durante la segunda mitad de 1919, cuyo gran hito es el proyecto de creación de una legión extranjera. El siguiente, José Villalba Riquelme, firma el R.D. fundacional del Tercio de Extranjeros el 28 de enero de1920. Posteriormente llega don Luis de Marichalar, vizconde de Eza (julio de 1920), que retoma el proyecto y se lo entrega a Millán-Astray para que lo ponga en marcha. Estos son los protagonistas principales hasta el 17 de septiembre que se publica el destino del primer grupo de jefes y oficiales, los comandantes Francisco Franco y Vara de Rey y se alista el primer legionario.
“Según Millán-Astray no podían llamar Legión a la unidad porque ya existía la francesa, así que oficialmente nace como Tercio de Extranjeros, pero él siempre habla de legionarios y de Legión y en distintos documentos de entonces aparecen ambos término -afirma Martín Gómez-, hasta que finalmente quedó este último porque al alistarse españoles fundamentalmente, pasa a denominarse el Tercio de la Legión, cuyos valores como Cuerpo sintetiza Millán-Astray en el Credo Legionario. En él –prosigue-, predomina la amistad, el compañerismo, el espíritu de unión y socorro, el sagrado juramento de no abandonar jamás en el campo de batalla hasta perecer todos. Millán-Astray acoge a gente sin futuro, sin esperanza y él lo que quiere darles es una familia, un hogar, de ahí el espíritu de juramento entre dos hombres, que cada legionario tenga su binomio, la otra mitad que le cubre siempre la espalda y se juega la vida por él. A los oficiales les exige ejemplaridad para con la tropa y sacrificio, no le promete honor y gloria, pero si una forma especial de enfrentarse con la muerte.
“Yo creo -resalta Martín Gómez-, que el Credo Legionario es lo que hace a la Legión tan especial, tan diferente”. Se habla mucho de la necrofilia, de su supuesta relación con la muerte, una especie de “viva la muerte”. Pero no es cierto -afirma-, lo que consigue Millán-Astray es que el legionario se enfrente a la muerte con respeto y no se sienta solo. El morir en el combate es el mayor honor, pero sabe que pueden morir todos sus compañeros antes de dejarlo tirado, eso es lo que le da el espíritu del compañerismo. Esa frase de “viva la muerte” que se le atribuye es un invento de los años 40. Lo que él quiere es que sus hombres vivan la posibilidad de morir de frente y sin estar solos. ¿Es eso un “viva la muerte?: No”, concluye.