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La literatura hace un trío

El nuevo ensayo de Toni Montesinos recopila varias relaciones sorprendentes unidas por una esclava pasión: escribir

James Joyce, Astrid Lindgren y Josep Pla
James Joyce, Astrid Lindgren y Josep PlaLa Razón.

La literatura comparada tiene ya entre nosotros una arraigada tradición. No es posible contar exclusivamente con criterios historicistas o formulaciones teóricas para una mejor comprensión de la escritura estética. Las obras que la conforman no habitan compartimentos estancos ni permanecen aisladas en su propia única excelencia. Encarando entre sí los textos artísticos obtenemos un canon de calidades, un sutil cotejo de épocas y mentalidades, así como una rica imagen intercultural. Esta metodología incluye una mirada multidisciplinar desde materias como la Historia, la Filosofía, la sociología cultural o los medios audiovisuales. Estamos ante un mosaico crítico de primer orden donde anidan los dos motores fundamentales de la literatura: la voluntad de estilo y el placer del texto.

El poeta, novelista, ensayista, crítico literario en LA RAZÓN y cronista cultural Toni Montesinos (Barcelona, 1972) ha frecuentado esta perspectiva indagadora en libros como «La pasión incontenible. Éxito y rabia en la narrativa norteamericana» (2013), «El fruto de la vida diversa. Artículos sobre literatura norteamericana» (2020) o «Palabrería de lujo. De la Ilustración hasta Houellebecq» (2021) y, en la misma línea, acaba de publicar «El sueño esclavo. Tríos de artículos de comportamientos literarios». El curioso subtítulo orienta sobre estos textos donde se amalgaman tendencias estéticas, caracteres autoriales, perfiles de época y sinergias culturales. Y, desde la primera página, citando a Fernando Pessoa –«He descubierto que la lectura es un sueño esclavo»–, se postula el valor de la literatura como una ensoñación que esclaviza y libera a la vez, y que aúna definitivamente la escritura con la vida.

Recorriendo estas páginas el lector se sumerge, a través de estos artículos y ensayos breves, en una infinidad de ambientes artísticos, accede a una fascinante geografía cultural, viaja en el tiempo hacia espacios de conseguida sensibilidad y señera excelencia. En «Noche de paz, noche de amor: del villancico español al Dickens navideño» se comparan estos registros temáticos que, tradicional el primero y culto el segundo, compartirán una misma fluencia popular de arraigada emotividad colectiva; nos desplazamos además a la casa-museo del genial novelista, en el barrio londinense de Bloomsbury, dotando de vida a los entornos literarios y haciendo protagonista al marco intelectual de la obra literaria en clara influencia de un admirado escritor actual: Mauricio Wiesenthal. Otros artículos inciden en más personales aspectos, como «García Márquez: un par de novias y una esposa», crónica de la azarosa sentimentalidad del Nobel, en su trayectoria desde los juveniles amores a la estabilidad matrimonial, con el reflejo de todo ello en buena parte de su obra. «Miguel Delibes y un destino de 50 años» revisa, con la perspectiva del tiempo, su obra partiendo de la correspondencia con su editor Josep Vergés, en la que destaca el protagonismo de la censura y la presencia de los apremios económicos; y se avanza hacia su relación de amistad y admiración mutua con Josep Pla, al tiempo que no se obvia la esencial estética delibeana, que el mismo escritor formuló con lacónica precisión en una celebrada entrevista, al señalar que en toda novela debía figurar «un hombre, un paisaje y una pasión».

Emil Cioran y el tedio

En «Conexión Dublín-Sevilla» comprobamos, acaso con sorpresa, las numerosas coincidencias que unen a ambas ciudades; la capital andaluza ha sido sede desde los años 80 de simposios académicos sobre el «Ulises», de Joyce; y desde 2000 se celebra el emblemático Bloomsday. Escritores como Fernando Iwasaki o estudiosos como Antonio Rivero Taravillo han rastreado, se destalla aquí, la cultural huella internacional de esta ciudad. En «Emil Cioran y el tedio como profesión» se obtiene la detallada semblanza de este pensador displicente para con la alta Filosofía que, a su juicio, nada resuelve, optando por el valor de la experiencia vivida y la libre opinión; se nos muestra así al contumaz hipocondríaco que convive –genial contradicción– con el apologeta del suicidio; sin olvidar su faceta de estudioso de la mística española, o su episódica condición de platónico enamorado de una culta mujer casada.

Lo anecdótico junto a lo trascendente, en acertada simbiosis crítica. En tono aparentemente menor, pero no banal, aparece una justa reivindicación de la sueca Astrid Lindgren en el artículo «Pippi Langstrum: las dos trenzas más célebres», poniendo de relieve la divertida rebeldía del personaje que en sus andanzas televisivas conocimos como «Pippi Calzaslargas». Con «Ray Bradbury: escribir para no morir» se traza, a partir de «Fahrenheit 451» y la versión cinematográfica de Truffaut, un ejercicio comparativo centrado en la defensa de la lectura. Imposible aludir aquí ni siquiera a una minoría de los numerosos temas y referentes que se abordan en este libro. Baste esta muestra para evidenciar su lograda conjunción –habitual en el autor– de amenidad expresiva y rigor expositivo, documentación bibliográfica y experiencia lectora, perspicacia objetiva e intercultural mirada crítica. Con la gozosa intención de hacer de la literatura un necesario lenitivo para estos alarmantes tiempos, se accede al «sueño esclavo» del festín de la inteligencia, el placer del texto y la inacabable magia de la escritura.