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La Barcelona festivalera sonríe de nuevo sin mascarilla

El Cruïlla abre sus puertas y recibirá a 75.000 personas sin distancia social aunque con mascarilla obligatoria salvo para consumir

Dos jóvenes del Cruïlla, donde las 25.000 personas que acoge el festival este jueves sin distancias
Dos jóvenes del Cruïlla, donde las 25.000 personas que acoge el festival este jueves sin distanciasMarta PérezEFE

Hace poco menos de tres meses Jordi Herreruela, director del Cruïlla, afirmaba en las páginas de este periódico lo siguiente: «Confiamos en hacer el festival en julio con 25.000 personas». Pues bien, esa optimista previsión que muchos creían imposible se comenzó a hacer realidad ayer en Barcelona con una jornada inaugural festiva pero con algunos sentimientos encontrados: por un lado, la alegría justificada y necesaria –tanto a nivel de público como de industria– de recuperar la música en directo en su formato más grande (los macrofestivales), y, por otro, la gran preocupación en tierras catalanas por el crecimiento exponencial, esta última semana, del número de contagios.

La nueva era que abrió la pandemia hace más de un año está llena de contradicciones, y esta es una más que nos ha tocado vivir. Ahora bien, siguiendo a pies juntillas lo aprendido en los ensayos clínicos con conciertos de 500 y 5.000 personas realizados en los últimos seis meses –promovidos por la plataforma Festivales x la Cultura Segura–, y solo una semana después de la celebración en Cataluña del Vida Festival y el Canet Rock –que reunieron a más de 20.000 en sus respectivas ediciones–, el Cruïlla empezó a andar cumpliendo a rajatabla las medidas sanitarias exigidas por el Procicat. Una buena prueba de ello fue el anuncio, al mediodía de ayer, de la cancelación del concierto de Senyor Oca –el artista que iba a inaugurar el festival– al dar positivo en el test de antígenos. Su sustituto fue Sr. Wilson, que, acompañado por el legendario DJ y productor de hip hop Griffi, ofreció un refrescante set de reggae lleno de estrofas contra el establishment.

Antes de acceder al recinto del Cruïlla 2021, Prensa y público pasamos por un test de antígenos tutelado por la Fundació de Lluita Contra la Sida i Malalties Infeccioses. El hospital de campaña estaba situado en una zona aledaña al festival –sus grandes dimensiones hacían pensar en una superproducción de Hollywood dirigida por Roland Emmerich–, que este año vuelve a celebrarse en el Parc del Fòrum de Barcelona tras el obligado parón de 2020. La espera para hacerse el test y para obtener el resultado no fue muy larga (no más de veinte minutos en total), y todo estaba perfectamente organizado y señalizado.

Lejos de la normalidad

Eso sí, habrá que esperar a las jornadas de hoy y mañana, cuando se espera una afluencia de público un poco mayor gracias al tirón de bandas internacionales como Two Door Cinema Club y Morcheeba –y estatales como Amaral y Leiva–, para saber si es factible realizar miles de tests en pocas horas sin que el proceso se colapse. La fotografía de las zonas cercanas al espacio de los tests y al Fòrum, llena de centenares de jóvenes –la gran mayoría por debajo de los 35 años– sentados en grupo o llenando las terrazas de los bares con un sonrisa de excitación en los labios, se parecía bastante a una típica estampa pre-pandémica de la Barcelona festivalera. Ahora bien, la presencia de muchas mascarillas en el paisaje, como pequeños puntos de colores en un cuadro, dejaba claro que la normalidad total aún queda un poco lejos.

En una de esas contradicciones que hemos apuntado al inicio de esta crónica, a la misma hora que el festival anunciaba la cancelación de Senyor Oca, Lágrimas de Sangre anunciaba en Twitter que «tocaban hoy en el Cruïlla Barcelona contra viento y marea». El grupo catalán era uno de los grandes reclamos del jueves, e inundó el escenario grande del Fòrum con su rap mestizo y combativo lleno de energía. El público, dividido entre los que respetaban el uso de la mascarilla (en las primeras filas de los dos escenarios era obligatorio bajo vigilancia de un generoso cordón de seguridad) y los que no (la mascarilla se podía dejar de usar solo para consumir bebida y comida, pero hecha la ley, hecha la trampa), respondió con una entrega absoluta, dejando claro las ganas que había por escapar, aunque fuera solo durante una horas, del pesado yugo que aún ejercen sobre el día a día las restricciones de la pandemia. La misma entrega se vio en el concierto de Rayden, que se dio un baño de masas que hace solo tres meses hubiera sido impensable. Veremos en las próximas semanas si ha sido seguro.