Deborah Feldman: “Acepto mi condición de judía con tranquilidad, no necesito el orgullo para reivindicarla”
La popular autora de “Unorthodox” regresa con una búsqueda reveladora sobre sus orígenes a través de “Éxodus. Mi viaje por ortodoxo a Berlín”, toda una reconciliación con la memoria
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Sentada en una silla que mira al sol y a los tejados de Madrid y se apoya en el suelo de una de las amplísimas terrazas de la suite del madrileño Hotel Urso, nos recibe Deborah Feldman. Con 23 años huyó de la asfixia del fanatismo religioso con los que la comunidad de judíos ultraortodoxos a la que pertenecía la habían educado y comenzó una vida radicalmente nueva. Entonces escribió el best seller “Unorthodox” y ahora publica “Exodus”. El primero relataba la huida; este último narra la necesidad de llegar a alguna parte.
-En este segundo libro continúa el relato de su huida y se detiene en los momentos en los que se convirtió en una mujer libre. ¿Encontró piedras en ese proceso de liberación?
-Verás, hay una razón por la que a muchos lectores no termina de satisfacerles el final del primero y es precisamente el hecho de que justo se acaba la historia cuando parece que estaba empezando. Una cosa es contar el relato de cuando uno decide irse, pero lo realmente importante para mí es lo que viene después. ¿Hay vida después de haberse marchado? Cuando escribí “Unorthodox” yo era la antigua versión de mí misma y pensé al redactarlo: cuando acabe, mi verdadera versión va a brotar y me liberaré. La persona que ha escrito “Exodus” es como si hubiera vuelto a nacer, y he narrado además ese nacimiento a medida que se produce.
-La influencia de su abuela, superviviente del Holocausto, adquiere un peso determinante en la configuración de su identidad. ¿Cree que ella podría haber sido también una mujer libre?
-Siendo pequeña ya me di cuenta de que era una mujer libre mentalmente. Logró encontrar un espacio privado en esa comunidad donde poder funcionar con libertad y donde sus pensamientos no se veían influidos por las estructuras que condicionaron mi desarrollo como niña. Así que ella fue en cierto modo la persona que dio forma a la primera versión de libertad que yo conocí. Me demostró que la libertad empieza en la mente.
-Llega 2010 y se muda a Manhattan con una vida por estrenar y su primer libro aún por escribir. ¿Qué fue lo que falló?
-El gran problema de mudarme a Manhattan fue que por razones legales yo tenía que estar ahí pero realmente ninguna otra cosa me ataba. Era una ciudad cara, brutal, muy capitalista, muy clasista, y todas esas características social y emocionalmente me aislaban. Fueron años de pobreza, precariedad, miedo. Mi hijo iba a un colegio donde asistían algunos niños de familias ricas que le acosaban, la gente pensaba que yo era la niñera. El consumismo extremo que me rodeaba contrastaba con la situación de pobreza en la que me encontraba. Si no hubiera podido abandonar la ciudad unos años después, no habría sobrevivido allí. Una amiga mía que también abandonó la comunidad y estaba aparentemente contenta con lo conseguido en términos profesionales y personales terminó lanzándose en 2015 de un rascacielos. Cuando creces con los valores con los que nosotros nos criamos y te enfrentas al capitalismo de una forma tan directa, eso te aplasta.
-Asegura que viajó para encontrarse, ¿Nuestra casa está en el mismo lugar en el que se encuentran nuestros orígenes?
-No, porque nuestros orígenes se ven influidos por las vicisitudes políticas. Nunca somos del todo libres para poder elegir nuestro hogar, y, si lo somos, es de forma temporal. Hay mucha gente que lleva su casa en su corazón y el judaísmo como religión se fundó en la idea de que habíamos perdido nuestro hogar y nos tocaba encontrarlo en los libros sagrados. Tal vez por eso no me costó tanto irme.
-Siendo conocedora y representante de un pueblo tan históricamente ultrajado, ¿hay orgullo en su condición de judía?
-Creo que las mejores palabras que lo definen es aceptación, paz, tranquilidad. No necesito cosas como el orgullo para reivindicarme como judía, no tengo hueco para eso y por supuesto tampoco para la culpa. A lo máximo que podemos aspirar con respecto a todo aquello que no controlamos en la vida es al sentimiento de aceptación.
-¿Cómo ha gestionado el éxito?
Pues supongo que muy mal (risas). Me estreso y me cuesta mucho dormir. Tengo la suerte de que mi éxito es el de una escritora y no el de una actriz. Muchas veces la gente no conoce mi cara, sino mis palabras, y no quiero perder ese anonimato. Es importante desaparecer y observar, aunque en cuanto te haces conocido todo cambia.
-Su futuro se parece a...
-Este momento. Lo imagino exactamente igual que está ahora. Me siento muy feliz con el presente, no quiero cambiar nada. De hecho me da miedo ser tan feliz todo el tiempo, parece que algo negativo esté esperando, como si tuviera la sensación de que voy a pagar algún tipo de precio posterior por ella.