Plácido Domingo y una noche para ser “amigos, siempre amigos”
Piezas de autores varios. Intérpretes: Marina Monzó, Carmen Solís, Nancy Fabiola Herrera, Cristina Faús, Plácido Domingo, Celso Albelo, Jorge de León, Antonio Vázquez, Santos Ariño, Rubén Amoretti, Simón Orfila. Violinista: Elena Mikhailova. Coro: Agrupación Coral Coslada-Madrid Ballet: Estampas de Zarzuela. Orquesta Sinfonica de la UCAM. Director: Borja Quintas. Auditorio Nacional. Madrid, 8 de enero de 2022.
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Espectáculo de zarzuela a lo grande, como en los mejores tiempos de José Tamayo: las piezas más populares con gran parte de nuestros grandes cantantes, con un numeroso coro, una amplia orquesta y hasta ballet. ¿Se puede pedir más? Bueno, quizá la inclusión de alguna de esas artistas extranjeras que vienen apoyando al género internacionalizándolo aún más. En cualquier caso, un éxito organizativo dada la cantidad de elementos a coordinar más en tiempos de pandemia.
Enormes medidas de seguridad ante la presencia de la Reina Sofía. Se registraban hasta los maleteros de los coches que entraban en el aparcamiento. Superiores a cuando acudían como Juan Carlos y Sofía a la Gala de Reyes con la que se empeñaron durante años a celebrar el cumpleaños del Rey hasta que éste pidió que no le fastidiasen más en su día. Sólo dos puertas abiertas y numerosos arcos de seguridad. Tanta protección ocasionó larguísimas y lentas colas de acceso, no vistas en tiempo, que incomodaron más al público cuando la policía intentó desorganizarlas dejando vacío el espacio central para la entrada de Doña Sofía. Si el Gobierno lo hiso a propósito a fin de despopularizar más a la monarquía -piensa mal y acertarás- no lo logró, porque fue inmensa la ovación que recibió la Emérita al tomar asiento. Superior a los mejores tiempos. También tras la interpretación -¿venía a cuento?- del Himno Nacional con todos en pie, incluso los artistas participantes. Público muy homogéneo que se rio cuando Sito Tejeiro, presidente de la Fundación Sinfolírica que organizaba el concierto a beneficio de Caritas en su 75 aniversario, agradeció la presencia a Doña Sofía, autoridades, amigos…. y quince segundos para recordar también a las “amigas”. Indirecta entendida. Si es imposible repetir los nombres de todos los participantes de la ficha superior, más lo sería una valoración crítica.
Destacaré sin embargo a los representantes de la cuerda vocal reina, la de tenor, con la envidiable afición y voluntarismo de Antonio Vázquez, expresidente de IAG y alumno de Pedro Lavirgen; la maestría de Celso Albelo, que nos recuerda la época de oro de la lírica; la plenitud de un Jorge de León con una voz que llena hasta el último rincón del Auditorio y la veteranía y milagro vocal de un Plácido Domingo que siempre matizó como nadie cada frase de una romanza. Se persignó antes de salir al escenario y, ya en él, recibió otra inmensa ovación, repetida posteriormente tras cada intervención, como sucedió con todos y cada uno de los participantes. ¿Qué país es éste en el que unos perdonan, olvidan y gobiernan con una ETA condenada mil veces y vetan a un artista que no ha sido juzgado por nada? ¡Basta ya, por favor! Igual que opino lo anterior, también opino que fue una descortesía para el público obligarle a permanecer quince minutos más después de tres horas y cuarto de espectáculo para que el tenor, de cara a una grabación, repitiese tres momentos con los que no había quedado satisfecho.
A estas alturas, Plácido ha de saber perfectamente que no se le valorará por la calidad de esta actuación y que, puestos a repetir, hubiera tenido que repetir hasta esa “Maravilla” de Torroba que no fue ni mucho menos tan maravillosa como la de hace décadas en una de las mencionadas Galas de Reyes. ¿Cosas de genios, autoexigencia? Hacíamos cola a las siete de la tarde y abandonamos el Auditorio a las once de la noche. Eso sí, contentos y cantando “Amigos, siempre amigos”, aunque en esta España actual no lo seamos ni algunos de los que estábamos dentro ni muchos de los que están fuera.