El rayo de Orihuela: 80 años sin Miguel Hernández
El poeta fue condenado a 30 años de cárcel por haberse afiliado al Partido Comunista y alistarse al ejército de la República
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El 28 de marzo de 1942 moría, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, el poeta Miguel Hernández Gilabert, víctima de tuberculosis, derivada de una bronquitis y luego tifus. Fue detenido en Portugal, una vez finalizada la Guerra Civil, y trasladado a la cárcel de Huelva. Ahí recibió varias palizas para que confesara haber matado a José Antonio Primo de Rivera. De ahí pasó a los penales de Sevilla y Madrid. En mayo de 1940 lo juzgaron y condenaron a muerte, en consejo de guerra. Le fue conmutada por 30 años de cárcel. Su delito era haberse afiliado al Partido Comunista y alistarse al ejército de la República. Durante la guerra civil se casó con Josefina Manresa, murió su primer hijo Manuel Ramón, nació el segundo Manuel Miguel, y vio que sus ideales, aquello que defendía, se desvanecían. En la cárcel supo que su hijo sólo se alimentaba de pan y cebollas, “en la cuna del hambre”, escribió la “Nanas de la cebolla”. Sobre él escribió Pablo Neruda…
“Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”.
Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela (Alicante) el 30 de octubre de 1910. Si bien se le consideró poeta de la Generación del 36, Hernández es epígono -como escribió Dámaso Alonso- de la Generación del 27. Autodidacta, fue un fervoroso consumidor de las obras del Siglo de Oro. Su futuro se vio influenciado al conocer a los poetas Vicente Aleixandre y Pablo Neruda. También le marcó Rafael Alberti. Sobre Aleixandre y Alberti se explica la siguiente historia. En 1936, poco después de iniciarse la guerra civil, estando en Madrid Miguel Hernández, supo que Aleixandre había organizado una fiesta. Entre los ahí presentes estaban Rafael Alberti y su mujer María Teresa León. Hernández no entendió que, en plena guerra, se pudiera organizar una fiesta. Por eso fue al lugar donde se celebraba. Se acercó a Alberti y le dijo: “aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta”. María Teresa León le soltó una bofetada.
Miguel Hernández fue un poeta con un estilo claro y sencillo. Esta manera de escribir quedó plasmada en muchos de sus poemas. Durante la dictadura franquista fue un poeta prohibido. Sólo se permitió que la editorial Espasa-Calpe reeditara en 1949 el libro “El rayo que no cesa”. Todo lo demás estaba prohibido. La “Elegía” dedicada a su amigo Ramón Sijé no se podía recitar en público, por ejemplo. El tema cambió en 1971. El cantautor Paco Ibáñez consiguió salvar la censura al cantar en Televisión española, la canción “Aceituneros de Jaén”. Luego vinieron “Canción del esposo soldado” por Adolfo Celdrán; “No soy de un pueblo de bueyes” de Pedro Ávila; “Sentado sobre los muertos” y “Aceituneros de Jaén” de Enrique Morente; “Para la libertad” de Joan Manuel Serrat, junto con el álbum dedicado al poeta, editado en 1972.
El 29 de febrero de 2012 la Diputación de Jaén acordó en pleno que el poema “Aceituneros”, popularmente conocido como “Aceituneros de Jaén”, publicado en el poemario “Vientos del pueblo” (1937), se convirtiera en el himno oficial de la provincia de Jaén. A parte de “El rayo que no cesa”, su otro poemario fundamental es “Vientos del pueblo”. En él reúne arengas bélicas, elegías y alegorías protagonizadas por ejércitos y el pueblo. Como escribe en el poema que da título al libro “Vientos del pueblo me llevan, / vientos del pueblo me arrastran, / me esparcen el corazón / y me aventan la garganta”. Con este libro paso del yo intimista de “El rayo que no cesa”, al nosotros comunitario de la causa republicana y del realismo socialista. En la cárcel de Alicante conoció a Antonio Bueno Vallejo, que se encargó de dibujar su rostro de un Miguel Hernández ya fallecido. La ley de memoria histórica de 2007, en un acto simbólico, anuló la condena de Miguel Hernández. A pesar de la persecución y censura de su obras, durante casi 40 años, la voz de este poeta nunca pudo ser callada.