¿Quién mató a Miguel Hernández?
El religioso Luis Almarcha fue la persona que pudo haber salvado al poeta de Orihuela
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Once días antes de su fallecimiento, una nota dirigida al director general de Prisiones de Madrid solicitaba de manera urgente el traslado del preso. Había que darse prisa porque su vida estaba en peligro de muerte. Su salud se había ido agravando poco a poco hasta llegar a una situación extremadamente delicada. Lo mejor es que fuera llevado a un hospital. Miguel Hernández se estaba consumiendo, pese a la diligencia de quienes lo atendían en la enfermería de la cárcel de Alicante. Nadie respondió a la petición y el poeta murió entre rejas el 28 de marzo de 1942, hace ahora ocho décadas.
¿Quién mató a Miguel Hernández? ¿Quién lo dejó morir?
Pablo Neruda, uno de los amigos de Hernández en Madrid, fue el encargado de señalar a quien consideraba como responsables directos de aquella monstruosidad. Lo hizo en el poema “A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España”. Es allí donde sin ningún remordimiento no tiene reparos en escribir:
“Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo
,que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes”.
En 1942, ni Dámaso Alonso ni Gerardo Diego tenían la capacidad para lograr la libertad de Miguel Hernández. Ambos se sintieron, como es comprensible, molestos con aquellos versos que les pesaron durante años como una pesada losa.
El escritor que hizo todo lo posible por el pobre Miguel Hernández fue José María de Cossío, el mismo que cuando el poeta necesitaba dinero en el Madrid republicano anterior a la guerra, lo contrató como uno de los escribas de su enciclopedia “Los Toros” para la Editorial Espasa Calpe. Cossío, junto con Rafael Sánchez Mazas, trataron se salvar al autor de “Perito en lunas” de la pena de muerte a la que fue condenado el 18 de enero de 1940. Cossío consiguió convencer a Sánchez Mazas quien, a su vez, consiguió el apoyo del ministro del Ejército, José Enrique Varela, sensible con el tema porque el suegro del poeta era un guardia civil asesinado por los republicanos. Finalmente Varela expuso el tema hasta el mismísimo Franco acompañado de Sánchez Mazas. Este último presentó al dictador los muchos méritos del autor de Orihuela, además del escándalo internacional que podía ser su muerte, algo parecido a lo que se había vivido con el asesinato de Federico García Lorca. “Si fuera un gran poeta”, dijo lacónicamente Franco. “Es un gran poeta”, respondió Sánchez Mazas. El 25 de junio de 1940 la pena era conmutada por la de treinta años de cárcel.
Miguel fue muriendo poco a poco en el penal de Alicante. Asesinato, lo califica Eutimio Martín, uno de los principales estudiosos del poeta. Otro de sus biógrafos, José Luis Ferris, ha señalado a Luis Almarcha como responsable de que fallaran todos los intentos para curar a Hernández, para llevarlo a algún hospital donde habría recibido las atenciones que merecía para sanar la tuberculosis que fue minándolo hasta acabar con él.
¿Quién era Luis Almarcha? Fue un cura de Orihuela con una gran influencia en el primer Miguel Hernández. Quien fuera Vicario General de la diócesis de Alicante proporcionó sus iniciales lecturas al jovencísimo Miguel, además de ser la primera persona que lo animó a publicar sus versos en el diario “El Pueblo de Orihuela”. Almarcha también tuvo un papel destacado en la publicación de “Perito en lunas” al pagar de su bolsillo las 425 pesetas para la edición de uno de los títulos fundamentales de Miguel, aunque un fracaso comercial. A Almarcha no le gustó el contenido.
Maestro y discípulo se acabaron distanciando, algo que se recrudeció con la Guerra Civil. Miguel se deshizo del bagaje religioso de sus primeros años por un compromiso político y social en las antípodas de Almarcha. Con el final de la contienda y con la victoria de Franco, la vida del poeta se convirtió en una pesadilla de cárceles. Josefina Manresa, la compañera de Miguel, intentó que el vicario pudiera salvar a Miguel, aunque sin mucho entusiasmo: “He recibido certificado de Don Luis Almarcha. No es gran cosa lo que dice, pero servirá a mi abogado defensor probablemente”, escribió Hernández en carta a Josefina.
¿Pudo Almarcha tener algún peso para que Miguel hubiera sido llevado a Valencia en 1942? Es casi seguro que sí. No movió ningún dedo. Las heridas de la guerra no habían cicatrizado para el religioso que pensó que aquel poeta que había criado lo había traicionado. Miguel Hernández se quedó solo con la muerte y sin ninguna ayuda.