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Historia

Ramón y Cajal, desde el estrado del Senado

José María Mur publica «El senador del reino» (Doce Robles), en el que analiza la figura del Premio Nobel desde su faceta política

Santiago Ramón y Cajal, en un autorretrato de 1915
Santiago Ramón y Cajal, en un autorretrato de 1915CSIC

Sobre la figura de Santiago Ramón y Cajal, reverenciada desde múltiples ámbitos, se ha escrito de todo, desde la extensa y completa biografía de referencia de José María López Piñero, las reflexiones del final de sus días que plasmó Marcos Larriba en «El ocaso del genio» o incluso desde lo más estrictamente científico y divulgativo, como hizo Francisco García Lorenzana en «Un Nobel de antología». Así, se entiende que la figura del médico y científico nacido en 1852 en Petilla de Aragón ha despertado siempre un gran interés, a nivel enciclopédico pero también desde la estricta fascinación por su condición de polímata, que le hizo capaz de combinar su excelencia respecto a la estructura del sistema nervioso con su labor como escritor, fotógrafo y político.

Esta última cara, quizá más desconocida y a la sombra siempre de sus méritos científicos, es la que explora el otrora diputado y senador José María Mur en «Santiago Ramón y Cajal. Senador del reino». Un libro en el que, anécdota a anécdota y dato a dato, vamos conociendo más de una figura pública que llegó a rechazar el cargo de ministro de Salud Pública pero que sí aceptó la oferta de Canalejas de ser senador vitalicio, puesto que no entrañaba gasto para los contribuyentes. «Tampoco le interesaba adscribirse a ningún partido político. Primero por las mismas tensiones de la época y segundo porque ello podría haber afectado luego a su máximo interés, que no era otro que recaudar fondos para la investigación. De hecho, solo intervino tres o cuatro veces en las Cortes, y siempre con el mismo objetivo de buscar dinero para la ciencia. Fue un hombre liberal y demócrata, aunque jamás se casó con nadie. Y menos mal, porque de haber sido ministro habría durado en el cargo menos de cuatro meses por la volatilidad de los gobiernos de la época», explica un Mur que en su libro llega a reproducir las intervenciones en la cámara de Ramón y Cajal.

Una imagen de Santiago Ramón y Cajal
Una imagen de Santiago Ramón y CajalArchivoArchivo

Precursor del Erasmus

Desde sus orígenes humildes hasta la obtención en 1906 del Premio Nobel por sus trabajos con las neuronas, Mur narra todos los grandes eventos de la vida de Ramón y Cajal, pero se detiene en ese legado que a veces pasamos por alto y que, para el autor, siguen explicando al médico y científico como «un gran desconocido». Así, en «El senador del reino» se explica la labor de Ramón y Cajal al frente del Consejo de Instrucción Pública o uno de sus logros menos conocidos, el de imaginar una especie de proto-programa Erasmus de intercambio: «Hay un momento, allá por 1907, en el que se pregunta: ‘’¿Cómo nos podemos poner al nivel de las grandes potencias, de Francia, Inglaterra, Alemania o Rusia?’’. Estudiándolas. Y así, entre ese año y 1934, más de 4.000 alumnos y colegas suyos viajarán por universidades y centros de investigación de toda Europa para aprender Medicina, pero también disciplinas como Derecho, clave en la investigación», añade Mur sobre una iniciativa que acabaría siendo cancelada por Franco ya en 1938. Como cruzada por las dictaduras también estuvo su carrera de senador vitalicio, que acabó abruptamente en 1923 al suspender Primo de Rivera las Cortes y de cuya memoria se encarga un busto en el edificio histórico del Senado: «Ese fue el origen real del libro. Nunca había reparado en mis años como político en qué hacía esa estatua allí, así que me puse e investigar», completa.

La opción de un museo propio, cada vez más cerca
En el marco del Año Cajal, declarado así por el Gobierno de Navarra en connivencia con el de Aragón, la meta del museo propio y dedicado a este parece más cerca. «Es una reivindicación muy vieja, pero ha de hacerse bien, evitando rencillas antiguas», explica un Mur que enumera las posibles ubicaciones ante la desaparición de su casa en la calle Alfonso XII de Madrid: el Colegio de Médicos de Madrid, Zaragoza como «aragonés universal» y Huesca, donde ya lo intentó el Ministerio de Educación.

Ajeno a la política de cargos y poco amigo de eso que llamaba «parásitos de laboratorio», para referirse a los científicos que no se interesaban por el mundo más allá de las probetas, ¿cuál es el legado de Ramón y Cajal para con nuestra coyuntura? Mur, convencido, responde: «Ahora que comienza un nuevo ciclo de celebraciones, a 170 años de su nacimiento, creo que es conveniente ver más allá de la ciencia. Por supuesto, esos avances siempre serán reivindicables, pero siento que es un legado vivo. Hay uno de Ramón y Cajal, el más patriótico, no por ello libre de viajes en los que aprendió y enseñó mucho, que a veces se olvida. Y es importante –añade– acercarlo como referente a las nuevas generaciones, perdida a veces en la fugacidad de las cosas. Cuantos más niños conozcan la historia de Ramón y Cajal, más niños querrán dedicarse a la ciencia, por ejemplo», explica el autor, que abandonó la política en 2007 tras ocupar cargos como el de presidente de las Cortes de Aragón.