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Historia

¿Cómo surge la arqueología bíblica y la aparición del monoteísmo?

Si hay un texto antiguo que ha repercutido en la historia humana es la Biblia. Transcurridas las legendarias etapas de los patriarcas y el éxodo, el relato se adentra en una época dorada marcada por la conquista de Canaán y los reinados de personajes como David y Salomón

En la estela del faraón Merneptah (1213-1203 a. C.) se conserva la primera mención conocida a Israel en un texto antiguo
En la estela del faraón Merneptah (1213-1203 a. C.) se conserva la primera mención conocida a Israel en un texto antiguoWikimediaWikimedia

Desde hace más de un siglo, influyentes investigadores han intentado congraciar el enrevesado y a menudo contradictorio texto bíblico con los datos que ofrece la arqueología para intentar dilucidar la historicidad del mismo. La discusión se centra en especial en la etapa del primer templo –el “templo de Salomón”–, que engloba grosso modo de mediados del siglo X a. C. hasta la destrucción de este por los babilonios en 586 a. C. Lo cierto es que en el terreno científico todavía persiste un encendido debate entre quienes son más propensos a interpretar los datos arqueológicos como una confirmación de la época de esplendor atribuida a aquellos famosos monarcas de un reino de Israel unificado –se supone que tras el reinado de Salomón a mediados del siglo X a. C. el territorio se escindió en los reinos de Israel (en el norte) y Judá (en el sur, con capital en Jerusalén)– y quienes se muestran más críticos con ello y proponen que aquel relato refleja más bien una realidad de etapas algo más recientes que sí cuentan con refrendos históricos más allá de la propia narración bíblica.

En el trasfondo de este debate está el hecho incuestionable que, si bien para los siglos IX a. C. la arqueología y las fuentes extrabíblicas, sobre todo archivos asirios y epigrafía de los reinos limítrofes, confirman casi todo lo dicho para el reino del norte, y que lo mismo ocurre con el reino del sur en los siglos VIII-VII a. C., la realidad del desarrollo del territorio durante la presunta época dorada del reino unificado –por no hablar de su capital en Jerusalén, que por aquel entonces era poco más que una aldea no demasiado grande– no corrobora por ahora la existencia de un gran y poderoso reino para el siglo X a. C. el reino del norte había fue destruido por los asirios en 722 a. C., yel reino de Judá solo comenzó a cobrar relevancia con posterioridad a ello y con la llegada masiva de exiliados norteños, pero no dos siglos antes. Los “minimalistas” –que defienden esa postura más crítica con la historicidad del relato bíblico en épocas más antiguas– opinan así que buena parte de la narración que leemos en aquellos textos sobre la época dorada del reino unificado es tendenciosa, y que en realidad responde a una reforma religiosa y política llevada a cabo en Judá cuando este estaba en su época de mayor esplendor.

De esta forma, en los primeros libros del Antiguo Testamento se hace hincapié en la importancia de la centralización del culto a Yahvé, que en especial tuvo lugar en tiempos del rey Josías de Judá (639-609 a. C.), de quien se dice que prohibió los ritos idólatras e impulsó la destrucción de numerosos santuarios rurales en altozanos (2 Re 23:4-7). Muchos investigadores creen que aquella postura, que a la postre tendría una importante repercusión en la idea del monoteísmo, fue una maniobra orquestada por el monarca en connivencia con los sacerdotes del templo de Jerusalén, puesto que estos hechos encajan a la perfección con las ideas de conquista y reafirmación de poder sobre el territorio rural que el rey tenía, aprovechando la debilidad del Imperio asirio en sus días postreros para intentar “recuperar los territorios del norte.

Sueño inalcanzable

En cualquier caso, la intención de alcanzar aquel sueño no iba a durar, puesto que los babilonios dieron al traste con las aspiraciones israelitas. Pese a todo, la semilla de la prevalencia del culto a Yahvé ya estaba servida, y la destrucción del sagrado templo y la deportación forzada de miles de israelitas a Babilonia no habría hecho sino incentivar la devoción. Allí (y al regreso tras la conquista persa del Imperio babilónico) se trazaron buena parte de las líneas maestras de otros muchos libros que componen el Antiguo Testamento. El texto bíblico es un texto cambiante, que de por sí tiene una larga historia en la que se fueron añadiendo capas sobre capas durante siglos hasta llegar al texto que hoy conocemos.

En consecuencia, si bien en la actualidad todavía no está claro cómo los israelitas terminaron adorando a un solo Dios, sí sabemos que el camino al monoteísmo fue un proceso gradual que todavía no se había completado en el periodo del primer templo. Los propios textos bíblicos del Pentateuco están plagados de referencias a la adoración de otros dioses, algo por otra parte común en el Próximo Oriente antiguo y que documentamos repetidamente en todo el territorio israelita a través de la arqueología. El debate continúa abierto, y quizá algún día nos acerquemos más a la realidad de un proceso tan complejo como singular y emocionante.

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