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“Planeta Océano”: dominar el mar para ganar la tierra

Se publica un riguroso estudio de cómo el hombre fue conquistando los océanos y los ríos, que dejaron de separar para unir civilizaciones y territorios
.La Razón

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«El mar no es como la tierra firme. Sobre él no se pueden trazar fronteras ni alberga lugares en los que los nómadas puedan plantar sus tiendas. Es inhabitable y no tiene memoria», decía Roger Crowley en su libro «Imperios del mar»; se trataba de un recorrido histórico que explicaba los movimientos de aquellos que quisieron hacer suyo ese lugar sin fronteras y amnésico para ocupar la tierra que bañaba y lograr todo lo contrario: ser amos del considerado, por parte de los romanos, centro del mundo, el Mediterráneo, habitarlo, darle el recuerdo de su poderío. Fundamentalmente, Carlos V de España, «campeón secular de la Europa católica contra los musulmanes y los herejes», y el sultán Solimán, biznieto de Mehmet, aquel emperador del reino otomano que se creía heredero de César.
Y de mares y de sus conquistas por todo el mundo sabe extraordinariamente Javier Peláez, quien en «Planeta Océano» –el pasado mayo ya nos dio otro magnífico estudio en torno al Polo Norte– nos habla de cómo «durante miles de años, la inmensa presencia del agua en este planeta Océano supuso el principal elemento de separación entre pueblos y culturas… hasta que llegó la navegación». Él mismo dice que se ha hablado por extenso de lo que significó para el rumbo del hombre la invención de la rueda, «pero la aparición de las primeras embarcaciones, o la simple invención de la vela, marcó el destino de reyes y civilizaciones, propició que el intercambio y la cultura florecieran y consiguió que el mar dejara de ser una barrera para convertirse en el elemento de unión del mundo».
Este divulgador científico, consciente de que estaba encarando un ámbito inabarcable, se entregó a la investigación sabedor de que el origen de todo –el primer marino y su navío– siempre será un misterio, pero también constatando que las primeras embarcaciones se construyeron con madera, juncos o incluso papiros, materiales, claro está, que no pudieron resistir el paso del tiempo. Esa laguna informativa es un obstáculo considerable a la hora de descubrir los orígenes de la navegación, pero Peláez consigue transportarnos a diversas épocas para hacernos una idea de cómo pudo el ser humano aprovecharse del agua como medio de desplazamiento: «Junto a anzuelos y arpones, el sapiens de finales del Paleolítico se hizo con herramientas que han pasado demasiado desapercibidas, pero que cambiaron la historia para siempre». De hecho, el remo o las velas son inventos que se remontan a miles de años y cuya formidable utilidad ha llegado hasta hoy sin apenas modificaciones.
Peláez, asimismo, explica que fue el comercio en los ríos el que propició la aparición de la escritura cuneiforme, el sistema decimal y el cálculo en la antigua Mesopotamia, así como que el conocimiento de las crecidas del río Nilo hizo a los egipcios –que hace cinco mil años ya eran maestros de la construcción de barcos– consagrarse a la astronomía y al cálculo del tiempo. Es decir, la historia del contacto con el mundo acuático es la historia de la evolución de las civilizaciones.
Sobre el autor
Javier Peláez (Puertollano, 1974) es autor de «500 años de frío. La gran aventura del Ártico» (Crítica, 2019) y uno de los fundadores de la plataforma Naukas.com, editor de ciencia en Yahoo y guionista en el «Cazador de Cerebros» de RTVE.
Ideal para...
Los que tengan curiosidad por conocer los periplos y las travesías más apasionantes realizados en los últimos milenios, en páginas llenas de anécdotas poco conocidas.
Una virtud
La forma completa en la que el autor analiza los navíos que marcaron una época, lo que lleva a conocer los navegantes que cambiaron nuestra idea del mundo y las travesías que transformaron el comercio, el arte o la ciencia.
Un defecto
Este trabajo tan completo es irreprochable, pero tal vez hubiera estado bien un apéndice con dibujos y datos concretos de cómo son los galeones, las carabelas, las naos, las fragatas…
►Puntuación
9/10
Mediterráneo, el gran mar
Junto a todo ello, tendremos una infinidad de datos curiosos, como el hecho de que el Mediterráneo (que significa literalmente «en medio de la tierra», en su caso entre tres continentes), a pesar de albergar el 1% de las aguas del planeta, contiene el 10% de la sal de todos los océanos. Dominar ese mar y el resto, progresivamente, era sinónimo de controlar todo el entorno y de crear toda una estrategia de poder; por ejemplo, por parte de los fenicios, que disfrutaron de una red de factorías y colonias para sus comercios: Cartago, Cádiz, Málaga, Almuñécar, Abdera, Ibiza, Hadremeto, Palermo, Túnez... Por su parte, se nos dice que «Roma trató el mar como “res communis”, es decir, como un elemento no susceptible de propiedad porque no existía forma de controlar algo que consideraban sobrenatural», mientras que los griegos «hicieron del mar la esencia de su civilización, de su cultura, de su mitología».
Pero tampoco cabe olvidar que durante una breve etapa, los chinos fueron los reyes indiscutibles del océano, con una serie de conquistas marítimas que marcaron un punto de inflexión en el devenir de la navegación, sobre todo encarnada en la persona de Zheng He, que, a principios del siglo XV era el almirante de la mayor flota jamás vista. En «Planeta Océano», así, se asomarán multitud de grandes navegantes, como Cristóbal Colón, cuyas exigencias económicas desorbitadas impidieron que sus barcos zarparan años antes, o piratas que protagonizaron algunas de las aventuras más increíbles que se han vivido en el mar. También, ciudades que viven de cara al agua como Venecia, y objetos indispensables que facilitaron –cartas náuticas, brújulas– orientarse por un lugar cuya única frontera es avistar tierra firme.