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Arte

Arte ucraniano: su viaje bajo las bombas

Dos camiones cargados con obras de arte partieron de Kiev, sorteando los bombardeos, y recorrieron 3.000 kilómetros para llegar a Madrid y participar en la exposición sobre las vanguardias del arte de Ucrania que a partir del lunes acogerá el Museo Thyssen en Madrid

Una conservadora prepara uno de los lienzos para transportarlo al Museo Thyssen en Madrid
Una conservadora prepara uno de los lienzos para transportarlo al Museo Thyssen en MadridMuseo ThyssenMuseo Thyssen

En otoño de 1936, con el inicio de los enfrentamientos armados en las calles de Madrid y el riesgo de que cayeran bombas incendiarias en las cubiertas del edificio de Villanueva, el Museo del Prado adoptó medidas urgentes y procedió al traslado inmediato a Valencia de más de 2.000 obras de arte que conservaban en sus fondos para ponerlas a salvo de la guerra y su consiguiente y esperada devastación.

Una precaución que no estuvo exenta de peligros y riesgos, y que, tristemente, ha sido una constante a lo largo de la historia del arte y no algo exclusivo de España. Esta aventura del patrimonio artístico volvió a repetirse posteriormente en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, alentado, además, por el voraz pillaje que mostraron los nazis y volvimos a presenciarlo recientemente en las contiendas de Irak y Siria.

Con el conflicto de Ucrania se han vuelto a repetir en Europa esas imágenes de conservadores portando obras de arte embaladas para trasladarlas a otro país y evitar que fueran destruidas por las bombas o los de-saprensivos. En esta ocasión la nación receptora ha sido el nuestro con el pretexto de una exposición en el Museo Thyssen de Madrid que se abrirá al público el próximo martes (después viajará a otras ciudades). La muestra «En el ojo del huracán. Vanguardia en Ucrania, 1900-1930», que contará con artistas como Oleksander Bohomazov, Vasyl Yermilov, Viktor Palmov y Anatol Petrytskyi, supondrá un repaso al arte ucraniano durante las primeras décadas del siglo XX, abordando hitos tan reconocidos como el futurismo o el constructivismo.

Pero detrás de esta iniciativa cultural existe otra igual de admirable y loable que la mera difusión y el conocimiento del arte: ofrecer una coartada para acoger el patrimonio ucraniano. Igual que sucedió con las obras del Museo del Prado durante la Guerra Civil española, que terminaron exhibiéndose en una impresionante muestra en Suiza, visitada por alrededor de 400.000 personas, en esta ocasión será Madrid quien ejercerá de anfitrión y la ciudad que albergará parte del tesoro artístico de Ucrania.

Misiles y apagones

El martes pasado, dos camiones cargados con 51 obras de arte partieron de Kiev. Lo hicieron de madrugada, para no llamar la atención y como medida de seguridad. Salieron de la ciudad antes del amanecer, justo unas horas antes de que Rusia volviera a atacar la capital del país. La ruta no era menospreciable ni tampoco menor: tenían que alcanzar Lviv, atravesar la frontera que comparte con Polonia y recorrer a continuación alrededor de 3.000 kilómetros a través de Europa antes de alcanzar las calles de Madrid. Todo un viaje, amenizado, además, por los múltiples peligros que acechaban.

Durante las jornadas a través del territorio ucraniano, el país quedó a oscuras cuando el ejército de Putin golpeó sus infraestructuras energéticas y cuando los camiones atravesaban Lviv, esta urbe sufrió un bombardeo que hizo temer lo peor para estas piezas. Cuando ya divisaban la frontera y parecía que las peores tormentas por fin habían quedado atrás, uno de esos misiles desviados, perdidos o lanzados a conciencia, a saber, cayeron en la aldea de Przewodów, haciendo estremecer de nuevo a todos. Al final han sido cinco días intensos y cargados de nervios, que han vuelto a actualizar a nuestros tiempos una vieja historia que considerábamos también propia de otros tiempos.