El arte de la restauración siempre ha estado vinculado a la meticulosidad, al trabajo manual del paciente profesional que, frente a un cuadro, con la precisión de un cirujano, va, poco a poco, enmendando el daño y devolviendo a la obra su estado original. Ese proceso puede durar incluso años, dependiendo de múltiples factores como la edad de la obra o el grado de estropicio.

Ahora, un equipo del Massachusetts Institute of Technology (MIT, EEUU) ha desarrollado una técnica que permite crear restauraciones digitales de obras dañadas y transferirlas físicamente a las piezas originales. Esto es posible gracias a los algoritmos de inteligencia artificial, reconocimiento de imágenes y técnicas avanzadas de reproducción cromática. Aseguran que el método desarrollado, reduce de manera muy considerable el tiempo que normalmente se requiere para restaurar una pintura. Un trabajo de meses o años podría durar tan solo unas horas.

El primer firmante del estudio, Alex Kackine, ha explicado en la revista "Nature" que esta nueva tecnología consiste en la aplicación, a modo de máscara, de una delgada película de polímero que ayudaría a los conservadores del futuro a saber cómo fue la pintura previa y qué cambios sufrió a lo largo del tiempo.

Como demostración, aplicó su herramienta sobre una pintura del siglo XV que, según detalló, "tiene casi 600 años y la han intentado reparar en varias ocasiones". Kackine escaneó y utilizó inteligencia artificial para crear una versión virtual de cómo fue en el momento de su creación. Logró identificar 5.612 regiones que necesitaban reparación y las rellenó con 57.314 colores diferentes. El proceso fue 66 veces más rápido que una restauración tradicional. Su trabajo con esta nueva herramienta duró menos de cuatro horas.

Los algoritmos logran generar una versión restaurada de la pintura y emular el estilo de un artista o el de un período determinado del tiempo. Tales restauraciones son virtuales, es decir, se imprimen como obras independientes y no se usan para retocar la pieza original.