Sección patrocinada por sección patrocinada

Exposición

El Prado le saca los colores a Veronese

La Pinacoteca cierra un ciclo de 24 años «irrepetible» con una ambiciosa muestra de este claro representante del romanticismo veneciano

El brillo azulado de los canales, la imponente calidad arquitectónica y la riqueza visual de Venecia pesaban toneladas más que la decadencia económica y política en la que se sumía la ciudad en pleno siglo XVI. Al menos, para Paolo Veronese (1528-1588). El artista, hijo de una modesta familia de pedreros originarios de Suiza y que ni siquiera tenían apellidos, era más de plasmar en sus óleos lo estético y cultural que lo caduco y sombrío. Es decir, la parte bella de la vida. Al menos, durante la mayoría de su trayectoria artística. La inteligencia pictórica de Veronese, basada en un gran talento en el uso cromático y una absoluta libertad formal y conceptual, proyectó un universo propio en el que la fuerza del color y de las posibilidades del espacio camuflaban las tensiones políticas y sociales que asolaban cada vez más a la ciudad de las góndolas. Una perspectiva que contribuyó a plasmar el conocido como «mito de Venecia» y que, además de reflejar el esplendor de una ciudad a través de un magistral pincel, trascendió su tiempo hasta llegar hoy, tilda Miguel Falomir, director del Prado, como «uno de los grandísimos pintores de la historia». Comisario, junto a Enrico Maria del Pozzolo, profesor de la Università degli Studi di Verona, de la ambiciosa y embaucadora «Paolo Veronese (1528-1588)», muestra que ocupará amplias salas del Museo del Prado hasta el 21 de septiembre.

Presentación de una exposición monográfica de Paolo Veronese en El Prado
Presentación de una exposición monográfica de Paolo Veronese en El PradoChema MoyaAgencia EFE

A lo largo de 106 obras, de las cuales unas 90 provienen de prestigiosas instituciones como el Lou-vre de París, el Metropolitan Museum de Nueva York, la National Gallery de Londres o la Galleria degli Uffizi de Florencia, la exposición cierra un ciclo «verdaderamente irrepetible de 24 años», explica Falomir. Supone la culminación de un largo proceso de investigación y reevaluación de la pintura veneciana del Prado, piedra fundacional de la antigua colección real española. «El padre del Prado es Tiziano», apunta el director, «cuando los monarcas españoles apostaron por su pintura como la más influyente de la historia del arte occidental, sin querer estaban marcando el ADN de su colección real y, por tanto, del actual Museo del Prado». El propio Falomir comisarió en 2003 «Tiziano» y en 2007 «Tintoretto», ambas grandes monografías de una tríada que ahora cierra con Veronese, y con la que, asegura, «me corto la coleta de la pintura veneciana». Un recorrido que, junto a «Los Bassano en la España del Siglo de Oro» (2001) y «Lorenzo Lotto. Retratos» (2018) –también comisariada por Falomir y Pozzolo–, muestra además una clara evolución en términos de enfoque expositivo. Recuerda el director de la Pinacoteca aquella dedicada a Tiziano en la que se mostraban sus pinturas. Pero, con Veronese, la perspectiva se amplía. También incluyen grabados y dibujos del artista, así como obras de otros que le influenciaron o de aquellos para quienes fue inspiración. Veronese no vivió la pobreza de Van Gogh ni tuvo el violento carácter de Caravaggio. Fue un pintor con una vida, apunta Falomir, «normal, y eso hace que su personalidad parezca menos atractiva, lo cual parte de una falacia que asocia vida y obra». La fama del artista, pese a ser alta durante su vida, disminuyó en un siglo XX, en el que nacía una sensibilidad que repelía las vidas sin escándalos. Por ello, esta exposición es un esfuerzo por mostrar la valía de un pintor de su talla, y lo hace a través de seis secciones cronológicas y temáticas, incluyendo desde la primera obra –«La Virgen y el Niño con santa Isabel, san Juan Bautista niño y santa Catalina» (1560)– has- ta la última conservada del artista. Arranca con sus inicios: «De Verona a Venecia». El de Veronese fue un talento precoz, y ya desde su juventud, junto a la influencia del arquitecto Sanmicheli, fue diferenciándose del resto de renacentistas venecianos gracias a su uso del color. Una técnica «cangiante» (iridiscente) que se alejaba de la unidad tonal aprovechando las posibilidades de la gama cromática hasta exprimirla «de la forma más audaz en la historia del arte. Es uno de sus grandes legados, y, si no, que se lo pregunten a El Greco», apunta Falomir. Desde el principio de su trayectoria tenía claras sus inquietudes, así como también sus gustos: no es casual que en la primera sala de la muestra se erija una espectacular «La Perla», de Rafael. «Cuando un jovencísimo Veronese se encontró con esta obra, siendo ya Rafael un mito, entendió que quizá podría sintetizar la grandeza de Tiziano con la de Rafael, y la muestra de hoy confirma que lo consiguió», explica Pozzolo.

Presentación de una exposición monográfica de Paolo Veronese en El Prado
Presentación de una exposición monográfica de Paolo Veronese en El PradoChema MoyaAgencia EFE

Las salas –acordes con los grandes formatos de las obras– continúan sacándole los colores a Veronese, pues funciona casi como homenaje una exposición que desgrana hasta el último detalle el por qué debe considerarse como un creador capital. En la segunda sección, «‘‘Maestoso teatro’’. Arquitectura y escenografía», el espectador observará otra gran característica. Frente a la relación perpendicular de los personajes de Tintoretto con el espacio –véase la narrativa de «El lavatorio», también incluido en la exposición–, Veronese disponía a sus personajes en un diálogo paralelo con respecto a la arquitectura. Ejemplo es el óleo «La cena en casa de Simón» (1556-60), composición que se divide de acuerdo con la balaustrada palaciega, complementando los gestos con la horizontalidad o verticalidad de sus columnas y cornisas. Esta obra, por cierto, fue la primera cena o banquete de Veronese, el «género» que le procuró más fama, y cuenta con una referencia a su familia: en una columna pintó un clavo que rompía la piedra en homenaje a sus raíces en una familia de «spezapreda» («rompe piedras»).

Presentación de una exposición monográfica de Paolo Veronese en El Prado
Presentación de una exposición monográfica de Paolo Veronese en El PradoChema MoyaAgencia EFE

Una vista panorámica

En la sección «Proceso creativo. Invención y repetición» se combinan análisis científicos con la singular narrativa pictórica de Veronese. Cómo elaboraba sus obras, la heterogeneidad de sus prácticas y la evolución de unos procedimientos que siempre buscaban lo inédito, interpretando iconografías poco difundidas en la pintura de la Venecia del siglo XVI, y que se representa en «Alegoría y mitología». Un área que acoge desde las decoraciones al fresco que creó Veronese hasta su faceta como pintor mitológico, con una acusada sensualidad en sus formas y colores que le hicieron digno heredero de Tiziano. Un artista cuya muerte, en 1576, marcó el principio del fin de Veronese, última etapa también representada en El Prado. A sus 48 años era uno de los artistas más célebres de Venecia, contando con el favor de la oligarquía y con importantes encargos públicos a sus espaldas. Se ve en los lienzos «Judith y Holofernes» (1575-80) o «El milagro de san Pantaleón» (1588) –su última obra–, cómo el artista derivó en composiciones más dramáticas e inestables. Una vista panorámica hacia una pintura que siguió inspirando a lo largo de la historia, como se muestra en la última sala, «‘‘Haeredes Pauli’’ y los admiradores de Veronese», y que concluye un recorrido expositivo inédito: «Ninguna institución, ni siquiera en Venecia, ha dedicado exposiciones a los tres grandes de la pintura veneciana», apunta Falomir. Y El Prado lo ha hecho con la inmensidad visual del propio Gran Canal.