De guante blanco
El robo del Louvre: una vergüenza nacional en Francia
La sustracción de joyas en el museo parisino desata una tormenta política en Francia, a la que se suma un informe del Tribunal de Cuentas que detectó fallos en la seguridad
Francia sigue conmocionada por el que muchos creen que ha sidoel robo del siglo. A la investigación se ha sumado la tormenta política por lo inexplicable del robo del domingo. El museo ha permanecido cerrado por segundo día este lunes aunque en su interior han podido verse trabajadores e investigadores. Una reunión muy tensa ha enfrentado a la dirección con representantes sindicales que llevaban tiempo advirtiendo que un robo como el del domingo podría ocurrir. A esto se une que un informe del Tribunal de Cuentas francés, revelado por el diario «Le Figaro» y previo al robo, había detectado fallos en la seguridad del museo.
El documento, cuya versión completa se publicará a principios de noviembre, señala retrasos «considerables» y «persistentes» en la puesta al día de las instalaciones técnicas del museo más visitado del mundo. Sólo un 34% de las salas de la institución cuenta con cámaras de videovigilancia. A pesar de un presupuesto anual de funcionamiento de 323 millones de euros, «los montos comprometidos son de escasa magnitud en relación con las necesidades estimadas» subraya el informe.
Mientras, en el interior del museo ha seguido trabajando el equipo de 60 investigadores que buscan cualquier mínima traza de ADN o huellas dactilares que ayuden a dar con los autores. También se examinan las imágenes de fuera, las de la alcaldía de París y en concreto las del boulevard del Sena por donde escapó el comando de cuatro ladrones en dos scooters de alta cilindrada. A cierre de esta edición, todavía no ha habido detenidos y se ha intensificado la operación policial que intenta dar con el comando.
La prensa francesa, mientras tanto, explora varias hipótesis sobre el robo, algunas de ellas tan descabelladas como el propio robo, pero ninguna descartada: desde una eventual ayuda a los ladrones por parte de alguien del museo hasta un robo por encargo pasando por una injerencia extranjera, algún líder que quisiera sacar los colores a Francia en estos momentos. Lo que sí es descartable, más o menos por una gran mayoría de expertos, es que las joyas sean vendibles en su estado normal a algún coleccionista. Y desarmarlas también implicaría rebajar su valor.
Un valor intangible
Las ocho piezas robadas, ya que la corona de Eugenia de Montijo fue hallada con daños en los alrededores del Louvre, tienen un valor económico colosal si se tienen en cuenta las miles de piedras preciosas que las componen. Pero su valor es sobre todo intangible, pues son joyas únicas que cuentan la historia de Francia y evocan su época de máximo esplendor. Entre las piezas que aún están en posesión de los ladrones se encuentran la diadema de María Amelia, última reina de Francia, y Hortensia, madre de Napoleón III. El collar y los pendientes de esmeraldas de la emperatriz María Luisa, también robados, son dos piezas que tienen en conjunto 38 esmeraldas y 1.146 diamantes. Se las regaló Napoleón Bonaparte a su segunda esposa, tras separarse de Josefina.
El presidente Macron, en medio de la tormenta política que ha desencadenado el robo, ha prometido la restitución de las piezas y llevar a los responsables del robo ante la justicia. El ministro del interior francés, Laurent Núñez, ha pedido a todos los prefectos de Francia que revisen los protocolos de seguridad de los museos ya que este del Louvre no ha sido un caso único en los últimos años en Francia.
«Una vergüenza nacional» lo ha llegado a calificar la oposición de ultraderecha en boca del presidente del Reagrupamiento Nacional Jordan Bardella. «Una nueva prueba para el país» ha señalado Le Pen. El propio ministro del Interior, desde el gobierno, también ha coincidido en señalar que el ataque al patrimonio es un ataque a Francia. Las críticas políticas han sucedido porque se había producido un notable precedente en otro museo parisino hace tan sólo unas semanas, a mediados de septiembre, con menos eco mediático. Un grupo de ladrones accedían al museo de Historia natural y robaban una piedra y pepitas de oro con un valor estimado en 600.000 euros. En ese momento ya se pudo sobre la mesa el debate sobre la seguridad en los museos en tiempos de fuertes recortes en Francia y cómo la Cultura podría pagar un precio muy alto por ello.