Auge y caída de la verbena gallega
Música tropical, orquestas, minifundios y una loca carrera por tener la mejor fiesta del año moldean el mayor espectáculo de masas de Galicia. Un podcast lo cuenta
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Si no han estado, no saben lo que se pierden. Porque, no en vano y después de décadas de perfeccionamiento, las verbenas de Galicia son el mayor espectáculo de masas de la comunidad y una de las manifestaciones de cultura popular más fascinantes de España. Surgidas como festividad convencional religiosa o pagana, como en cualquier localidad de nuestro país, con el tiempo, las verbenas gallegas entraron en una loca carrera olímpica («más rápido, más alto y más fuerte») que las condujo a espectáculos visuales y sonoros de primera categoría y, por su naturaleza atlántica, a ser la puerta de entrada de la música latina a nuestro país muchas décadas antes de la explosión del reguetón. En su historia, hay un personaje clave, una especie de padrino de esta industria, cuya vida explica muchas cosas de este fenómeno: Ángel Martínez, «Lito», quien hizo de las verbenas un imperio con un talón de aquiles: la contabilidad en negro. Sin embargo, y a pesar de que el panorama se ha resentido tras la caída de su «padrino», el fenómeno goza de buena salud. Esta es la historia de una fiesta tal y como la narran Carlos Pereiro «Carlangas» y Sara Cuesta en «Verbena», un podcast publicado en la plataforma Sonora.
«Es un fenómeno con una historia increíble. Porque surge en los 60, cuando los emigrantes mandaban discos de música tropical y las orquestas de Galicia iban a América y aprendían la música caribeña. Y entonces volvían a tocar a su pueblo esos ritmos, que convivían con el folclore de la gaita y el tambor. Eso lleva más de medio siglo ocurriendo en las plazas de los pueblos y hay orquestas que mueven más que cualquier artista mainstream y eso que tocan 300 veces al año. Imagínate a AC/DC tocando tantas veces en un territorio como Galicia. Al concierto cien no les va a ver nadie ni gratis, pero estas lo petan», explica Carlangas gráficamente en declaraciones a este periódico. El músico santiagués, ex componente de Novedades Carminha, narra la historia de un fenómeno surgido «al otro lado del telón de Grelos», un ecosistema único: Galicia tiene 313 municipios, compuestos por 3.771 parroquias y en cada una, una oportunidad de verbena desde que llega la primavera.
El origen de esta tradición es ancestral. Celebraciones modestas ligadas a las labores del campo y la ganadería que se basaban en el folclore y que se van adaptando a los nuevos tiempos. Por toda Galicia existe un pequeño universo de orquestas locales que sirven de plato fuerte de las celebraciones, a las que se suman incluso grupos de rock como Os Resentidos, según narra el propio Antón Reixa en el pódcast. Sin embargo, en los años 80, el fenómeno entra en decadencia por el auge de las discotecas, que relega a las celebraciones tradicionales a un pasatiempo de las generaciones más antiguas, las que bailan «agarrao». Pero un personaje va a cambiarlo todo y a devolver el brillo a las fiestas de toda la vida: Ángel Martínez, «Lito», funda en el año 89 la Orquesta Panorama, un combo artístico hoy legendario pero que entonces luchaba por sobrevivir como el resto de agrupaciones. Gracias a la visión de Lito y a una potente inversión, convertirá sus espectáculos en un cruce entre un musical de Broadway y un concierto de estadio. Cada vez más luces, más sonido, más pantallas, bailarines y unos enormes camiones escenario que no caben en la mayoría de plazas públicas.
El ascenso de la Panorama, la orquesta de Lito, se apoyó en unos pecados arraigados entre los mortales: el orgullo y la envidia. Y es que, como relata Carlangas, entre las aldeas o localidades vecinas «se crea una rivalidad, que es el deporte nacional. La comida de las fiestas será extraordinaria, seguro. Pero la orquesta... puede fallar. Y Lito creó la mejor». Todo el mundo quería contratar a Panorama o a París de Noia, que rivalizaba en espectacularidad con la primera. Otras, como Olympus o el Combo Dominicano también arrastraban gran cantidad de público pero se vieron arrastradas por la escalada de la rivalidad, y, claro, de precios para contratarlas. Las comisiones de fiestas son las encargadas de los preparativos, que en la mayor parte de los casos se llevan a cabo por voluntarios. Recogen, puerta a puerta, las aportaciones de los vecinos en metálico y devuelven un vale para la rifa. Este tipo de contratación informal, sin registros y sin impuestos, será el pecado original de este castillo de luz y color con los pies de barro.
Panorama redefinió el espectáculo a través de un perfeccionamiento del repertorio: varios pases con estilos diferentes para los tramos de edad. Incorporó el repertorio juvenil, la música electrónica, los hits de las radios, las coreografías. Incluso músicos de categoría, como Pedro de Dios, el «bluesman» de Úbeda de Guadalupe Plata, que probó suerte en las orquestas y que califica el ambiente de «una mafia extraña». Y es que, en paralelo a lo artístico, Lito aplicaba a una agresiva política comercial con el objetivo de hacerse con el monopolio. Nadie pudo pararle. Se quedó con la gestión de las agendas de sus competidoras, especialmente París de Noia (que pasó de ser clásica a adaptarse al «mainstream»), y controlaba un mercado en el que cada actuación podía costar hasta 20.000 euros por noche (algunos hablan de 200.000). Y es que muchas de estas orquestas desataron el fenómeno fan: se vendían camisetas o cintas de vídeo con sus actuaciones. Tenían clubs de fans.
«Es un lenguaje –apunta Carlangas–. Las cosas que emocionan a tanta gente hay que hacerles caso, no se pueden despreciar. Si 40.000 personas van, están pasando cosas que emocionan. Puede que el repertorio no te guste, que sea discutible. Pero estoy muy en contra de las élites culturales que te marcan lo que está bien y mal. Hay que poner el foco en cómo era ese espectáculo, porque se aprende mucho de ellos. No te digo que no me hayan influido para saber lo que quiero hacer. Las orquestas funcionan tan bien porque invierten mucho en ello, no solo medios: se sientan a pensar su espectáculo».
Y es que el repertorio era de lo más discutible: lo que conocemos como «pachanga» y versiones de clásicos de toda la vida o temas del momento. La verbena se volvió más poderosa en localidades con recursos porque los alcaldes ganan elecciones con sus verbenas. El verano y la fiesta marca la política, dan poder y lo quitan. Y Lito se convierte en un «contrapoder» por encima del político. Multiplicó sus cifras hasta el punto de que, en los años 2011 y 2012 ingresó en torno a 50 millones de euros y se permitía el lujo de poner condiciones a los alcaldes, como denunció el de Monforte de Lemos. Llegó a ser representante de 80 orquestas que ofrecía con el codo en la barra de un bar y que cobraba en sobres rebosantes de billetes. Hacienda le persiguió y fue condenado, absuelto, y vuelto a condenar. Lito se quitó la vida en 2022. Sufría una enfermedad neurodegenerativa.
[[H2:Un «padrino», pero no como en las películas]]
Cuando se cuenta la historia de cómo Lito se hizo con el control de la verbena gallega, alcanzó un enorme poder entre los ayuntamientos y cerraba los tratos con un apretón de manos y un sobre rebosando billetes, es fácil que las palabras «mafia» o «padrino» salgan a relucir. Sin embargo, aunque las «prácticas poco regulares» eran la norma con Lito, muchas voces en el podcast «Verbena» resaltan sus cualidades personales, su preocupación para que todo el mundo tuviera sus necesidades resueltas, las no pocas ocasiones en las que ayudó a músicos en problemas y cuidó de su gente. Fue una figura controvertida, especialmente para Hacienda, pero no como en las películas de la mafia.