Arte, Cultura y Espectáculos

Batallas que se salen del cuadro

El Museo del Ejército acoge 45 obras de tema bélico pertenecientes a la colección del abogado Pedro Ramón y Cajal que se podrán ver en Toledo hasta 7 de enero de 2018

«Escena de batalla con artillería», obra de Jacques Courtois perteneciente a la colección de Pedro Ramón y Cajal
«Escena de batalla con artillería», obra de Jacques Courtois perteneciente a la colección de Pedro Ramón y Cajallarazon

El Museo del Ejército acoge 45 obras de tema bélico pertenecientes a la colección del abogado Pedro Ramón y Cajal que se podrán ver en Toledo hasta 7 de enero de 2018.

El género de las batallas no ha sido tan frecuente en la historia de la pintura como el de las naturalezas muertas o los bodegones, los paisajes o los retratos. Permite acercarse a una narración de acontecimientos bélicos que pueden ser reales o imaginarios. Quién no es capaz de recordar un lienzo tan emblemático como «La rendición de Breda», de Velázquez, que frisa el género porque retrata la conclusión de una batalla, o «La carga de los mamelucos» de Goya. A partir de hoy, y hasta el 7 de enero de 2018, el Museo del Ejército acoge una singular exposición que reunirá 45 lienzos sobre el arte de pintar batallas pertenecientes a la colección del abogado Pedro Cajal y Agüeros y que ayer inauguró la ministra de Defensa, Dolores de Cospedal. El abanico de estilos y técnicas que abarca es grande, con lo que la exhibición completa algunas de las lagunas existentes en la colección del Museo.

Cuatro son las líneas discursivas o temáticas en que se articula esta cesión temporal. Bajo el epígrafe de «Movimientos y sombras del Barroco: en el fragor de la batalla» se enmarca una obra como la de Jacques Courtois, también conocido como Giacomo Cortese o Il Borgognone, perteneciente a la escuela francesa del siglo XVII, capaz de plasmar sobre la tela el movimiento de la escena y captar el coloridos, como se pone de manifiesto en «Escena de batalla con artillería».

El segundo de los ejes temáticos se englobaría bajo el título de «Armonía, trazo y equilibrio del Neoclasicismo: vuelta a la calma». Buen ejemplo es Antonio Acisclo Palomino (Bujalance, Córdoba, 1655-Madrid, 1726), pintor barroco español que se formó bajo la tutela de Valdés Leal y que transitó por varios estilos –desde el rococó al neoclasicismo– así como reconocido tratadista que escribió su principal obra, «El museo pictórico y escala óptica», considerada una de las fuentes para la pintura barroca en España y que trata sobre «La teórica de la pintura» (1715), «La práctica de la pintura» (1724) y «El parnaso español pintoresco laureado» (1724). Este último consta de doscientas veintiséis biografías de pintores y escultores que trabajaron en suelo español y constituye una base literaria fundamental para el estudio de la historia del arte en nuestro país de ese periodo. De él se puede contemplar en Toledo «Campaña de Túnez», una refriega en toda regla con dos cañones y un mortero que se sitúan en primer término. El cielo oculto por el humo deja no obstante algún resquicio en la paleta para el color azul, aunque domina el tono más severo en la obra, que da perfecta medida de lo que significa una ciudad asediada. En el margen derecho se aprecia una tienda de campaña de corte oriental. Pero no todas las obras están realizadas con la técnica del óleo. Dentro de la colección que se muestra en Toledo destaca, por ejemplo, una xilografía que forma parte de una serie de otras cinco obras del grabador flamenco Pierre Baltasar Bouttats, que representa en perspectiva abatida un «Campamento con tiendas orientales».

Otro de los capítulos en que se articula la exposición versa alrededor del color y la línea en el siglo XIX. Si en los ejemplos anteriores el fragor de la batalla era lo que ocupaba la tela, en las obras de Marcelino Uceta (Zaragoza, 1835-Madrid, 1905), formado en la Escuela de Bellas Artes de San Luis de su ciudad de nacimiento (posteriormente se trasladaría a Madrid bajo la tutela de los pintores Federico de Madrazo y Carlos Luis Ribera). El academicismo es lo que prima en la trayectoria de un artista que quiso dedicarse primero a la carrera militar y que finalmente acabó tomando los pinceles. Hay movimiento, cañones que acaban de disparar, una acción detenida en el tiempo pero perfectamente estructurada. Supone una vuelta al orden que se pone de manifiesto en «Muerte de Daoíz y Velarde» y «Primer sitio de Gerona», con una paleta que prácticamente ha dejado sitio únicamente a la bicromía.

No es éste tiempo de artistas que pinten batallas, pero excepciones las hay siempre y en este recorrido no podían faltar los cuadros de Augusto Ferrer Dalmau, un digno heredero de aquellos maestro de género. La «Batalla de Pavía» es un ejemplo de cómo este tipo de obras siguen teniendo presencia hasta nuestras días. Pintada en 2017, las tropas francesas al mando del rey Francisco I y las germano-españolas del emperador Carlos V se enfrentaron en un campo de batalla retratado con gran realismo. Destaca en la obra la enorme minuciosidad con que están pintados los soldados, el armamento de los arcabuceros, las lanzas, los piqueros, la bandera que se asoma desde uno de los extremos. El siglo XVI ha vuelto con todo su esplendor en pleno 2017. La cruenta lid fue un 25 de febrero de 1525 y se recuerda como una de las más duras. Los arcabuceros resultaron decisivos para dar la victoria a España. Hasta ese momento, las tropas francesas no habían claudicado. El mismo artista ha definido su cuadro como «una fotografía» del momento. La crudeza de la obra, con soldados muertos y toda la fuerza de ambos ejércitos en plena contienda, choca con la concepción romántica que ha suscitado este episodio.