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Geografía mítica

Chancalaera: la serrana fantástica del Pico de las Corujas

En la mitología hispánica conocemos a una bruja híbrida de las montañas extremeñas que habita en una inaccesible cueva en las Hurdes, en la provincia de Cáceres

Una panorámica del Pico de las Corujas
Una panorámica del Pico de las Corujas Archivo

Coruja es otro nombre para la lechuza, ave noctívaga que está relacionada con los seres sobrenaturales de la noche, la magia y la brujería. Es conocido el conjuro de la queimada gallega, que invoca a los búhos y las lechuzas (“mouchos y coruxas”) en un remedo de algún antiguo ritual. Aunque este conjuro sea una recreación moderna es interesante que guarde ecos de esas criaturas nocturnas que nos recuerdan la importancia de los animales en los cultos antiguos. Muchas veces se recogen las transformaciones en animales de los antiguos hechiceros y chamanes desde las pinturas rupestres a los cuentos y mitos. Los híbridos abundan en la mitología de todos los pueblos. Seres mitad humano, mitad caballo como los centauros, mitad toro, como el minotauro de todas las latitudes, por no hablar de las sirenas, mujeres medio pez o serpiente, de las mujeres-araña o los hombres-ciervo, que vemos desde la antigua cueva de Trois-frères y su llamado brujo –recuerda al griego Acteón y al celta Cernunnos–, el hibridismo es la marca del chamán o la hechicera.

En la mitología hispánica conocemos a una bruja híbrida de las montañas extremeñas que habita en una inaccesible cueva en las Hurdes, en la provincia de Cáceres. Allí tenemos la sierra de la Coruja y un pico llamado de la Coruja, donde se supone que habita esta criatura sobrenatural, que hereda gran parte de esta tradición. Se trata de la Chancalaera, una especie de serrana fantástica, hija de un pastor de la zona y de una yegua, que parece una híbrida  arpía . De ella se cuenta que, al modo de las serranas, se aparecía como la figura de una fiera hembra montaraz, que cruzaba a grandes zancadas la sierra aterrorizando a los habitantes de los pueblos vecinos. La Chancalaera se lleva a los niños para comérselos y también a los mozos para seducirlos, acostarse con ellos y luego darles muerte. Se cuenta que algún pastor fue capaz de escapar de ella al embriagarla durante la cena.

Pintura de "La persecución de las Harpías"
Pintura de "La persecución de las Harpías"Archivo

Esta criatura toma formas de animal también, como un ser mitad ave mitad cuadrúpedo, que enlaza con la brujería tradicional. Pero hay quien ve en el trasfondo a una antigua divinidad de la tierra, los montes o las montañas, que tiene muchos nombres: la diosa madre de la tierra es la Gea griega, pero también Mari vasca que habita en cuevas entre la floresta y controla lo que sucede en la naturaleza. En otra vertiente está la señora de las bestias y la naturaleza, no lejana de la virginal diosa Artemis-Diana. La diosa de los bosques es a veces doncella, otras terrible seductora o anciana hechicera. Son las tres edades y las tres figuras de la mujer sobrenatural de la naturaleza, que en las culturas indoeuropeas aparecen también en las divinidades celtas, féminas que tienen la triple versión, doncella, madre y anciana, y que alientan toda la antigua brujería. Marija Gimbutas ha teorizado a favor de esa “diosa triple” en la vieja Europa.

En el caso de la Chancalaera vemos una figura híbrida que por un lado recuerda a estas antiguas mujeres poderosas y divinas del bosque, y por otro recoge el poder antiguamente chamánico de transformarse en un animal. A la vez, recuerda a la gran cazadora mitológica, veloz corredora y de fuerza sobrehumana, de tipo Atalanta o Ártemis. En ese sentido es pariente del mito de la Serrana de la Vera, otra criatura mitológica muy cara a nuestros romancero y que abunda en el teatro del siglo de oro, como la famosa obra de Lope, y por supuesto en el mito. Esta vez se traslada a la zona de Monfragüe y Piornal, donde es capaz de mover enormes rocas, como una especie de cíclope femenino que arroja piedras cerca de Garganta La Olla, y asedia a los lugareños de sexo masculino, como cuentan los romances.

La Chancalaera en cambio se metamorfosea en joven o anciana, animal o ave. Recuerda también a la figura de la “Encorujá”, mujer maléfica y brujeril que se introduce en las casas y roba a los bebés. Sirve para asustar a los niños que se portan mal y lloran. Las Hurdes son un lugar mágico, de poder, donde el paisaje fantástico cobra vida, como en la sierra de las Corujas, y el mito se transforma en cuento popular y folclor. También en tradiciones antiquísimas, arraigadas en costumbres como la Matanza. En esa vertiente folclórica tenemos a la Chicharrona, muy típica de las fiestas navideñas. Es una mujer mítica que baja de la sierra a los pueblos de Las Hurdes antes de Navidad, con vestimentas de piel de cabra que remedan el antiguo hibridismo, sus enormes zuecos o “chancáh” recuerdan las zancadas mágicas: sus dones son castañas, chorizos e higos secos. Felices y mitológicas fiestas.