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Matthew Perry: el infierno de cocaína, opiáceos y alcohol de Chandler Bing de “Friends”

El actor narra en sus memorias, que aparecen ahora publicadas en España, cómo las adicciones casi le conducen a la muerte por un grave problema digestivo que le llevó al coma

El actor Matthew Perry
El actor Matthew Perrylarazon

Estuvo al borde de la muerte, como él mismo reconoce. El la cima del éxito, el actor Matthew Perry, de 53 años, conocido por interpretar Chandler Bing en “Friends”, sucumbió al consumo de opiáceos, cocaína y alcohol hasta el punto de casi perder la vida. En sus memorias, tituladas “Amigos, amantes y aquello tan terrible”, que ven la luz en España, el actor revela que ha gasatado nueve millones de dólares en tratar de rehabilitarse en hasta 15 clínicas distintas. Perry comienza el relato de su vida por su infancia en Canadá, como hijo de una reina de la belleza y un cantante de folk estadounidense. Y cuenta que una vez golpeó en el patio del colegio al futuro presidente del país, Justin Trudeau, en venganza porque su padre, el entonces primer ministro, Pierre Trudeau, imponía unos horarios terribles a la madre de Perry, que trabajaba como su secretaria de prensa.

La madre era el único apoyo del actor, porque su padre les abandonó. Su única obsesión durante sus primeros años era conseguir su atención y cariño. Sin embargo, recibió a su padrastro como una nueva traición que sumar a la de su progenitor. Cuando tenía 14 años, se mudó a los Ángeles con su padre, al que imitó en todo a pesar de que éste le había abandonado: bueno, le imitó en lo fundamental, es decir, tratar de ser actor y alcohólico. Perry tomó su primer trago con 14 años y mantuvo las esperanzas de conseguir abrirse paso en la profesión a pesar de los sucesivos fracasos. Un día se arrodilló y rezó por primera vez a Dios: “Puedes hacer conmigo lo que quieras, pero, por favor, hazme famoso”, le pidió al altísimo. Y éste debió escucharle porque, al fin, una audición entregó el premio. Iba a participar en una comedia de incierto futuro, pero algo era algo: “Friends”, se llamaba. No sabía cuánto le iba a cambiar la vida.

“Fue el mejor trabajo del mundo”, según afirma el actor en su autobiografía. Los miembros del elenco se adoraban realmente y todos se hicieron ricos gracias a un consejo en los primeros tiempos de la serie por parte de David Schwimmer: que negociaran sus salarios como equipo. De esa manera, no habría una estrella que pudiera romper la estabilidad de la producción si ésta funcionaba y sacarían todos el máximo partido y por igual. Para su décima temporada, ya era un chollo. Un horario cómodo, capítulos de media hora y, lo más importante, un millón cien mil dólares en el bolsillo por cada episodio. “Ganábamos una fortuna y pedíamos hacer menos episodios”, recuerda Perry con cierta vergüenza. “Imbéciles, todos nosotros”.

Sin embargo, a la tendencia habitual de Perry al uso de alcohol y sustancias se añadió un suceso accidental. Debido a un accidente en moto acuática, le prescriben analgésicos que va consumiendo por encima de lo pautado y que descubre que, con alcohol, producen un efecto poderoso. De unos analgésicos pasará a otros y finalmente ingerirá hasta 55 píldoras de Vicodin diarias. Empieza el carrusel de clínicas de desintoxicación. “Puedes rastrear la trayectoria de mi adicción si mides mi peso de una temporada a otra. Cuando estoy cargando peso, es alcohol. Cuando estoy flaco, son pastillas. Cuando tengo perilla, son muchas pastillas”, escribe en el libro.

Lo inevitable, es decir, el colapso, sucedió en 2018, cuando el colon de Perry, un presunto efecto secundario de su consumo de opiáceos que consumía sin control. La cocaína tampoco debió ayudar. Cayó en coma. A su familia le dijeron que tenía un 2 por ciento de posibilidades de sobrevivir. Pasó cinco meses en el hospital y nueve meses con una bolsa de heces. Soportó innumerables cirugías, una experiencia terrible que cuenta con minuciosidad. Porque esa es la clave del asunto: hoy, Perry puede contarlo. Pero estuvo a punto de no hacerlo.