Cine

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La vida es una performance

«The Square» satiriza la sociedad a través de un centro de arte contemporáneo.

La vida es una performance
La vida es una performancelarazon

«The Square» satiriza la sociedad a través de un centro de arte contemporáneo.

¿Se ha perdido la responsabilidad social compartida y los valores estables en la Europa de hoy? Para el sueco Ruben Östlund no hay duda: «Cuando mi padre era joven, en los 50, la sociedad occidental podía tener un sentido de responsabilidad compartida. De hecho, él me contó una vez que sus padres le dejaron a los seis años ir a jugar solo al centro de Estocolmo poniéndole una simple nota con la dirección de casa al cuello por si se perdía. En aquella época se veía a los demás adultos como personas de confianza. En cambio, el clima social de hoy no parece fortalecer la cohesión grupal ni nuestra confianza en la sociedad; ahora tendemos a ver a otros adultos como una amenaza para nuestros hijos».

Total desconfianza

Fruto de ese malestar, y con el ánimo de agitar el árbol de la hipocresía, la pretenciosidad y la desconfianza en que vivimos, Östlund creó «The Square», una instalación artística que devino en una película que es a la vez un drama y una sátira del mundo refinado pero cínico del arte como reflejo de una sociedad enferma de escepticismo. «Quería hacer una película elegante, con dispositivos visuales y retóricos atractivos, que provocara y entretuviera. Temáticamente, la cinta se mueve entre temas como la responsabilidad y la confianza, los ricos y los pobres, el poder y la impotencia. Asimismo habla de las crecientes creencias en el individuo en un contexto de declive de las creencias en la comunidad, de desconfianza en el estado, en los medios y en el arte». Todo ese cóctel de provocación se vehicula a través de una sátira de brocha fina y una narración episódica en la que se cuentan las tribulaciones de Christian, director artístico de un museo de arte contemporáneo que intenta atraer al público a su nuevo montaje, The Square. Pero sus actos lo enfrentarán a sus responsabilidades en una deriva delirante que cuestiona también los límites del arte. «La personalidad de Christian tiene muchos lados: es idealista en su palabras y cínico en sus obras, tan poderoso como débil. Está comprometido con el arte, y al mismo tiempo es un camaleón social que sabe cómo jugar su estatus».

A través de él Östlund aspira a inocular incomodidad en el biempensante occidental y arrojarle una reflexión crucial: «Solo si mostramos confianza, podemos obtenerla a cambio».