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En esencia, en un filme clásico como "Metrópolis"(1927) están contenidas todas las distopías del cine de ciencia ficción futuro. Sólo hay que analizar "Blade Runner"(1982) para percatarse hasta qué punto su poderoso influjo va más allá del homenaje de Ridley Scott a Fritz Lang. El robot de "Metrópolis"que duplica a la heroína en un humanoide vengativo anuncia todos los robots futuros, desde los replicantes de "Blade Runner"al ciborg asesino "Terminator".

Lo mismo puede decirse del skyline de Nueva York que Fritz Lang vislumbró desde el barco al acercarse a la ciudad del futuro, reconvertido en "Metrópolis"en ese edificio amenazador y omnipresente, al modo del Chrysler Building, reconfigurado como una futurista Torre de Babel. Tan obsesivamente presente a lo largo del filme como el edificio de la Tyrell Corporation en "Blade Runner". Centros de control desde donde dos científicos locos, Rotwang y Tyrell, crean sus dúplicas robóticas para utilizarlas como esclavos. Seres que, siguiendo la ruta marcada por el moderno Prometeo, el monstruo de Frankestein, acabarán revelándose contra su creador y matándolo.

Las similitudes estéticas no son menores que las ideológicas. Ambas películas revelan un odio a la tecnología y desprecio por los científicos típico de las ideologías totalitarias. Ambos guiones siguen una línea antihumanista cuyo final solo puede desembocar en la tragedia.

El estereotipo del científico loco es común tanto en la ciencia ficción clásica como en el subgénero cyberpunk. Ser como Dios y desafiar a la naturaleza son actitudes típicamente reaccionarias, pues para la derecha totalitaria produce monstruos y para la izquierda utópica lluvia ácida y seres proletarizados que hay que redimir de la usura del capitalismo salvaje destruyéndolo.

La guionista de "Metrópolis", Thea von Harbou, divide la sociedad en dos clases antagónicas, clase dirigente y proletariado, similar a la utopía socialista, que en el filme de Ridley Scott se presenta como una lucha a muerte entre humanos y replicantes rebeldes. Que la ex mujer de Fritz Lang acabara abrazando el nazismo, en donde el ideal nacionalista amalgamaba a todas las clases en el amor a la Nación y la sumisión a su Führer, responde plenamente al ideal nazi, mientras que la ruptura con el mundo pervertido de Los Ángeles, siniestro y mercantil, la lluvia ácida carcomiendo las entrañas del edificio Bradbury, metaforiza la desconfianza en el ser humano del socialismo, que no encuentra otra salvación que recomenzar desde cero una nueva vida en una Arcadia boscosa y prístina, adonde se dirigen los protagonistas al final de la película.

Es lógico que ambos guiones coincidan en presentar la distopía futurista como fantasías idealizadas de sus respectivas ideologías utópicas. Lo que no impide reconocer el mundo fascinante que ambos directores logran crear en estas dos películas imperfectas pero titánicas.