Crítica de cine

"Varados": Refugiado es mi nombre

"Varados": Refugiado es mi nombre
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Dirección y guión: Helena Taberna. Director de fotografía: Frodo García-Conde. Música: Ignacio Bilbao.

España, 2019. Duración: 72 minutos.

Documental.

Tienes miedo de salir a la calle, de no volver jamás, de que esa guerra interminable se lleve por delante también tu vida y las de quienes amas. Decides marchar, pongamos, de Siria, legalmente o no, pero luego, como les sucede a algunas ballenas, la existencia se te queda varada a orillas del mar porque la documentación necesaria no llega. En Grecia, la cuna de la civilización, centenares de refugiados aguardan a que Europa les acoja. Hombres, mujeres y niños con rostros, con pasado, con recuerdos, con una carrera (hay un ingeniero que ahora gana algún dinero cocinando falafel), con un nombre más allá del simple Refugiado. Y, en este sentido, los títulos de crédito finales del filme han querido hacer justicia y devolvérselos. El documental de Helena Taberna («Extranjeras», «Acantilado») se asoma desde una sensibilísima humanidad y con la cámara muy cerca a la historia de estas personas que han ocupado un edificio en ruinas, a los campos de refugiados repartidos por todo el país, para criticar la inacción del estamento político y recoger testimonios como el de una alegre chica de 12 años que quiere ser periodista y mientras tanto escribe un diario sobre el insufrible viaje de tres meses hasta Atenas. Y vemos al anciano que guarda naranjas aunque se las puedan comer los bichos, al discapacitado que recuerda cómo fue pasar varios meses sin una silla de ruedas subido a los hombros de su sobrino, de un joven que habla de suicidios lejos de casa... Pero no «oímos» pesimismo. Aunque el tema resulta muy complicado y posee numerosas aristas, habría que tener el corazón como una piedra para no sentir emoción al contemplar que estos niños, todavía, sonríen. Y esperan.