Acoso escolar

Cristóbal Suárez: «Las redes amparan el anonimato: es más fácil agredir sin ser visto»

Lleva a los institutos españoles la obra «Papel», escrita por José Padilla, una experiencia teatral para tratar en centros escolares la violencia y el acoso en las aulas.

Cristóbal Suárez
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Lleva a los institutos españoles la obra «Papel», escrita por José Padilla, una experiencia teatral para tratar en centros escolares la violencia y el acoso en las aulas.

La violencia y el acoso en los centros escolares no son un fenómeno nuevo. Sin embargo, últimamente parece estar creciendo hasta el punto, incluso, del suicidio. Los actores Cristóbal Suárez y Verónica Pérez han creado una productora teatral con el objetivo de ofrecer una alternativa juvenil. «Queremos plantearles su problemática mediante una experiencia teatral en el aula», comentan. Para ello han creado «Papel», una obra sobre el acoso basada en hechos reales escrita y dirigida por José Padilla, con Daniel Jumillas y Ana Vayón en el reparto. Además de llevar la experiencia a los institutos de Secundaria, han iniciado representaciones en el teatro Pavón, abiertas al público y a las familias.

–La obra está inspirada en hechos reales.

–Sí, sobre todo el suicidio de Jokin Ceberio, un adolescente de 14 años que se arrojó desde la muralla de Hondarribia en 2004 a causa del acoso escolar de sus compañeros. Fue quien puso en la palestra el tema del acoso. «Papel» surge al leer el caso el autor.

–¿Qué ocurrió?

–Después de un año de acoso lo cambiaron de colegio, pero le acompañó el estigma de haberse hecho caca en clase y para conmemorar el triste aniversario, los compañeros le llenaron el aula de papel, le crearon una escenografía macabra, pero real. Ése es el «leitmotiv» de la función: todos se ponen de acuerdo para ir con papel higiénico a fastidiarle la vida al chaval. Ninguno se niega.

–¿Cómo lo plantean?

–La obra no se centra ni en acosador ni en el acosado. El personaje de Jokin se cita al final para cerrar el círculo y hablar del entorno. Él es el motivo para entrar en este fenómeno tan complejo y con tantas aristas que no se sabe bien qué es ni hasta dónde llega.

–Con dos actores sobre el escenario.

–Son dos micrófonos, una silla, papel higiénico y dos actores que cambian de personaje continuamente en situaciones complejas. El telón de fondo es un examen de lengua sobre «El Quijote», así que este personaje está continuamente presente en la obra, hace de hilo conductor todo el tiempo.

–¿Su objetivo es abordar temas sociales?

–Sí, nuestro sueño era llevar el teatro a las aulas. Los temas son importantes, pero lo que nos interesa es hacer vivir experiencias teatrales. La emoción pegada a la memoria es lo que hace llegar el mensaje. Yendo a los institutos, los cogemos en su entorno y eso es muy importante. A mí nunca me ofrecieron una experiencia así y enriquece mucho.

–¿Se involucran?

–Sí, porque la función es hacia ellos y reaccionan muy bien, les cala. Ya está superado eso de la cuarta pared y, si los involucras y no los excluyes, se meten solos. Queremos un teatro de calidad porque, si tienes una mala experiencia, pierdes un espectador para veinte años, pero si es buena, no hay nada igual.

–¿Más que en el acosado, se centran en la familia?

–En el entorno. La función está construida de manera que los actores van cambiándose para representarlo –profesores, padres, alumnos–. Queremos alejarnos de acosador y víctima y evitar juicios morales. En los coloquios posteriores intentamos que surjan preguntas como ¿por qué nadie se niega a tirar el papel?

–¿Cuál es el objetivo?

–Que reflexionen y, sobre todo, que hablen. Nos derrotan cuando nos callan.

–¿Cómo es la respuesta?

–Muy buena. Nos han pasado cosas como que un niño se fuese con un compañero a llorar al baño. Él venía de un centro donde lo había sufrido, creía que lo tenía superado, pero no, se abrió y lo contó. La emoción es muy grande.

–¿Tienen influencia las redes sociales?

–Acoso ha habido siempre, pero ahora se está visibilizando mucho más. Las redes son un caldo de cultivo porque se amparan en el anonimato. Es más fácil agredir sin ser visto, están más protegidos.

–¿Y la edad?

–La adolescencia es una etapa de indefinición y de afirmación de la personalidad y, por desgracia, muchos se afirman machacando a los más débiles. La crueldad que desarrollan en estas edades entre ellos es enorme y pueden causar gran daño físico, moral y psicológico. Es una paradoja, individualmente saben que está mal, pero la presión del grupo en esa edad es muy fuerte.

–¿Es el teatro un buen espejo para reflejar la realidad social en la que vivimos?

–Ése es su poder. La representación abre la espita y les da la posibilidad de hablar. Con esta experiencia hemos descubierto su utilidad para desenmascarar situaciones y reflexionar sobre ellas. Lo malo es que no podemos aportar soluciones, como artistas sólo podemos servir de espejo.

–Quieren un mensaje eficaz, no impositivo.

–Sí, y en esto hemos contado con el consejo de los docentes. Nuestra idea es ofrecer un crisol, un abanico de situaciones sobre el acoso para que ellos puedan ordenarlo en su cabeza como cada uno pueda, sin imponer una manera.

–¿Ayuda a desarrollar la autocrítica?

–No lo sabemos a ciencia cierta, pero los docentes dicen que es muy probable que suceda. Esto, aunque difícil, sería lo deseable, llegar a reconocerse acosador.

–¿Y les dejan deberes?

–Terminamos con un debate en el que participan todos y te sorprende cómo entienden la función. Después dejamos dinámicas de grupo para trabajar con los profesores y mantenemos el contacto. Nuestra idea es hacerlo también en el Pavón en funciones abiertas para el público y para verlo padres e hijos juntos.