Crítica de "El fred que crema": y Sara salió a cazar ★★★☆☆

Un joven rubio completamente desnudo de mirada turbia y espesa comienza a vestir el uniforme de la esvástica. Una vez hecho, se pregunta a sí mismo por enésima vez qué hace en ese gélido lugar, la Andorra de aquel 1943 hasta donde llegaban los ecos de la II Guerra Mundial, perdido de la mano de Dios y los hombres, en una pequeña aldea fronteriza donde viven Sara (Greta Fernández) y Antoni (Roger Casamajor), un joven matrimonio que espera su primer hijo. Y entonces recuerda la bestia aria: estoy intentando matar a seres humanos. Como siempre. La llegada de varios judíos que huyen de la persecución nazi removerá los mismos cimientos del pueblo.

Sara se niega a darles cobijo, pero Antoni los esconde en la buhardilla de casa. A golpes de flash backs, conocemos el drama que rodea a dos familias, con un cadáver de por medio y la palabra venganza que pende sobre unas cuantas cabezas. El maduro debut de Santi Trullenque consigue involucrar al espectador en esta historia de supervivencia llena de hambre, de frío, de miseria y oscuros secretos, un filme en ocasiones casi de terror, con ese monstruo completamente borracho de la calavera acechando a sus víctimas, y, otras, un thriller rural, si me permiten, que, tirando del ensangrentado hilo, llega hasta el centro de la tragedia. Y la fuerte y embarazadísima Sara, no ningún hombre, decide salir de cacería harta de huérfanos y olor a podrido.

Lo mejor: el elenco actoral está muy bien, en especial, una fuerte y carismática Greta Fernández

Lo peor: la última parte se narra de forma apresurada, lo que chirría en un filme con este ritmo