Crítica de "Twisters": el efecto Fujiwhara ★★ 1/2
Director: Lee Isaac Chung. Guion: Mark L. Smith. Intérpretes: Daisy Edgar-Jones, Glenn Powell, Anthony Ramos, Brandon Perea. Estados Unidos, 2024. Duración: 122 minutos. Acción/ Catástrofes.
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En una de las borrascosas secuencias de “Twisters” aparecen dos tornados gemelos, bailando casi pegados. “¡Es el efecto Fujiwhara!”, comenta uno de los cazadores de ese fenómeno meteorológico que está dejando en ruinas el estado de Oklahoma. El “efecto Fujiwhara” se produce cuando dos tornados o huracanes giran en la misma dirección llegando a compartir un vórtice común, aunque rara vez duplican su alcance destructor. Narrativamente, “Twisters” está organizada según ese efecto: dos magos de la meteorología (Edgar-Jones y Powell) que empiezan, por separado, por reproducir la clásica rivalidad de la guerra de sexos acaban por unir sus talentos (y sus corazones, en una relación amorosa que no se permite ni un solo beso, como si la caza salvaje de las tormentas fuera una casta sustitución del sexo) para controlar la fuerza devastadora de la naturaleza. En esa lucha se oponen la función social de la ciencia y los intereses comerciales del mercado inmobiliario, pero la película se limita a filmar esa danza gemelar, que ni siquiera concede el espectáculo de la destrucción total, con una profiláctica profesionalidad.
Es cierto que las escenas de tornado de “Twisters” son mucho más sofisticadas que las del original de Jan DeBont, pero por el camino se ha perdido el aliento hawksiano de aquella, el ‘joie de vivre’ de una película que, ahora, lo sacrifica en beneficio de una puesta en escena plana y formularia. Puede que Glenn Powell reedite el carisma de ciertas estrellas masculinas de antaño (Clint Eastwood? Steve McQueen?), aunque su personaje, que intenta seducir a Daisy Edgar-Jones llevándola a un rodeo, huele a votante republicano. Eso, claro, sería lo de menos si el filme supiera aprovechar las buenas ideas que aporta su guion, sobre todo esa que localiza una sala de cine como último refugio para protegerse de la barbarie huracanada del tornado definitivo. Qué pena que Lee Isaac Chung (“Minari”) sea un realizador con tan poca imaginación, y lo primero que desaparezca de la sala sea la pantalla. Será que el cine ya no puede resistir ni el efecto Fujiwhara.
Lo mejor:
Las escenas de tornados, especialmente la primera, ofrecen el espectáculo necesario para empapar la cartelera veraniega.
Lo peor:
Carece de la vitalidad y el sentido de la aventura del original.