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Estreno

Crítica de "Wicked 2": érase una vez dos brujas enamoradas ★★★

Dirección: Jon M. Chu. Guion: Stephen Schwartz y Winnie Holzman, según la novela de Gregory Maguire. Intérpretes: Cynthia Erivo, Ariana Grande, Jonathan Bailey, Michelle Yeoh. USA, 2025. Duración: 136 minutos. Musical.

Un fotograma de "Wicked 2" Imdb

Hay un momento en “Wicked Parte II” en el que este crítico empezó a pensar en David Lynch. Tardó demasiado en hacerlo, aturdido como estaba por la atolondrada palabrería de una película que debería haber concentrado sus esfuerzos en un solo gesto, en un solo suspiro. Para qué dos partes sino es por duplicar a toda costa la taquilla del evento. Esa operación económica tiene sus costes: por el camino, a la gallina de los huevos de oro le cuesta ser fértil, y la primera mitad de “Wicked Parte II” es inútil y farragosa, se pierde en la construcción del sendero de baldosas amarillas sin saber adonde dirigirse. Ni siquiera destaca en lo musical, y parece que Chu filma las coreografías en la Ciudad Esmeralda con más desgana que inspiración, en planos átonos e inexpresivos. Apenas nos despierta del tedio el amor no correspondido de Nessa, la hermana de Elphaba, por Bok, y el relato trágico de los orígenes del Hombre de Hojalata.

Pero volvamos a David Lynch. Este crítico recordó que “El mago de Oz” era una de las películas favoritas del director de “Cabeza borradora” cuando “Wicked Parte II” recrea el tornado que transporta a Dorothy más allá del arcoíris, y el filme vuelve a abrazar la relación que de verdad le importa, que no es otra que la historia de amor entre Elphaba (Cynthia Erivo) y Glinda (Ariana Grande). El espíritu de Lynch, que citó explícitamente el clásico de Victor Fleming en “Corazón salvaje”, parece reencarnarse en la pasión desmedida, atravesada por la traición y el despecho, entre la Bruja del Oeste y la Bruja Buena.

¿No intentará ser “Wicked Parte II” la relectura, en clave de musical mainstream, de “Mulholland Drive”? Si aquella invocaba los fantasmas del cine clásico (desde “Gilda” hasta “Vertigo”) en fuera de campo, la película de Jon M. Chu relega al emblema de “El mago de Oz” a una sombra, a un plano detalle, a unos zapatos sin cuerpo ni rostro. En ese marco emocional, el filme encuentra su auténtico latido en la circulación de afectos ‘queer’ entre dos mujeres que se reconocen en su capacidad para “mirarse con otros ojos” y quererse desde otro lugar, desde la solidaridad femenina declinada en los colores de lo onírico.

Tal vez sea que a veces las películas no se acuerdan con qué modelos sueñan, o quizás sea que la sincera emoción que emana del tramo final de “Wicked Parte II”, influenciado por la queerización de los discursos afectivos de cierto Hollywood contemporáneo, alcanza el vuelo de ese cuento de hadas un tanto siniestro que enamoró a Lynch. No es casual, tampoco, que “El mago de Oz” se estrenara en 1939, el año en que los totalitarismos amenazaron con liquidar el mundo. Aquí Oz, como Hitler y como Trump, es un charlatán que anestesia a las masas, un fabricante de humo que sería capaz de vender a su madre por permanecer en el poder. Menos mal que aún hay brujas dispuestas a restablecer el orden y hacer justicia, aunque sea fingiendo que fueron enemigas hasta el fin de los días.

Lo mejor:

El amor ‘queer’ entre Elphaba y Glinda procura la emoción que esperamos de este cuento antitotalitarista.

Lo peor:

Su primera hora es francamente disuasoria, y siembra dudas sobre la pertinencia de haber dividido el proyecto en dos partes.