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Dani Flaco: «Mi vida es un concierto»

Tras veinte años de carrera y nueve discos publicados, el músico se mantiene en activo con una gira permanente por bares de toda España
El músico Dani Flaco
El músico Dani FlacoMarta Pich
La Razón
  • Javier Menéndez Flores

    Javier Menéndez Flores

Madrid Creada:

Última actualización:

Son casi dos décadas en la carretera, una gira forzosamente interminable que es, a su manera, como ir a la oficina. Solo que Dani Flaco (Hospitalet de Llobregat, 1977), en vez de un maletín o un portátil, lleva al tajo una guitarra, que es una suerte de puerta que conecta la realidad y la ficción. Estamos, pues, ante un indie puro, sin postureos ni chorradas. No es una vida fácil, pero sí emocionante y, sobre todo, muy literaria. «Lo mío sí que es indie, desde luego», afirma con una sonrisa, «y la verdad es que sí que tiene un punto literario y emocionante. Mi primer disco salió en enero de 2006, va a hacer 18 años, y llevo 17 de gira permanente en garitos. Todos los fines de semana. Parando muy poco, porque cuando juegas en esta división no te puedes permitir el lujo de decir “me tomo un año sabático”. Sí tengo aprendida la lección de disponer de un colchoncito con el que poder tirar por un tiempo, sin sufrir, por si pasa cualquier cosa, que me rompo una mano o me quedo afónico. El año pasado hice 65 conciertos, este voy por treinta y algo. Y sí, se puede vivir con dignidad de la música sin ser una estrella pero tienes que trabajar mucho». Pese a ello, Dani destaca la parte impagable de ser un músico minoritario: «Es un oficio precioso, porque las veces que tocas en escenarios más grandes, en teatros, no tienes el feed back de la gente, y en un garito, en cambio, te bajas del escenario y estás con la gente».
De niño, Dani fantaseó con llegar a ser futbolista. Pero la música cayó sobre él como un meteorito y sus deseos se volvieron otros: «Se me daba bien jugar al fútbol, metía muchos goles. Se interesaron por mí el Espanyol y el Hospitalet, incluso alguna vez me comentaron del interés del Barça. Llegué a cobrar un poquito de dinero jugando al fútbol en categorías inferiores, siempre a nivel semiprofesional. Pero eso coincidió en el tiempo con mi interés por la música. Estaba en grupos, ensayaba por las noches, y si tenía un partido a las diez de la mañana el domingo y había dado un concierto la noche anterior, pues no llegaba en las mejores condiciones. Y menos en esa época, claro. Y en mis sueños de adolescente dejé de pensar en el futbolista de moda y empecé a soñar con ganarme la vida con la música». Los mayores culpables de ese volantazo de la vocación tienen nombre: «El Último de la Fila fueron los primeros que me reventaron la cabeza. El primer disco que me compré es “Como la cabeza al sombrero”, y el primer concierto que vi fue uno de ellos. Animado por ese grupo empecé a hacer canciones con trece años, con los cuatro acordes que me sabía y las cuatro palabras que podía juntar. Y desde entonces no he parado de componer». Dani sabe a qué huele la primera división: cuando era muy joven, llegó a tener contacto con mandamases de la industria del disco. Pero, pese al ruido y el fulgor, la cosa no cuajó: «Hice mi primera maqueta con un cuatro pistas que compré, y a los 21 años me fichó Paco Lucena (exmánager de Sabina). Hice audiciones con Sony, con Universal, conocí a José María Cámara (directivo del mundo discográfico, ya fallecido)... Era una cosa enorme. “Madre mía, qué me está pasando”, me decía. Me escribían mails Víctor Manuel y Ana Belén, porque les envié una maqueta... Pero de aquello no surgió nada. Coincidió además con la eclosión del primer “Operación Triunfo”, y ahí la industria empezó a cambiar. Ahora, viéndolo con perspectiva, me alegro de no haber sacado un disco entonces, porque igual estaría más descentrado en la vida. A partir de ahí empecé a garitear, conseguí sacar un disco aquí con una discográfica independiente, de hecho saqué tres, y desde entonces me he ido sacando yo los discos. Y haciendo conciertos, claro, todo el rato. Porque mi vida es un concierto».
Pese a su condición de indie, Dani Flaco cuenta con una abultada discografía: nueve discos de estudio. El último, de hace cuatro años, es de duetos, y en él colaboraron algunos nombres de oro del pop/rock español: Manolo García, Álvaro Urquijo, M-Clan… «Siempre me ha gustado hacer canciones. El momento de hacer una canción y cantártela para ti la primera vez, que pasa de no existir a ser un tema redondito que sabes de pronto que te va a acompañar durante muchos años, es mágico. Y adictivo. Por eso he sido bastante prolífico».
Aunque recaló en Madrid cuando ya estaba muy rodado, el foro tuvo para este catalán una gran importancia tanto profesional como personal. «Madrid es una ciudad muy interesante a nivel cultural y festivo», reconoce. «Cuando llegué allí fue una experiencia como de prejuventud tardía, porque tenía 36 años y ya había vivido mucho. Después de haber vivido en pareja en Hospitalet, en Madrid era la primera vez que estaba solo de verdad, y a 600 kilómetros de casa. Encontré una intimidad a la hora de escribir que no tenía en mi tierra, ese cien por cien de soledad que me hacía falta. Y surgieron muchas canciones porque pude escuchar mucha música, ver muchas películas y series, leer, y todo eso fue un caldo de cultivo enorme. Además, de Madrid me traje a mi mujer y a mi hijo. No me pudo ir mejor».
En estos tiempos de corrección política, en los que los artistas deben mirar con microscopio cada palabra que escriben, Dani asegura no haber caído nunca en la autocensura: «Tengo la ventaja de no estar muy expuesto, y eso te da más libertad. Pero creo que si lo estuviese, tampoco cambiaría nada. Cuando te dedicas a un oficio artístico, si te empiezas a autocensurar es un mal negocio porque no vas a arriesgar nunca. Y en el arte, como se evoluciona es arriesgando. ¿Las canciones de Sabina y Robe son machistas? A mí no me lo parecen en absoluto, y su lenguaje es lo que les hace atractivos como autores porque van a la contra y son absolutamente únicos. Lo compras o no, pero es su seña de identidad. Es como la canción de Paquita la del Barrio, la de rata inmunda y tal (“Rata de dos patas”). Si esa mujer lo sentía así, perfecto». Pese a ello, señala que hay letras a las que los nuevos tiempos exigen ciertos retoques: «Ayer estaba reescuchando un disco de Los Burros en el que hay una canción que se llama “Disneylandia” y Manolo García cantaba “cuando vuelvas, sí, cuando vuelvas te mataré”. Cuando la regrabaron, hace cuatro o cinco años, lo cambiaron por “te ignoraré”. La sociedad ha evolucionado, por suerte, aunque también hay nubes oscuras en el horizonte... Pero cosas que antes se normalizaban, a lo mejor ahora dices “esta frase la cambiaría, pero tampoco mucho”. Es posible que haya habido gente que ha abierto los ojos gracias a que ha escuchado eso y se ha parado a pensar “hostias, pues esto es un poco machista”. Pero para eso está el arte, para hacer pensar a la gente».
BARES COMO ESTADIOS
Por Javier Menéndez Flores
La escena tiene algo de misa pagana, de reunión de amigos alrededor del fuego. Hay un maestro de ceremonias, porque de no ser así el ritual no surtiría efecto, pero es una figura atípica. Como todo artista o soñador o funambulista, es un inadaptado. Pero ojo con los inadaptados, porque algunos de ellos han firmado «Apocalypse Now», «Just like a woman», «Taxi driver», «Trilce», «El sitio de mi recreo». Que se vaya al carajo el sistema si tus obsesiones y desarreglos te llevan a la vuelta de la esquina de Plutón, donde los dioses nunca obligan y el mar carece del gen de la violencia.
Dani Flaco mira a sus fieles a través de los cristales cargados de biografía de sus gafas de chico listo y no termina de creerse que haya gente que ha pagado por verle. Un día pones discos que compraste sacando dinero de no sabes dónde (sableando a tus padres y abuelos, vendiendo la bici de tu alma, pintándole una barandilla a un vecino) y otro, ¡zas!, las canciones que suenan son las tuyas. Y no hay forma de explicar qué se siente al ver tu rostro en la cubierta de un cedé mientras tu voz dice unas cosas que al niño que fuiste le habrían sonrojado. Puedes vivir de juntar palabras y no saber, sin embargo, si a eso se le llama magia o accidente o azar o destino, pero sí tener claro que hay pocas cosas tan hermosas como el paso de la potencia al acto, y si no que se lo digan a Aristóteles.
Las Ramblas son un pulmón que bombea un aire cargado de castillos, y si Dani mira atrás le estallan en el pecho el Nano, Romario, Sabino Méndez, Manolo García y un tal Quimi Portet. Los primerísimos de todas las filas. Y es con esa arcilla, damas y caballeros, con la que se construyen los sueños. Que tu primera puerta sea una salida de emergencia debe de significar algo. Y encima en Barna tenemos playa, qué te parece. Y todas las familias son sagradas y el Pijoaparte es Alain Delon camelándose a Visconti para que lo incorpore al reparto de «Rocco y sus hermanos» y pasar, aunque entonces no pudiera imaginarlo, a la historia del cine. Gestas de andar por casa que se resuelven en una décima de segundo, en lo que dura un parpadeo. Como cuando en una fiesta dos personas se miran por vez primera y entienden, tomadas por un fuego que quema más que el fuego, que ya no podrán vivir la una sin la otra.
«La Virgen del exceso» ofrecía la apariencia de una mujer, pero tú y yo sabemos, Dani, que su verdadero nombre era Madrid, donde los trileros tienen despachos con vistas a la Castellana y hasta lo imposible está al alcance de una mano hábil. Y se enamoró de ella porque cómo vas a decirle que no a la reina del placer. Quizá sea cosa del mar o tal vez es que llegó la primavera, pero si me pongo melancólico, dejadme: no quiero despertar de un sueño en el que no paro de sonreír y en el que siento que puedo haceros enormemente felices.
Se han cancelado las luces, se extingue la última risa y en esa lámina de silencio se oye el sonido que el músico hace al tragar saliva. Da igual que estés en Bilbao o en Cádiz, en Vigo o en Tarragona, porque la música desactiva los acentos y hermana a los animales que caminan erguidos y son capaces de emocionarse con una historia que suele acabar fatal.
Qué instante de dicha aquel en el que distingues el placer en ese rostro que te observa. No es un simple garito, Dani, no, es el Camp Nou, y tú, galgo exultante, estás cada día más flaco. Pero ya se encargarán tu voz y tu guitarra de que nunca, jamás, vuelvan las pulgas.

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