Premios Princesa de Asturias

Del feminismo y la crisis climática a la enciclopedia del Prado

Don Felipe apoya a las generaciones del futuro en una ceremonia de los Princesa de Asturias donde Siri Hustvedt, Salman Khan, Javier Solana y Sandra Myrna defendieron en sus discursos el valor y la ejemplaridad de la cultura, la educación y el compromiso.

Siri Hustvedt concita el aplauso del público del Teatro Campoamor tras recibir el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Foto: Alberto R. Roldán
Siri Hustvedt concita el aplauso del público del Teatro Campoamor tras recibir el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Don Felipe apoya a las generaciones del futuro en una ceremonia de los Princesa de Asturias donde Siri Hustvedt, Salman Khan, Javier Solana y Sandra Myrna defendieron en sus discursos el valor y la ejemplaridad de la cultura, la educación y el compromiso.

Don Felipe resaltó ayer el «enorme valor» de los Premios Princesa de Asturias con los que «he crecido y aprendido», y que no son otros que los del ejemplo y la enseñanza que siempre aportan la cultura, el humanismo y la ciencia. Pilares que ayer fueron los temas axiales que vertebraron los discursos que pronunciaron los ganadores de estos premios. Cada uno de ellos, desde el área de su conocimiento, defendió la necesidad de ahondar en el saber, como reflexión de uno mismo y como una de las vías para que la sociedad mejor y avance hacia el futuro.

La escritora Siri Hustvedt, que recibió el reconocimiento dedicado a las letras, lo hizo desde la interrogación, que es un planteamiento muy filosófico. ¿Seguimos siendo los mismos al crecer? «Qué cambia y qué permanece igual?, ¿Creemos a Heráclito o Platón? ¿Cómo concebimos la vida interna y la externa?». Unas cuestiones a las que añadió una: «¿Cómo sabemos lo que sabemos?». El Rey elogió de la novelista su insistencia «en el hecho de que las mujeres no siempre encuentran el reconocimiento que merecen. Basándose en su propia experiencia, afirma que en muchos casos son olvidadas y relegadas por el hecho de serlo». Y la autora, mujer de Paul Auster (que recibió este reconocimiento en 2006), respondió diciendo que «a mi yo adulto no le cuesta imaginar un mundo en el que las ideas circulan libremente entre disciplinas sin una jerarquía discriminatoria, un mundo donde las niñas pueden alardear tanto como los niños y éstos no les tienen miedo, un mundo en el que se han disuelto las viejas fronteras. Este premio llega de la mano de una niña, una princesa. Me gustaría que fuera para todas las niñas que leen muchos libros sobre un sinfín de temas, que piensan, pregunta, dudan, imaginan y se niegan a estar calladas».

El conocimiento sin tópicos

Previamente, Hustvedt, que en su obra ha surcado por corrientes tan distantes como la ficción y la neurología, el arte o la psicología, hizo una defensa del conocimiento sin caer en espurias distinciones y tópicos empobrecedores: «He aprendido que un género o disciplina no es superior a otro. Debemos recelar de nuestros prejuicios. Ni la ciencia es elevada, intelectual y masculina, ni las artes y las humanidades son inferiores, emocionales y femeninas. Debemos aprender que la autoridad y la sabiduría vienen en muchos formatos, sexos, colores, formas y tamaños. Debemos aprender unos de otros y recapacitar». Por eso mismo hizo hincapié en la importancia de la lectura, porque «las palabras se entretejen con nuestro cerebro y vísceras, gestos y sentimientos. Nos cambian. Los libros y las ideas pueden ser peligrosos, pueden enfermarnos o enloquecernos, y pueden proporcionar formas de salvación, una vía de escape del dolor. Pero debemos recelar de las emociones ramplonas, las respuestas fáciles y las fórmulas hechas que vienen en paquetes brillantes con la etiqueta de “verdad”». Toda una apelación para desconfiar de los lugares comunes y los mensajes dirigidos o manipulados.

Por eso, Salman Khan, de quien el Rey remarcó su «inteligente y colaborativa visión» y su ayuda al mundo para «acceder al conocimiento universal», defendió su iniciativa pedagógica –la Khan Academy, una organización sin ánimo de lucro que ofrece educación de calidad– para saltar sobre las barreras que en ocasiones imponen los conflictos bélicos, los extremismos, los rigores de la pobreza o las injusticias sociales. A través de un ejemplo, Sultana, una niña de Afganistán que logró desarrollar su aprendizaje y llegar a una universidad de Estados Unidos para completar su formación, quiso subrayar la cantidad de jóvenes que «no han encontrado su salvavidas»: «Piensen en el potencial perdido. Piensen en las direcciones negativas en las que ese potencial a menudo se canaliza por la ausencia de oportunidades».

Salman Khan, que quiso exponer una vida para rehuir de idealismos, concluyó su intervención apelando al futuro: «Si tuviera que elegir una tecnología increíble para mis hijos, elegiría al maestro. Pero, ¿qué pasaría si esa tecnología gratuita y no comercial se pudiera utilizar para empoderar a esos grandes enseñantes?». Khan recalcó que la tecnología tiene «fuerza para deshumanizar a la sociedad», pero, también, para catapultarla hacia cimas más grandes y loables. «Puede usarse para hacer nuestras vidas más humanas. Imaginen un mundo donde la hora de clase ya no se dedica a escuchar pasivamente la lección, sino para que los niños colaboren y trabajen a su propio tiempo y ritmo. Imaginen que el papel del enseñante cambia de ser el de un conferenciante a ser el de una persona empoderada con información que le ayuda a tener las mejores interacciones personales con sus alumnos. Imagen un mundo donde cada niño verdaderamente tenga acceso a una educación de calidad y gratuita. Ese me parece a mí el más humano y el más humanitario de los mundos».

El Prado bicentenario

El Rey subrayó que «la belleza» es el «rasgo distintivo» del Museo del Prado, «lo que mejor define a esta institución, nacida hace 200 años. Forma parte indisoluble de la historia de España». Y Javier Solana, presidente del Patronato de la pinacoteca, no solo respaldó esas palabras en su discurso, sino que resaltó que «lleno de vida y valores». Y quiso destacar que su colección es «un reflejo de lo que los españoles hemos vivido a lo largo de los siglos, pero también el alma de cada uno de nosotros», pero, también, a cualquier ciudadano del mundo porque en él «se evocan gestas de emperadores en cuyos reinos nunca se ponía el sol», sin dejar, por supuesto, capítulos brumosos de la existencia humana, como son «la soledad, la pobreza o el hambre».

Después de enfatizar que con esta institución «nuestro gran país se vuelve siempre más universal, libre y tolerante cuando se contempla a sí mismo en las obras maestras del Prado». El colofón a sus palabras estuvieron dedicadas a uno de los retos más grandes en los que se ha embarcado el museo: «Esta distinción que hoy recibimos nos servirá de estímulo para culminar el esfuerzo extraordinario en el que estamos empeñados: la recuperación del Salón de Reinos del antiguo Palacio del Buen Retiro».

Sandra Myrna, que, como indicó Don Felipe, ha puesto «ante nuestros ojos la amenazante crisis climática, el calentamiento global, el grave problema medioambiental al que tenemos que enfrentarnos sin dilación», quiso dejar aclaro que «formamos parte» de una vida que «nos entreteje y nos atraviesa». Y esa vida es la naturaleza, que la definió como «fundamentalmente de relaciones», que consiste en «construir y moler y rehacer siempre con los mismos materiales». Para recalcar la relación que une al hombre con su entorno, indicó que «la gente está inseparablemente conectada con la naturaleza desde siempre y hoy vivimos en un mundo mucho más conectado que nunca, que nunca antes en la historia, pero esto no lo ha hecho un mundo más justo». Y lanzó una advertencia: «La aspiración de consumir y acumular siempre avasalla el derecho universal de gozar de una relación plena con el tapiz de la vida. Esto es porque, siguiendo las leyes de la física y la biología, si demasiadas hebras se devoran o se desechan en un sitio del tapiz, inevitablemente se producen agujeros en otros sitios del tejido».

Educación, derechos, respeto y saber fueron algunos de los asuntos que los galardonados trataron en sus intervenciones, que es lo que el rey quiso destacar de estos premios, que «nos ofrecen la oportunidad de homenajear a personas, instituciones y entidades que han marcado la historia y cuyo legado será fundamental en el futuro». Don Felipe, antes de dirigirse a la Princesa de Asturias en su discurso, dijo que «esta ceremonia es un homenaje y un tributo a la ejemplaridad» y que aquellos que han sido premiados son los que «abren nuestra cultura y trazan nuestro rumbo hacia nuevos horizontes». Y lanzó un mensaje sobre el deber que los mayores tienen hacia las generaciones más jóvenes: «Tenemos el deber de guiar sus pasos y la obligación moral de alentar sus sueños y proyectos. Tenemos el deber de proporcionarles las herramientas que les ayuden a enfrentarse a los retos de la vida y la obligación de dejarles un mundo mejor y ayudarles a construirlo».