"Las dos caras de la justicia": perdón, olvido y todo lo contrario
Jeanne Herry ("En buenas manos") dirige a Adèle Exarchopoulos, Élodie Bouchez y Gilles Lellouche en una de las propuestas más interesantes del año en Francia
Madrid Creada:
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Cuenta directa Jeanne Herry (Francia, 1978), que su primer contacto con el término "justicia restaurativa" tuvo lugar gracias a un podcast. La directora lo explica citándose con LA RAZÓN a través de videoconferencia: "En Francia no es algo que se conozca demasiado. Es un asunto muy fuerte, del que más quería saber cuanto más investigaba. Hacer una película de ello me parecía mucho más interesante que una película de juicios", completa didáctica. Y así es en realidad como se puso en marcha "Las dos caras de la justicia" ("Je verrai toujours vos visages"), película francesa que llega el 8 de septiembre a los cines españoles y que indaga en los márgenes morales de aquellos que, aun creyendo en la justicia penal, buscan acercar a víctimas y criminales, supervivientes y perpetradores, a fin de buscar una paz dialogada entre ambas partes.
"Tenía claro que tenía que ser una película de dispositivo", apunta Herry, durante años un rostro conocido como actriz en la escena gala y que desde 2014 se desarrolla como realizadora, alcanzando altas cotas resolutivas de brillantez en películas como "En buenas manos" (2018). La cineasta, que no quiso acercarse a otros filmes que versan sobre la materia de manera perimetral, como la asfixiante "Mass" (2021) o nuestra "Maixabel" (2021), para no contaminarse, sí reconoce inspirarse en la mítica "12 hombres sin piedad" (1957) o en la serie "En Thérapie" (2021). "Llevé a cabo un gran período de documentación. Fueron casi cuatro meses de entrevistas, por Zoom como esta, con gente que ha participado de los procesos", añade sobre la complicada preparación del filme, ya que ni la propia Herry podía acudir a los encuentros por la naturaleza privada y confidencial de los mismos.
Armada con un sólido reparto, que se divide en varias historias simultáneas, "Las dos caras de la justicia" cuenta con Adèle Exarchopoulos, Gilles Lellouche o Élodie Bouchez, estos dos últimos repitiendo con la directora. De un lado o del otro, pidiendo perdón, demandándolo, entregándose al olvido o todo lo contrario, los personajes de la película dotan de fuerza a un cosmos heterogéneo, lejos de lecciones morales o tendencias contemporáneas de la película como tesis. Nada está masticado. "Lo verdaderamente interesante de la justicia restaurativa es que la gente que participa, que la orquesta, prepara un camino, un recorrido. No fuerza a nadie a recorrerlo y, de hecho, ofrece múltiples salidas y desvíos a las partes. Y eso funciona por etapas, igual que una narración. (...) Como actriz, sé que los intérpretes buscan esos procesos, y tienen muchas ganas de trabajar con escenas fuertes, potentes", añade.
Y es que aunque Herry se muestra segura de la validez de la justicia restaurativa, y de sus beneficios para con la sociedad, lo cierto es que su película es aún así honesta. Es cine, por fin, para adultos. No por las tramas, cuya dureza se contiene huyendo de lo emocional cuando sería el camino facil; si no por los tratamientos, construyendo una película que tiene más cosas que escuchar que las que quiere decir. "Quería hacer una película rica, con muchos puntos de vista posibles. No hay ninguna opinión que no me parezca interesante, ni siquiera la de quienes no creen en ello, porque eso también aporta a la conversación", explica la directora, que aquí escala el argumento por capas: desde la gravedad irreparable de los abusos sexuales en la infancia hasta el robo con violencia. No se trata de juzgar ni leer el crimen en clase o moral, como siempre se ha hecho, si no de acercarse a la reparación en términos éticos. Siempre que sea posible, siempre que sea deseada.
"No hay un comportamiento más proactivo que alejarse de las respuestas y proponerse preguntas", explica la directora, sobre la implicación de unos profesionales a los que también tiene en cuenta en su filme. Trabajadores sociales y psicólogos, al menos en una legislación francesa que ya reconoce este tipo de reuniones como un derecho a partir de ciertos grados, se ponen al servicio de víctimas y supervivientes para lidiar con los traumas. Nadie busca olvidarlos o borrarlos, si no vivir en verdad en paz con ellos y, si es posible, hasta con sus perpetradores. "No sé si alguien es capaz de eliminar ese trauma, olvidarlo, pero sí sé que la justicia restaurativa propone soluciones, ayuda a la gente de manera fehaciente. No es una utopía, son protocolos que existen y que son verdaderamente eficaces", se despide didáctica la directora, responsable aquí de una de las propuestas más interesantes y legítimamente potentes del cine francés en lo que llevamos de año.