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Historia

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España, en venta: 200 años de la venta de la Florida por cinco millones

Mapa francés de 1820 de la «América septentrional» en el libro de Luis de Onís que conserva la Biblioteca Nacional
Mapa francés de 1820 de la «América septentrional» en el libro de Luis de Onís que conserva la Biblioteca Nacionallarazon

Consideraba Emil Cioran, un rumano al que le dolía España, que nuestro país «sufre por haber salido de la historia». Habría que precisar que esa huida por la gatera de los siglos tiene las característica de un remordimiento: el de haber hecho mal las cosas. «He experimentado, debo decir, un profundo amor por España, el único país literalmente poseído por la obsesión de la decadencia», añadía el rumano. Hace exactamente hoy dos siglos esa pequeña historia hispana de la infamia y la decadencia escribió uno de sus capítulos más peculiares: la venta, por cinco millones de dólares de la época, de la Florida a Estados Unidos, la enajenación por un plato de lentejas que ni siquiera llegamos a llevarnos a la boca de un trozo de un Imperio cansado, impotente, presa de la metástasis de gobiernos inoperantes, de bandazos diplomáticos y de la incapacidad de definir una idea para la posteridad. Precisamente, lo que a la recién nacida y pujante nación americana le sobraba aquellos días en que se formulaba su «destino manifiesto».

Estados Unidos acababa de entrar en la Historia al tiempo en que España malbarataba las tierras que descubrió Ponce de León y recorrió con sus pies callosos Álvar Núñez Cabeza de Vaca. La Biblioteca Nacional custodia el original del «Tratado de Amistad, arreglo de diferencias y límites entre su Majestad Católica el Rey de España y los Estados Unidos de América», así como el volumen memorialístico en el que el embajador plenipotenciaria a Luis de Onís daba cuenta de las negociaciones, que suponían la venta de los terrenos al Este del Misisipi a cambio de los 5 millones ya mencionados (que se aplicaron en abonar reclamaciones de EE UU a España) y unos terrenos equivalentes al norte de Texas, con los que España confiaba asegurar esta colonia.

Ya 20 años antes, merced al infame tratado de Aranjuez, ejecutado a espaldas de todo un país, cedimos Luisiana a Francia a cambio de un ducado de extensión 100 veces menor en la Toscana. «La devolución de la colonia lejos de ser un sacrificio, puede tenerse por ganancia», alegó Godoy, bajo la idea de que en Luisiana «todo estaba por hacer» y en Toscana «todo estaba hecho», mostrando a las claras la incapacidad de España para entender el signo de los tiempos. Francia acabó por vender esos territorios, violando el tratado, a Estados Unidos, que ya apuntaba maneras de superpotencia.

Es de justicia recordar otra de las nefastas consecuencias del Tratado de Adams-Onís sobre Florida, sobre todo ahora que en Estados Unidos prospera la idea de vincular todo lo hispano a la idea del genocidio de los pueblos indígenas. La venta abrió la puerta al acorralamiento y exterminio de los pueblos seminola. Bajo colonia española estos indígenas estaban considerados súbditos del Rey de España, lo más parecido a una carta de ciudadanía de hoy en día. La propia guerra de los Estados Unidos contra los seminola, vulnerando las fronteras de Florida, fue uno de los detonantes de la venta. La consecuencia para los seminola fue el hostigamiento, la diáspora y la anulación.

La salida dudosa de Luisiana y Florida (más adelante seguiría por otros motivos la de Texas) de manos españolas demuestra la falta de voluntad e ideas de un Imperio en decadencia que no supo, y así hasta hoy, no ya retener unas colonias que tarde o temprano se hubieran perdido, sino asegurar su impronta (su lengua, su cultura, su comercio, su modo de vida...) en unos territorios que hoy en día ni siquiera saben dónde queda España.