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Guillaume Musso: un libro vendido cada 4 segundos

Todo un fenómeno en Francia, el escritor se presenta en España por quinta vez con «La huella de la noche», el «thriller íntimo», define, con el que ha dado un giro a su prosa.
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Todo un fenómeno en Francia, el escritor se presenta en España por quinta vez con «La huella de la noche», el «thriller íntimo», define, con el que ha dado un giro a su prosa.
Escriben las crónicas francesas que Guillaume Musso (Antibes, 1974) es como una «epidemia»: «Todos terminan cayendo». Ya sea para que salte su trama a la pantalla, para que escriba un guión o para que se lance al teatro, todos le reclaman. Sin embargo, la realidad no es tan poética, o sí, y el que ha sucumbido ante el contagio es el propio escritor. «Consecuencias de tener dos críos», explica griposo. Esas dos mismas criaturas, de cinco años y nueve meses, que se cruzaron en el camino para marcar su carrera: «Nada me ha cambiado más que esto [el otro gran suceso de su vida fue un grave accidente]. Me han dado nuevas alegrías y muchos miedos. Te descubren la vulnerabilidad de ser herido a través de una tercera persona. Justamente lo que viven los personajes de esta novela». Habla de los protagonistas de «La huella de la noche» (AdN), el texto en el que el francés ha dado un giro a su prosa. De los textos fantásticos y romanticones ambientados en Estados Unidos salta hasta un «thriller íntimo», define, para sí mismo. «Escribo lo que me gustaría leer y, aquí, el suspense me permite tomar dos niveles, uno más lúdico y otro que empleo para abordar temas más profundos como la paternidad y el amor».
Después de quince libros, Musso llega en el decimosexto a su título «más personal». Ese en el que vuelve a sus orígenes en la Costa Azul tras muchas intentonas, «probaba pero no estaba satisfecho con lo que me salía», y casi a la fuerza: «Cuando volvía a casa mis amigos y familiares me felicitaban, pero también me preguntaban por cuándo iba a sacar algo de ellos». Y eso que hizo, «pero sin ser una autobiografía», puntualiza. La historia fue cogiendo cuerpo hasta que en primavera tocó las librerías galas –desde la semana pasada en España–: dentro de un campus con un fuerte aroma a «Twin Peaks» sitúa tres amigos a los que les ata un trágico suceso y que se cuenta a dos tiempos, en 1992 y en 2017... Como se presumía, un éxito. A un ritmo durante la primera semana de un libro vendido cada 4 segundos, Musso copa desde entonces dos de los primeros puestos en las listas literarias de su país –el otro título, el anterior: «Un apartamento en París», todavía inédito en la Península–. Nadie despacha más libros que él en Francia. Es el rey.
«El Messi del momento»
Tal es el poderío de Musso que Fernando Paz, director del sello, le presenta como «el Messi del momento». Por lo menos, las consonantes del apellido las comparten. Y las cifras también son mareantes: 32 millones de libros vendidos en los 40 países en los que ha penetrado. A obra por año, construye sus tramas desde dos despachos en los que se impone trabajar de 09:00 a 19:30 horas: «Así no me despisto», afirma contundente. Especialmente curioso es el caso de Corea del Sur, «donde es todo un fenómeno», cuenta Paz. Es la demostración de que los gustos no saben de kilómetros. Porque más le está costando a Musso escalar los Pirineos. Con su reciente fichaje por Alianza Editorial, ya son cinco las firmas que han intentado introducir al escritor en España sin terminar de explotar, hasta el momento y a diferencia de su «buen amigo», presenta a Joël Dicker (Ginebra, 1985), con quien guarda ciertos paralelismos en este volumen. «No creo que se pueda explicar el éxito de la literatura de una manera racional. Además, la suerte también influye. No hay una regla para escribir novelas», se sincera el francés.
Pero es que Guillaume Musso ya no es el que fue. Ahora toma riesgos: «No hacerlo sería aún peor», explica. Por eso ha querido dar un paso más allá de esas historietas de las que se empapó en su paso por Nueva York. Eran los 90 y conoció «una ciudad más violenta y barroca de lo que es hoy», una atmósfera que le atrapó y de la que volvió «enamorado de Manhattan como el teatro perfecto para la ficción y como lugar en el que todo puede suceder», recuerda. Allí, desde la visión de un heladero o un limpiador de camiones –que fue como se ganó la vida–, se curtió, en parte, el Musso de hoy. El otro fue en el Antibes en el que sitúa «La huella de la noche», donde creció. Su madre, bibliotecaria, le inculcó la pasión por su mundo: «La cultura tiene que ser conocimiento, sí, pero también un disfrute, un placer», repite el francés a modo de mantra.