Cultura

Arqueología

Hallan la “mejor evidencia” de la esclavitud en el mundo romano

Hueso del talón con el clavo atravesado
Hueso del talón con el clavo atravesadoAdam Williams/Albion Archaeology

La crucifixión era el método de tortura y ejecución, quizá, más conocido y generalizado de la Antigua Roma. Fue una técnica adoptada de los fenicios, y no solo incluía el hecho de morir en alto, sino también la exhibición pública tanto durante sus suspiros finales como una vez sin vida, cuyos restos se mantenían colgados hasta ser devorados por aves carroñeras. De esta manera, quienes sufrían la crucifixión eran los esclavos, rebeldes o traidores que atentasen contra Roma, ya fuera en su capital o en cualquier punto de su imperio. De esta manera, si bien hay expertos que aseguran que tan solo se realizaba en lugares cercanos a la metrópoli, se acaba de producir un descubrimiento de que también se practicaba en otras zonas, como es la correspondiente hoy a Reino Unido: se ha hallado el esqueleto de un hombre con signos claros de muerte por crucifixión a miles de kilómetros de Roma, lo que confirma la expansión del método por toda Europa.

El descubrimiento se ha producido en Fenstanton, en el condado de Cambridgeshire y, ante el desconocimiento de su identidad, los expertos lo han apodado como Esqueleto 4926. Tras un estudio realizado por parte de la Universidad de Cambridge, y habiendo publicado los resultados en “British Archaeology”, revelan que la persona fue crucificada hace unos 1.900 años, así como se conserva aún el clavo que atravesó su tobillo derecho. Es, por tanto y según los estudiosos, “la mejor evidencia física de una crucifixión en el mundo romano”. Asimismo, se conserva la chaveta metálica puntiaguda que atravesó su pie.

Esqueleto hallado en Reino Unido como "mejor evidencia" de la esclavitud romana
Esqueleto hallado en Reino Unido como "mejor evidencia" de la esclavitud romanaAdam Williams/Albion Archaeology

El esqueleto fue hallado en 2017 y sometido a estudio, donde ha sido examinado con detalle hasta ahora, momento en que David Ingham y Corinne Duhig, expertos de la Universidad de Cambridge que firman el estudio, han explicado algunos detalles. Se trataba de un hombre de entre 25 y 35 años, enterrado en un féretro de madera de roble, algo sumamente inusual si se trataba de un condenado a muerte. Opinan que se trataba de un esclavo, pues los huesos de sus espinillas se muestran extremadamente desgastados, “como si hubiese llevado permanentemente cadenas”, aseguran.

“Sabemos bastante sobre las crucifixiones, cómo se practicaban y dónde gracias a los relatos históricos”, explica Ingham a “The Guardian”, “sin embargo, esta es la primera evidencia tangible para ver realmente cómo funcionaban”. Es, por tanto, el primer hallazgo físico de este tipo en el norte de Europa, así como el cuarto en el mundo. Un hallazgo inédito, pues los cadáveres de las personas crucificadas no eran reclamados por nadie, pocas veces se enterraban y solían eliminar los restos para reutilizar los clavos.