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Vidocq, de ladrón a primer detective de la historia

Personaje cómico y de trasfondo novelesco, consiguió su amnistía como delincuente y se convirtió en un impecable aunque poco ortodoxo agente secreto
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Qué mejor manera que se inicie una profesión como la del agente de seguridad que acabando con un delincuente... aunque se traten de la misma persona. La historia de Eugene-François Vidocq es tan peculiar como rodeado de leyendas, personaje cómico y de trasfondo novelesco. Nacido en Francia, fue un criminal reconvertido en policía, según dejó escrito en sus memorias, propiciando así numerosas historias que inspirarían a autores de la talla de Edgar Allan Poe o Víctor Hugo: Vidocq inspiraría al escritor a la hora de dar vida a dos personajes principales de “Los miserables”. Y su vida ya comenzó siendo una aventura desde su juventud. Tuvo seis hermanos y ninguna educación, pues rechazó lo que su padre, panadero, podía ofrecerle y prefirió pasar el tiempo conquistando a mujeres y batiéndose en duelo por motivos insignificantes.
Vidocq era un gran espadachín y solía salir indemne de estos encuentros, entre los que alternaba algunos hurtos y delitos. Quizá, de sus primeros robos fue a los 15 años y a su propio padre, pues le robó 2.000 francos de su caja fuerte con la intención de huir a Estados Unidos. Pero nunca se fue, pues sus cómplices aprovecharon su estado de embriaguez para robárselo y huir con el bote. Más tarde, trabajó como acróbata, hasta que tuvo que alistarse en el ejército.
Fue un soldado poco ejemplar, dado su carácter indisciplinado y descarado. Durante los dos años que estuvo en el ejército, tuvo unos 20 duelos, por los cuales dos rivales perdieron su vida: durante la guerra con Austria accedió al cuerpo de granaderos -especializados en arrojar granadas de mano-, entonces infantería de élite. En 1792, agredió a su superior cuando éste no quiso participar con él en un duelo, lo cual suponía la pena capital y por lo que fue considerado desertor.
Tras ello, pasó a las filas austríacas, de las que también tuvo que huir. Refugiado en Bélgica con papeles falsos -bajo el nombre de Rousseau-, decidió unirse a una banda de forajidos que se dedicaba a robar y a cometer delitos, con la escusa de luchar contra los contrarrevolucionarios. También fue bandido en París, así como contrabandista y detenido varias veces, hasta que logró escapar de la cárcel y se mantuvo oculto en su ciudad natal, Arrás, hasta el 1800.
No obstante, si bien su vida estaba avocada a ser una fuente de delitos y persecuciones, en 1809 Vidocq dio un cambio radical. Según varios historiadores, estando preso en Toulon, tres delincuentes asesinaron a otro preso y acusaron a nuestro protagonista del crimen. Logró escapar, mató a dos de quienes le acusaron y volvió a ser detenido en Lyon. El comisario general Dubois, accedió a entrevistarse con Vidocq, intrigado por la fama del criminal, y fue entonces cuando él le contó su gran decisión: cambiar de vida e ingresar en la policía. “Ahora me llevarán dos gendarmes inmovilizado con grilletes hasta la prisión. Si logro escaparme en el trayecto y regresar, será esto una prueba de mi buena fe”, le propuso.

La Brigada de Seguridad

Y así lo hizo, de manera que le ofrecieron amnistía al delincuente y se convirtió en uno de los agentes de policía más efectivos del país. Comenzó a manejar el arte del disfraz y de apropiarse de diferentes identidades, de manera que a veces él mismo se creía que era otra persona. Detective impecable, llevaba cabo algunos métodos poco ortodoxos, que le hicieron una figura aún más especial y, por supuesto, hizo que se ganara tanta simpatía como enemistad entre los agentes de policía.
En 1811, creó la Brigada de Seguridad, grupo de agentes secretos que debía infiltrarse entre los criminales y recabar información. Un cuerpo que, ante el éxito que iba cultivando, fue nombrado oficial de la policía, siendo Vidocq su responsable. Mandaba a unos doce detectives, de los cuales varios habían sido criminales como él. En 1817 cometió 811 arrestos, quizá su mejor año. No obstante, también este trabajo le duró poco tiempo.
En 1832 Vidocq fue acusado de instigar un crimen durante los movimientos bonapartistas, y por tanto obligado a abandonar la policía. Esto, no obstante, no le frenó, sino que le llevó a fundar la primera agencia de detectives privados de la historia. Se trataba de la Oficina de pesquisas, hasta que en 1842 la policía le arrestó por sospechoso de detención ilegal. Fue condenado a cinco años de prisión y a una multa de 3.000 francos, pero finalmente consiguió ser absuelto.
A partir de entonces, el criminal y después agente del orden decidió dedicarse a escribir sus aventuras, creando varias novelas basándose en propias experiencias, con ayuda de su amigo Honoré de Balzac, según aseguran algunos historiadores. Falleció el 11 de mayo de 1857, cuando sufrió una parálisis en su casa de París.

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